Las manos de aquel hombre acariciaba la tierna y tersa piel de la mujer que yace en medio de sábanas blancas, está totalmente desnuda y ve como aquellos ojos marrones la devoran con tal pasión que ella siente como por dentro de ella arde de la pasión que él ha despertado. —Ven— le ruega con la voz entrecortada por el torrente de calor que la recorre— por favor— su voz suplica. Ella vea aquel hombre desnudo que se acerca a ella con una sonrisa que resplandece su rostro. Una sonrisa que le quita toda la amargura. Una amargura que ella arrasó con su amor. — Te amo — murmura aquella voz ronca llena de deseo— y eres solo mía. —Sí, solo tuya…— ella responde con el mismo fervor que él— solo tuya. Ella puede sentir el calor de su rostro y él aún no la ha besado, pero ella l