NARRA CLARA
Siento que me volveré loca si no obtengo una respuesta. Estuve íntimamente con alguien y eso sí está más que seguro, mi cuerpo me lo dice, ¿pero con quién? Si Liam no estaba ahí, ni Ian tampoco y Ángel fue quien me llevó hasta el auto. Él es el único que podría ayudarme a encontrar las respuestas que necesito.
—Tomate esto Clara y cálmate que me estás preocupando. ¿Pasó algo? — me preguntó y yo negué de inmediato. Alana venía siendo como mi mejor amiga y sé que si le cuento mi encrucijada sin ni siquiera yo saber, siento que se pondrá como loca a sacar conclusiones justó como estoy haciéndolo yo ahora y obviamente no en silencio. Ella si lo gritara a los cuatro vientos.
—Ya estoy calmada, es que tome muchísimo y creo que el alcohol, me hizo ver personas no deseadas. — le digo tratando de sonar más tranquila. Eso parece calmarla también.
—Bueno, lo mejor será que te des un baño. Mi abuela Jimena vino a cuidarnos mientras mis padres están fuera de la ciudad. Me pidió venir a que te levantara para que bajes a desayunar. — me dice y nuevamente miro la hora y es algo tarde. Salgo de la cama y voy hasta el baño para darme un baño que tal vez me devuelva la memoria. Trato de pensar en los detalles de anoche y estúpidamente recuerdo lo que hice y dice. Pero la persona no tiene otro rostro más que el de Liam en mi mente. Lo único que sí recuerdo es que esa persona intentaba detenerme y yo literalmente lo forcé.
—¿En qué me he convertido? — digo en voz alta. Cubriendo mi rostro con mis manos. Salgo de la casi eterna ducha.
—No me jodas Clara, mira todo el vapor que sale del baño. Parece que cocinaste un pollo ahí adentro. — dice Alana como siempre de exagerada. Ruedo mis ojos ante su comentario.
—Deja de hablar, que tú eres igual que yo. — le digo y comienzo a buscar la ropa en mi mochila. Cuando tengo ya listo el conjunto me lo coloco y procedo a secarme el cabello con la secadora. Al estar lista, Alana me tomó del brazo y me llevó escaleras abajo.
—Buenos días, Abu Jimena. — saludo al llegar hasta la cocina. Ella me ha autorizado a llamarla abuela, tía, o Abu. Como me sienta mejor decirle ella es un amor de persona. Solo con una palabra te soluciona la vida y no en lo físico o material, si no en lo emocional.
—Buenos días, casi tarde querida. ¿Cómo amaneciste de tu resaca? — me pregunta y no puedo evitar sentirme un poco avergonzada, ya que si lo ponemos en contexto es la primera vez que tomó más de tres tragos en toda mi vida así que, todo esto es muy nuevo para mí.
—Debo de admitir que tengo un fuertísimo dolor de cabeza y una sed eterna, pero de lo demás. Me siento muy bien. — le digo y ella asiente. Parece estar terminando de preparar algo de desayuno para mí. Al voltear a la estufa nuevamente, me hace una pregunta un poco incómoda.
—¿Y de la resaca moral cómo te sientes? — su pregunta me agito y avergonzó un poco. Siento mis mejillas quemar, ella se voltea a verme y comienza a reír.
—Tranquila mi niña es un decir a menos que tengas algo que compartir con esta pequeña anciana. — dice con una enorme sonrisa.
—Nada de anciana, señora. Usted podrá ser pequeña, sí, pero anciana jamás. Tú serás eterna mamita. Mira cuántos infartos te ha querido llevar y tú aquí sigues más firme que un roble. — dice Alana abrazándola y llenándola de besos.
—Sabes que eso no es cierto mi amor y es por eso por lo que al igual que mi madre quiero dejar una marca imborrable en todos ustedes. Solo háganme sentir orgullosa de ir por buen camino siempre de la mano de todos los valores que les inculque a sus padres y a ustedes. — dice suspirando y su rostro cambia un poco de decepción. Toma mi mano y mira con encima de mi hombro haciendo que yo mire hacia atrás donde no mire a nadie. Miro a Alana, la cual está con lágrimas en los ojos ante los comentarios de su abuela. Ellas dos son muy, pero muy unidas. Sin mencionar el parecido que tienen entre ellas. Solo la edad y que el cabello de su abuela se ha tornado grisáceo es la diferencia entre ellas. Porque de lo demás ellas son como dos gotas de agua.
—Estoy enterada de lo que ha pasado entre mis nietos y tú. Hablo de todos mis nietos. — me dice y alzo mi ceja al igual que Alana.
—Es mi deber saberlo todo mi niña. Tal vez más adelante tenga unas palabras sin que esté la mariposa metida aquí presente. — yo asentí levemente y aun su comentario me dejó más descolocada de lo que ya estaba.
