Carolina
Me despierto con suavidad, bañada por los cálidos rayos del sol que se filtran por las rendijas de la cortina de la lujosa suite presidencial del mejor hotel cinco estrellas de Cartagena. La celebración de nuestro compromiso ha sido todo un éxito, y ahora, en la calma de la mañana siguiente, me tomo un momento para reflexionar sobre todo lo que hemos vivido y lo que está por venir. La imagen de las piernas y sábanas enredadas junto a mí me hace sonreír con malicia, recordando las cosas sucias que Gus y yo hicimos anoche.
El amor que siento por él es tan intenso como la luminosa luz del día que inunda la habitación. Me siento afortunada de estar junto a un hombre como él; y no, no me refiero al CEO de la multinacional más importante del café, sino al amor de mi vida. El hombre que me enseñó que el amor verdadero sí existe, y aunque no todo es color de rosa, sé que juntos podemos enfrentar cualquier desafío que se interponga en nuestro camino, incluso los oscuros secretos y las amenazas que se ciernen sobre nuestra familia.
Me incorporo con cuidado en la cama, sin querer despertar a Gustavo, y me tomo unos segundos para admirar su rostro sereno mientras duerme. Parece tan tranquilo y apacible en ese estado, como si todo el estrés y la tensión del mundo se hubieran desvanecido. Acaricio suavemente su mejilla y le doy un beso en la frente, sintiendo una oleada de amor y gratitud hacia él.
Me levanto con cuidado para no hacer ruido y me dirijo al balcón de la suite. La vista de la ciudad desde aquí es impresionante: el sol brilla sobre las aguas azules del mar Caribe, las palmeras se mecen con suavidad en la brisa marina y los colores vibrantes de Cartagena danzan ante mis ojos. Es como si todo estuviera en armonía, y esa sensación se extiende a mi interior mientras pienso en lo afortunada que soy de tener a Gustavo a mi lado.
Recuerdo cómo nos conocimos. ¿Quién se iba a imaginar que yo encontraría el amor al ser la guardaespaldas del primo de uno de mis mejores amigos? Desde el principio, sentí una conexión especial con él, una conexión que solo puedo describir como mágica. A lo largo de nuestra relación, hemos pasado por muchas pruebas y desafíos, pero cada obstáculo solo ha fortalecido nuestro amor y nuestra confianza mutua.
Ahora, estamos comprometidos, listos para dar un paso más en nuestro camino juntos. Sé que nuestro matrimonio será una nueva etapa llena de emociones y aprendizajes, pero estoy dispuesta a enfrentar cualquier reto a su lado. Gustavo es mi apoyo incondicional, mi protector y mi mejor amigo. No puedo imaginarme la vida sin él.
Regreso a la cama y me acurruco junto a Gus, colocando mi cabeza en su pecho. Siento sus brazos rodeándome con ternura y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Cierro los ojos por un momento, sintiéndome en paz y plena.
Pasan unos minutos y Gustavo se despierta, abriendo los ojos lentamente. Su mirada azulada se encuentra con la mía y sonríe, acariciando mi cabello.
—Buenos días, mi amor — me dice con voz suave y cálida.
—Good morning, honey —le respondo en su idioma materno, y él se ríe - ¿Has dormido bien?
—Como nunca antes — me asegura, besando mi frente — ¿Y tú?
—Como la mujer más feliz del mundo — le confieso, sintiendo cómo mi corazón se llena de emoción.
Gustavo me abraza con fuerza, y juntos nos quedamos en silencio, disfrutando de este momento de intimidad y conexión, hasta que...hasta que siento las náuseas matutinas tan típicas del embarazo.
Sin pensarlo dos veces, corro hacia el baño con la mano en la boca, tratando de contener las arcadas. No me gusta vomitar, me parece algo horrible, pero ahí está Gus, como en todas las mañanas, sentado a mi lado en el WC, acariciándome la espalda y sosteniéndome el cabello para que pueda vomitar con un poco de comodidad.
Después de unos momentos angustiantes, termino de vaciar mi estómago, y él me ayuda a levantarme y me carga hasta la cama con una delicadeza que me hace sentir amada y protegida. Es increíble cómo puede ser tan comprensivo y estar siempre presente cuando más lo necesito; después, va hacia la pequeña cocina de la suite y prepara una taza de té de manzanilla, sabiendo que me reconforta y me ayuda a calmar las náuseas. Es como si supiera lo que necesito antes incluso de que yo misma lo sepa.
—Creí que la acción de anoche evitaría que amanecieras con nauseas —dice Gus, mientras deja que el sobre de manzanilla se mezcle con el agua caliente, mientras me mira con ojos lobunos —. Dios..., me dejaste seco, mujer.
No evito sonrojarme. Si bien lo de anoche no fue la primera vez que hicimos cosillas sucias, sí fue la primera vez que tuvimos sexo en un balcón, aun con el riesgo de que los que estuvieran a esa hora en la playa nos vieran.
—Y todavía nos queda una semana para repetir —le recuerdo, y él se relame los labios, para luego sacudir la cabeza, como diciéndose “ya basta, Gustavo”, e ir al baño a prepararme la tina.
Dios...la manera en que este hombre me atiende es única. Me ayuda a hacer de mi complicado embarazo algo más llevadero.
Me siento agradecida y conmovida por la forma en que Gustavo me cuida y me brinda su apoyo incondicional. Aunque este bebé que llevo en mi vientre no es de él, él lo ha acogido como suyo desde el primer momento en que supimos de su existencia. Es increíble cómo la vida puede llevarnos por caminos inesperados y desafiantes, pero con Gustavo a mi lado, me siento capaz de enfrentar cualquier obstáculo.
