Gustavo Después de tantas noches en vela, finalmente he tenido un sueño profundo y reparador. La razón detrás de esta bendición está justo a mi lado. Mi hijo. A medida que abro los ojos, siento una sensación de paz y serenidad que hace mucho tiempo no experimentaba: la sensación de haber dormido como un bebé. Mi mirada se posa en Justin, quien duerme tranquilamente a mi lado. Su rostro inocente está iluminado por la suave luz que se filtra a través de la ventana; sus labios rosados están entreabiertos en un sueño profundo, y su pequeña mano sostiene con firmeza un osito de peluche. En este momento, el corazón me late con una emoción indescriptible. Ser testigo de la calma en el sueño de mi hijo, de la paz en su expresión, me llena de un amor y una felicidad que trascienden las pala