CAPÍTULO DIECINUEVE Alec estaba en la proa del barco y miraba hacia el misterioso puerto delante de ellos. Observó paralizado mientras navegaban entre formaciones de roca, hallando su camino tortuosamente por el archipiélago de las Islas Perdidas. Pasaron una isla abandonada tras otra y todo estaba cubierto por una manta de bruma y niebla. El silencio era interrumpido solo por criaturas exóticas que saltaban del agua y salpicaban en la niebla; Alec apenas alcanzó a verlas y esto lo hizo pensar en qué más estaría nadando debajo de ellos. Su sensación de incertidumbre por este lugar se profundizó. Las islas se veían muy desoladas aquí en el fin del mundo, separadas del continente por miles de kilómetros de océano y ocultas por la niebla. Alec observó fascinado mientras pasaban enormes roca