Mientras me sumerjo en la tina caliente que ha preparado para mí, el aroma relajante de las especias aromáticas impregna el aire y me ayuda a tranquilizarme. Me siento afortunada de tenerlo a mi lado, de poder compartir con él la dicha y los retos de la vida.
Gustavo vuelve a entrar al baño con una bandeja en la que ha colocado una taza de manzanilla, unas galletas y un plato con frutas frescas. Me sonríe cálidamente mientras me entrega la bandeja, y mis ojos se llenan de gratitud y amor hacia él. Aunque este hijo realmente no sea de ambos, sé que seremos una familia fuerte y unida, y que este bebé, sin importar su origen, será amado y protegido.
—¿Te importa si te dejo un ratito sola? Debo hacer una llamada —dice, y yo asiento.
—Estás conmigo las 24/7, me haría bien descansar de ti, aunque sea solo unos minutos —bromeo, y él se ríe mientras sale del cuarto de baño.
Mientras Gustavo sale para atender su llamada de negocios, me siento un poco cabizbaja por dentro. Él había prometido que esta semana sería solo nuestra, sin trabajo, sin preocupaciones, solo nosotros dos disfrutando de nuestras pequeñas vacaciones, sin embargo, entiendo que estar al mando del emporio del café no le permite tener descanso.
Me sumerjo en la tina, dejando que el agua caliente me envuelva y relaje mis músculos. Cierro los ojos y trato de concentrarme en el sonido del agua mientras me sumerjo en mis pensamientos. Aunque me siento un poco decepcionada, también comprendo la responsabilidad y la presión que Gustavo enfrenta en su posición.
Cuando la llamada de negocios termina y Gustavo regresa al baño, salgo del agua y lo veo preocupado y cansado, pero, aun así, me sonríe con cariño.
—Lo siento, bebé. Había prometido que no respondería mi celular del trabajo en esta semana, pero...—intenta disculparse, pero yo le resto importancia con un gesto de la mano.
—¿Por qué no mejor te desnudas y te metes a la tina conmigo? —le pregunto, y él, sonriendo con malicia, me hace caso, y empieza a quitarse su pijama lentamente.
Oh. Cuanto me encanta este hombre. Y pensar que todavía nos queda una semana llena de sol, playa, comida y, ¿por qué no? Sexo.
Después de un apasionado momento en el baño, nos alistamos y salimos tomados de la mano a nuestro encuentro con nuestros familiares y amigos en el restaurante de la playa privada del hotel para desayunar. El sol brilla en el cielo, y una suave brisa del mar acaricia nuestra piel, haciéndonos sentir como si estuviéramos en el paraíso.
Mientras nos acercamos a la mesa, veo a mi familia y amigos esperándonos con una gran sonrisa. Mis padres, Nicolás, Jorge, Carlos, Fernando, Daniela, Luciano y el pequeño Edahi nos reciben con entusiasmo. Es maravilloso tenerlos aquí, compartiendo este momento tan especial con nosotros, y si bien me incomoda la presencia de Carlos, trato de ignorarlo. No dejaré que la presencia de ese monstruo arruine esta celebración tan especial.
Y bueno..., aunque Gus y yo dijimos que esta semana sería para nosotros dos solitos, en realidad quisimos estar acompañados de nuestra familia y amigos durante los tres primeros días, y ya después nos iremos a la paradisiaca isla de Barú a pasar el resto de la semana solitos los dos, en una cabaña junto al mar.
—¡Ja! Te dije que vendrían con cara de haberse dado como a cajón que no cierra —le dice Nicolás a Jorge, pero en voz muy alta, para que escuchemos todos, y siento a mis mejillas arder en calor.
Mis padres por supuesto que reaccionan ante el comentario de Nico, haciendo evidente su incomodidad en sus gestos, pero no dicen nada. Ya deben aceptar de una vez por todas que estoy manteniendo relaciones sexuales con mi prometido. Lo siento, pá, pero la época en la que las mujeres se guardaban hasta el matrimonio ya pasó.
Nos sentamos todos juntos en una gran mesa frente al mar, con el sonido de las olas como música de fondo. Las risas y el buen ambiente llenan el lugar mientras todos disfrutamos de un delicioso desayuno. Me siento feliz y agradecida de tener a todas estas personas especiales en mi vida.
Gus y yo nos miramos con complicidad mientras terminamos nuestro desayuno. Es emocionante pensar en todo lo que está por venir, en la vida que construiremos juntos como esposos, en el bebé que está creciendo dentro de mí y en el futuro que compartiremos como familia.
Y después de durar unos buenos segundos haciendo contacto visual con Gus, mis ojos se posan en el gran esquema de seguridad que nos rodea. Más de 50 hombres rodeándonos, y que, si bien tienen ropa de playa para disimular, sé que bajo sus camisas floreadas hay armas semiautomáticas, pero si de algo estoy segura es de que, aunque haya amenazas y dificultades que enfrentar, tener a Gustavo a mi lado, así como a mi familia y amigos que nos apoyan incondicionalmente, me da la fuerza y la confianza para enfrentar cualquier desafío.
Mis padres están un poco preocupados por cómo todo el embrollo por el que está pasando la familia Orejuela vaya a afectar a mi bebé, pero Gus y yo ya hemos hablado sobre eso y...hemos tomado la decisión de que, apenas nos casemos, nos iremos a vivir un tiempo a los Estados Unidos.
Sí. Yo, Carolina Restrepo, la que antes no quería saber nada de las tierras gringas, abandonaré mi querido país y estaré muy lejos de mis padres, para poder traer a mi hijo al mundo sin ninguna dificultad.
Pero, aunque sé que será lo mejor para el bebé, no puedo evitar tener una pequeña corazonada que me dice que tal vez ese viaje no vaya a salir como lo tengo pensado.