Capítulo 4. Herman.

1616 Words
Cuando salí del casino y entonces noté que mi pierna izquierda bajo el pantalón estaba mojada. Miré. ¡Infierno! ¿Qué idiota me disparó? Ni siquiera presté atención, no tenía tiempo para eso. Finalmente, vi a Alex. - ¿Dónde está Tina? - pregunté. - No te preocupes, Vlad la llevó a casa, - dijo él, ayudándome a subir al coche. Sacó un botiquín pequeño de la guantera. - ¿Puedes hacerlo tú mismo? - Sin problemas, no es la primera vez, - sonreí. Cuando supe que Tina estaba en casa, nada me molestó en absoluto. Lo principal era llegar rápido a casa, abrazarla, calmarla y sentir, que estaba cerca, pero Alex me sacó de mis sueños felices. - Ahora la chica tendrá problemas, el consejo decidió matarla, para que tú y Márquez, como dos gatos salidos, no se enfrenten por su culpa. - ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? - No entendía. - Digo que los viejos decidieron quitarla del medio, como motivo de vuestra enemistad. Nos la llevamos a tiempo, pero ahora no sé qué hacer. – respondió Alex. - ¡Dime que estas bromeando! - ¡Qué bromas hay! Lo más probable es que ya se esté armando un equipo para buscarla, vieron que la envié con mi hijo, es decir, a tu casa. - dijo Alex con calma. - Dijiste que la dejarías ir, así que ahora, este es el mejor momento. Le hice buenos documentos, nadie descubriría que son falsos. Aunque ya no se convertirá en una estrella del deporte. Hice una mueca, cuando me estaba vendando la pierna, pero no por el dolor físico, sino por el que estaba en mi corazón. Cómo soltar a la que llenó mi vida de felicidad. ¡Maldito Márquez! ¡Todo era por él! Se dio cuenta de que Tina, no era Lydia. ¡Pero ya era demasiado tarde! Después de todo, estas hienas pueden matarla para evitar problemas. - Lo sé, solo necesito tiempo para explicarle todo, para que me espere, mientras limpio todo aquí y me mudo a Chipre. - dije. - Me temo que no tendrás mucho tiempo. ¿Hay dinero en la caja fuerte de casa? - Preguntó Alex. - Si. Había cien, ciento cincuenta mil dólares. ¿Para qué? - No entendí. - ¿No piensas para nada con la cabeza? Sacaste a Tina de su vida normal, la privaste de todo. Ahora tendrá que empezar una nueva vida y esconderse por algún tiempo, para que los viejos se calmen y Márquez regrese a su Londres. ¿Cómo estará ella sin dinero? - Maldita sea, no pensé en eso. Llévame al cajero automático y quitaré algo más. - No, no hay tiempo. “Albino” me dijo, que Vlasenco ya había dado una orden para encontrar a Tina. Y en la casa solo están Ian y Sofia. Cuando llegamos a la casa, todo estaba en silencio. Lo primero que hice, fue acercarme a Tina. La abracé, la besé y me di cuenta de que, si estuviera un poco más con ella, no podría dejarla ir, así que la aparté y dije: - Por favor, amada mía, recuerda siempre que te amo más que a mi vida, nunca te entregué a Márquez, él me tendió una trampa. Ahora ponte ropa cómoda y empaqueta algo más por si acaso. En ese momento escuché disparos, miré a Tina y salí al pasillo. Donde Vlad ya me estaba esperando. - ¿Le dijiste lo que pasó? - preguntó. - Todavía no, está muy asustada, - respondí. Entramos en el despacho, donde Alex estaba preparando una bolsa para Tina. - Debes contarle todo, ella tiene derecho a saber lo que la espera. - dijo Alex con calma, - y ya tenéis que iros, de lo contrario os cortarán el camino. En ese momento, vi a Tina parada cerca de la puerta. - ¿Qué debo saber? – preguntó ella, más pálida que nunca. No pude decir nada, las palabras se me atascaron en la garganta. Alex me ayudó, expuso las cosas como estaban en realidad, pero esto la asustó aún más. "En realidad, no es nada tan aterrador. La llevaré a un lugar apartado, la vieja casa de mi abuelo materno. Nadie sabe de ella, solo Alex. Ella vivirá allí unos tres o, cuatro meses hasta que arregle todo, y luego iré a buscarla. Y nos iremos a Chipre. " - Pensé. - Cariño, ve a empaquetar tus cosas, te llevaré yo mismo. - Dije, esperando contarle mi plan por el camino. Solo que todo comenzó a desarrollarse a un ritmo muy rápido. Ordené preparar el auto y ponerlo a la entrada, pero cuando Ian hizo esto y salió del coche, liberando el asiento del conductor para mí, entró un proyectil y el auto explotó. La onda expansiva me arrojó a la columna y perdí el conocimiento durante algún