Fantasías, Parte 2

1776 Words
Gustavo Recuerdo la vez que hablé con Nicolás sobre la posibilidad de tener sexo al frente de Carolina no más para darle el gusto. Fue hace unas pocas semanas atrás, cuando estábamos en la mansión y Nicolás llegó a hacernos la visita. El ex militar y yo nos pusimos a tontear en la cocina, y él me palmeó el trasero de manera amistosa, y yo le hice lo mismo, y pude notar el brillo en los ojos de Carolina al vernos en esas. —Creo que Carolina fantasea con vernos a ti y a mi juntos —le dije a Nicolás apenas Carolina se fue un momento al baño. —Pues conociéndome lo mariliendre que es, no se me hace raro —dijo Nicolás con total despreocupación, para después mirarme con una sonrisa pícara —. No te voy a negar que no quisiera perderme la oportunidad de acostarme con alguien tan sexy como tú, rubiales. La conversación quedó hasta ahí, ya que Carolina salió del baño, y no volvimos a tocar el tema, y hoy solo bastaron unas miradas durante la cena para hacer un pacto entre caballeros: le daremos a Carolina lo que quiere, pero solo será cosa de una vez, y nos olvidaremos de que alguna vez sucedió. Entramos en la lujosa suite presidencial del hotel, un espacio que promete ser testigo de una noche íntima y especial. Mientras Carolina se apresura a tomar una ducha rápida, yo empiezo a recorrer la suite, caminando de aquí allá, sintiendo una agitación en mi interior. Los nervios se mezclan con la anticipación y el deseo, creando un cóctel emocional que apenas puedo contener. Mis pasos me llevan por toda la suite, mientras intento calmar mis pensamientos. Hace años que no tengo este tipo de experiencia, y la idea de estar íntimamente con otro hombre después de tanto tiempo me llena de nerviosismo y emoción a la vez. Trato de recordar cuándo fue la última vez que estuve con un hombre. Fue cuando tenía aproximadamente 22 años, y estaba tan borracho en una fiesta de la facultad, que no me importó follarme al cocapitán del equipo de fútbol americano de la universidad, a pesar de que él tenía novia. Necesito calmarme, así que camino hacia el minibar y sirvo un poco de whisky en un vaso. El líquido ámbar me reconforta, haciéndome sentir un poco más relajado. La sensación cálida del alcohol se desliza por mi garganta, aportándome una pequeña dosis de valentía para enfrentar lo que viene. El sonido de un suave golpeteo en la puerta me sobresalta. Mis manos se sienten ligeramente temblorosas cuando abro la puerta y le doy la bienvenida. Nicolás entra y nuestras miradas se encuentran por un breve instante, capturando una mezcla de complicidad y nerviosismo compartido. Regreso al minibar, necesitando otro sorbo de whisky para despejar mi mente. Sé que esta experiencia es importante para Carolina y quiero cumplir su fantasía, pero, aun así, me siento ansioso y nervioso. La voz de Nicolás, amable y cercana, me saca de mis pensamientos mientras se me acerca. —¿Tan mal polvo eres que estás preocupado por lo que yo pueda llegar a pensar de ti apenas follemos? —dice Nico, tomando otro vaso y sirviéndose un poco de lo mismo que yo estoy bebiendo. Tal parece que él también está nervioso, pero intenta no demostrarlo de a mucho —. No te preocupes. No le diré a Carlos que eres malo en la cama. Suelto una risita y le doy un empujón amistoso. La tensión en el aire es palpable, pero también hay una conexión especial entre nosotros. Nos miramos con una mezcla de deseo y determinación, entendiendo la importancia de este momento para Carolina. Mientras compartimos algunas palabras, siento cómo mi corazón late un poco más rápido, pero también cómo el alcohol empieza a relajar mis músculos y a calmar mis pensamientos. Puede que los nervios sigan presentes, pero también hay una sensación de aventura en el aire. Nos dirigimos hacia un territorio desconocido, explorando nuevos aspectos de nosotros mismos. Carolina sale del baño, envuelta solamente en una fina bata de seda blanca, que cae al suelo al pararse frente a Nicolás y a mí. Una chispa de deseo mezclada con nerviosismo se enciende en el ambiente mientras observo su figura, tan cautivadora como siempre, y el aire se carga de una energía eléctrica que parece envolvernos a los tres en un momento íntimo y trascendental. La primera reacción de Nicolás es girar la mirada hacia otro lado, en un gesto de respeto hacia Carolina; sin embargo, no puedo evitar sentir el impulso de tomar su rostro entre mis dedos y dirigir su atención hacia ella, y es así como acerco mi mano a su barbilla, guiando su mirada de nuevo hacia Carolina, quien se encuentra frente a nosotros completamente desnuda, con una confianza y una belleza arrolladoras. Los segundos parecen eternos mientras nuestras miradas se encuentran. Nicolás y yo compartimos un instante silencioso de conexión y entendimiento, reconociendo que, en este momento, el centro de atención es ella, la mujer que ambos valoramos y apreciamos de maneras únicas. Carolina da una vuelta, mostrándonos mucho mejor su perfecto cuerpo. Mi respiración se entrecorta y mi corazón late con fuerza mientras la observo, asombrado por su sensualidad como si fuera la primera vez que la veo desnuda. Nuestras miradas se