—Ven cariño. Tu abuelo quiere llevarme a almorzar y me encantaría que me ayudaras a peinarme y maquillarme. Clara nos acompañara después de comer, ¿Verdad cariño? — cuestiona viéndome y nuevamente sin entender su actitud algo extraña hacia mí, asentí. Doy un pequeño mordisco al tocino y siento la presencia de alguien detrás de mí. Al voltearme me asusté al ver a Ángel el cual se miraba diferente sus ojos estaban algo apagados. No me gusta este Ángel, parece deprimido y me causa un dolor en mi corazón verlo así.
—¿Podríamos hablar? — me pregunta con sus manos metidas en sus bolsillos y su mirada puesta en el suelo.
—Si me miraras a los ojos y me lo pidieras con gusto aceptaría, pero si me lo preguntas así no sabré si es a mi o al suelo a quien le preguntas. — digo tratando de que me vea a los ojos. Al levantarlos me percato que sus párpados están hinchados como si hubiera llorado y eso me alertó. Tomo el plato y el jugo en mi mano.
—Vamos a la habitación, para que me cuentes qué es lo que sucede. — le digo y él solo parece seguirme en silencio. Llegamos a la habitación y pongo la comida sobre la mesita a un lado de la cama. Me senté sobre esta y lo invité a sentarse a mi lado. El lo hace, nos miramos por un par de segundos hasta que él me abraza fuertemente. Su aroma es tranquilizador para mí, pero en este momento es él quien me necesita. Yo le correspondo el abrazo y siento que está temblando.
—Ángel, me estás asustando ¿Paso algo malo? — le pregunto, él asiente y eso me asusta. Me separé de él para verlo, tomó su rostro entre mis manos para hacer que me mirara.
—Dime qué es lo que pasa, por favor. — vuelvo a pedirle, suelto su rostro después de dejar una caricia en su mejilla.
—Anoche tú y yo. — comienza a decir, pero se pone de pie y camina hacia la ventana. Lo veo apretar sus puños y suspirar. Se voltea de golpe a verme.
—Anoche tú y yo hicimos el amor. Te juro que no quise que pasara, trate de detenerme y de detenerte, te juro que así fue. En ningún momento intente aprovecharme de ti, pero debo confesarte que mi mente ya no pudo controlar mi cuerpo en especial cuando te he amado todos estos años desde que éramos niños. —suelta de golpe y siento que estoy a punto de tener un colapso mental en este momento. ¿Eso significa que con quien tuve sexo anoche fue Ángel?
Sentía que el aire me faltaba, ¿en que tipo de mujer me convertí? Soy una cualquiera. Recuerdo muy bien que el se estaba resistiendo y que fui yo la instigadora a que se dejara hacer. “Se te olvida que jamás había tenido contacto físico con otra mujer.” Me grita para rematar mi conciencia. Comienzo a llorar sin poder controlarlo. Me sentí la peor mujer sobre la tierra. Conozco a Ángel y que sea el quien me diga lo qué pasó de frente habla muy bien de él, por otro lado estoy yo. Recuerdo mencionar el nombre de Liam cuando terminamos de tener sexo. ¡Por Dios! Las palabras están nada más atoradas en mi mente, no pueden salir de mis labios. El viene y se arrodilla frente a mi. Toma mi mano.
—Perdóname, te juro que no quise que pasara. Perdóname por favor. — dice el también con lágrimas en los ojos. Yo lloro aún más, Ángel no merece que una mujer como yo le haya quitado su primera vez. No merece estar de rodillas frente a mi pidiéndome perdón. Recuerdo muy bien qué pasó anoche, el alcohol solo alteró mi subconsciente al ponerle el rostro de Liam. Siento que me volveré loca de tanto que tengo en la cabeza que hasta me estoy expresando sin sentido. Él creía estar en falta, pero no era así como lo sentía. Bien si, el es el hombre, pero fui yo quien se montó sobre el, fui yo quien lo beso. Fui yo quien jugó con sus sentimientos. Le rompí su corazón al mencionar el nombre de Liam después de haberlo hecho con él. El acaricia mis manos y no lo soporte mas me fui sobre el y lo abracé.
—No tengo nada que perdonarte. Perdóname, perdóname tú a mi. Eso no debía pasar, no así. Recuerdo todo como pasó, no tienes que explicarme nada. Perdóname, Ángel. Perdóname por faltarte y por lastimarte al mencionar el nombre de alguien más. — le digo eso sollozando. El me apretó aún más fuerte entre sus brazos.
—Entiendo que fue por la influencia del alcohol en tu organismo. No te sientas mal. Te perdono si tú lo haces y si prometes que esto no cambiará nuestra amistad. — me dice y yo no le logre responder porque el me abraza nuevamente y me da un beso en la frente.
“Ángel tu mereces mucho más de lo que yo te puedo ofrecer, no puedo corresponder a tu amor, no después de lo que ha pasado con tus primos y es por eso que necesito alejarme de ti también.”