―¿Es ella otra vez? ―preguntó Sabrina. ―Sí, mandó más fotos ―levanté la mirada hasta toparme con sus ojos―. ¿Las querés ver? ―le pregunté, siguiendo mis impulsos libidinosos. ―Y… no sé, no corresponde… ―Pero te da curiosidad. ―Eh… sí, claro, pero ella mandó las fotos para vos… no para mí. ―Vos sos mi psicóloga, y por lo tanto no podés contarle a nadie sobre esto. ―No, claro que no. ―Entonces no veo que ocasione algún daño, vos bien dijiste que las fotos son para mí, y si yo decido mostrártelas, entonces vos no estarías haciendo nada malo. Yo puedo mostrarte cualquier cosa que considere que pueda ser favorable… para la terapia. ―Emmm… puede ser… si es decisión tuya… ―evitó el contacto visual y volvió a tomar café hasta vaciar el vaso. Volví a llenarlo, con el café del termo. ―E