cruzan, y aunque este momento puede estar cargado de pasión y deseo, también es un recordatorio de que estamos aquí por amor y complicidad. Siento una oleada de gratitud hacia Carolina por desear compartir este instante conmigo, y también hacia Nicolás por ser parte de esta experiencia significativa. No podía confiar en otro hombre para cumplirle las fantasías a mi mujer. La atmósfera está cargada de mucha excitación, sin embargo, hay un lazo de confianza que nos une; una conexión que va más allá de la tensión del momento. Mientras Carolina se presenta frente a nosotros con su hermosura y sensualidad deslumbrante, sé que este instante quedará grabado en nuestras memorias como un momento de valentía, amor y descubrimiento compartido. Mi boca y la de Carolina se encuentran en un beso ardiente y apasionado, uniendo nuestros deseos en un momento intenso. Las chispas de excitación que flotan en el aire parecen cobrar vida en cada roce de labios. Mi mano se desliza suavemente por la curva de su espalda, sintiendo su piel cálida bajo mis dedos; la conexión entre Carolina y yo siendo palpable en cada movimiento y cada suspiro compartido. No pasa desapercibida la suave caricia de la mano de Nicolás sobre mi espalda. El contacto inesperado me hace estremecer, añadiendo una dimensión nueva a la experiencia. Mientras mis labios y los de Caro se separan, la tensión en el aire se vuelve tangible, una mezcla de deseo e intriga creciente. Mi mirada se encuentra con la de Nicolás, y en este instante, las emociones se entrelazan en una danza silenciosa. Carolina, siempre atenta y consciente de cada detalle, parece entender lo que Nicolás y yo deseamos. Sus palabras son apenas un susurro, un llamado a explorar más allá de lo convencional y, siguiendo su sugerencia, mis labios buscan los de Nico, y la intensidad de la experiencia se multiplica al mil. El sabor de Nicolás claramente es diferente al de Carolina, pero...me gusta. Me gusta sentir una pequeña dosis de testosterona que no sea la mía propia. Nuestros besos son una mezcla de pasión, curiosidad y un sentido de camaradería que va más allá de las palabras. La sensación de los labios de Nicolás contra los míos es una combinación electrizante de lo inexplorado y de la confianza que hemos forjado a lo largo de estos meses. La pasión y el deseo se entrelazan en cada movimiento, robándonos el aliento y sumergiéndonos en un mundo de sensaciones. Las manos se deslizan, las barbas se raspan, las caricias se intensifican y el tiempo parece detenerse mientras nos perdemos en este momento compartido, y la barrera entre el deseo y la amistad se desdibuja en medio de la urgencia y la entrega. Cuando finalmente nuestros labios se separan, el silencio es tan vibrante como la conexión que hemos experimentado. El aire está cargado con la energía de lo que hemos compartido, y nuestras miradas se entrelazan en un entendimiento silencioso mientras recuperamos el aire perdido. Nicolás y yo queremos esto. Ya no tanto por darle el placer visual a Carolina, sino porque en serio queremos follar. —Vengan. Vamos a la cama —nos dice Carolina, tomándonos de las manos y dirigiéndonos al lugar en donde finalmente cometeremos nuestro pecado. Creí que Carolina se acostaría en la cama, pero en realidad se sienta en el sillón que está cerca de esta, y con la mirada nos indica que la cama es toda nuestra, solo para Nico y para mí. Siento el latigazo de excitación y deseo recorriendo mi cuerpo cuando me inclino hacia Nicolás, y nuestras miradas se comunican en un lenguaje que solo nosotros entendemos. No hay necesidad de palabras; nuestras miradas y gestos dicen todo lo que necesitamos expresar. La pasión se desata con una intensidad que me toma por sorpresa apenas Nicolás y yo nos volvemos a besar, arrancando nuestras ropas con urgencia. Es...es como si esta noche me estuviera olvidando de que soy heterosexual. Mi mente se desconecta de cualquier etiqueta o norma social, y solo me sumerjo en el torbellino de sensaciones que nos envuelve. Los besos son profundos y llenos de urgencia, y las manos se aferran a la piel ardiente en busca de contacto y conexión. La cama se convierte en un escenario donde los deseos más profundos y ocultos cobran vida. La ropa es un obstáculo temporal que desaparece con ansias, y el calor de nuestros cuerpos se mezcla en una danza pasional que nos arrastra hacia lo desconocido. La urgencia y el hambre nos guían, y las inhibiciones quedan atrás en favor de la entrega completa. Cuando Nicolás y yo terminamos acostados en la cama, yo sobre él, completamente desnudos...no sé qué hacer. Nicolás no tiene cara de ser pasivo, y yo mucho menos. Es...como si dos alfas quisieran intimar. —¿Tu...vas a estar abajo? —le pregunto, refiriéndome a si será el pasivo, y Nicolás sonríe con sorna. —Sí, abajo...pero viéndote a ti cabalgarme —dice, y yo abro los ojos como platos, y volteo por un momento el rostro para ver a Carolina. Ahí, desnuda, sentada en el sillón y tocándose mientras me mira con ardiente deseo...tomo la decisión de, por primera vez en toda mi vida, ser pasivo al intimar con alguien de mí mismo sexo.
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