tiempo. Volví en si por el hecho de que Vlad me golpeaba las mejillas. Sacudí mi cabeza para ordenar mis pensamientos. - ¿Están completamente locos? - exclamé, examinando los restos del auto en llamas. - ¿Dónde está Ian? - Entró en casa. ¿Estas bien? - preguntó. - ¡Sí! - Iré al portón a ver a mi padre, y tú te llevas a la chica, salir con el auto ahora ya no podéis. Los perros de Vlasenco ya han bloqueado la salida. Solo queda el camino de atrás, al otro lado del lago. - me advirtió. Miré la pierna. "La herida se había abierto de nuevo. Cómo voy a caminar por el bosque ahora, con esa pierna," - pasó por mi cabeza. Subí las escaleras y vi lo que me hizo olvidar de la pierna completamente. Ian estaba muerto, tirado en el suelo y Den tenía a punta de pistola a Tina. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue acercarme a ella y, en todo caso, lanzarla fuera de la línea de fuego. No tenía miedo en absoluto, extraño. Normalmente me ayudaba a pensar, pero ahora todos los pensamientos eran sobre los centímetros, que me separaban de ella. Ni siquiera pensé en el hecho de que sería bueno interrogar a Den. Lo principal era rescatar a Tina de la amenaza. Lo hice, pero Den logró dispararme en la barriga. El dolor me atravesó increíblemente, tan agudo que parecía que me había desmayado de nuevo. Yo también le disparé a este bastardo y cayó al suelo. Examiné a Tina. Menos mal, que no tuviera heridas, simplemente estaba muy asustada. Cualquiera en su lugar se pondría histérico. - Cálmate, mi niña, y escúchame con atención, - le dije con calma, bajando la voz casi a un susurro y tomando su rostro entre mis manos. - Tienes que correr. ¿Me escuchas? Muy rápido y muy lejos. Ahora corre a mi despacho. Hay una bolsa de deporte cerca del escritorio. Luego sales por el balcón y corres hacia el lago, luego atraviesas el bosque. Perdóname si puedes, no quería que pasara todo de esta manera. El dolor era tan insoportable que era difícil mantenerme de pie. Me hundí al suelo. Tina miraba a la herida con los ojos muy abiertos. - ¡Tina, he dicho que corras! ¡No hay tiempo! No sé cuánto más puedo retenerlos. ¡Corre! - le grité y la aparté de mí. Se levantó y caminó por el pasillo, pero regresó. Dejó el arma de Ian a mi lado. "¡Esta es mi mujer!" - pensé y sonreí. - ¡Te amo, Tina! ¡Corre! - dije y, apretando los dientes, me levanté. - ¡Te amo Herman! - dijo y corrió a mi despacho. No supe cómo bajé las escaleras, fui a la cocina, saqué el botiquín y me inyecté adrenalina en la pierna, me pegué una tirita en la herida en la barriga, no tenía tiempo para vendarme. Salí de la casa, miré los dos cadáveres de mi gente y de repente se despertó una rabia en mí, que ya no sentía dolor, porque que no solo perdí hoy mi amor, sino también a mi gente. Pensando, que no podía perder a Alex o alguien más, por eso los encerré en la caseta de vigilancia, y salí solo por el portal de la finca. En la calle había diez autos frente a mí casa. Habiendo calculado las fuerzas, me di cuenta de que el juego no estaría a mi favor, pero tenía que ganar tiempo, para que Tina pudiera escapar. Me metí las pistolas bajo el cinturón y encendí un cigarrillo. La adrenalina me desgarraba por dentro, corría por mis venas como fuego, dejándome sin piel y estallando por mis fosas nasales en humo caliente. "Yo solo puedo enfrentarme con los viejos del consejo, incluso si traen un ejército con ellos. Me quedaré enfrente y miraré a sus rostros asustados. Me importa un comino sus soldados de plomo con cañones. Quiero que vean, que yo solo puedo matarlos."- se pasó por mi cabeza. De hecho, en este momento todo daba igual. No tenía miedo morir en absoluto, lo principal era que Tina pudiera huir y vivir. Como un rayo de sol, entro en mí, un pensamiento: Tina debía vivir de la manera que ella quisiera. Entendí perfectamente que necesitaba una relación real, seria, confiable. Con alguien que pueda amarla como se merecía, que le diera una vida normal. Yo no era ese hombre, porque la arrastraré a esta mierda, le quité sus sueños de convertirse en una ganadora, una abogada, la puse en peligro, de lo que ahora necesitaba salir y lo único que quería era que se olvidara de todo eso, como una pesadilla. La dejé marchar, la solté, le di la libertad.  
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