Una semana más tarde regresé al consultorio, me senté en la silla que me correspondía y Sabrina tomó asiento en su lugar.
―¿Cómo estás hoy, Tyson? ―me preguntó.
―No muy bien.
―¿Por qué motivo? ―me miró preocupada.
―Porque la semana pasada te prometí que hoy te contaría cuál es mi problema, pero la verdad es que todavía no me siento preparado para hablar de eso.
―Por eso no te preocupes, no te sientas presionado a contarme cosas.
―Pero si no cuento, ¿de qué vamos a hablar?
―Seguramente surgen un montón de temas. Hagamos una cosa, vos contame lo que quieras sobre tu vida, tu semana, tus libros, lo que se te ocurra. No tiene por qué ser algo dramático. Mucha gente piensa que a terapia sólo se viene a hablar de problemas, y no es así. Al menos no es mi forma de trabajar. Yo valoro mucho que los pacientes hablen de cosas que los hacen sentir bien. Sirve de mucho encontrar esos puntos positivos a los que puedan aferrarse.
―Bueno, en algo tenés razón. Yo pensaba que el psicólogo era sólo para hablar de problemas.
―Claro que no, también puede ser un sitio para relajarse un poco y hablar de cosas agradables. Los problemas van a ir surgiendo solos, en la conversación. Así que no te preocupes, contame lo que quieras. Y, como te dije, muy útil saber cuáles son esas cuestiones positivas en tu vida, ya que se pueden reforzar durante la terapia.
―Entiendo. Mmm… no sé qué contar.
―Lo primero que se te venga a la cabeza.
Pensé durante una fracción de segundo y dije:
―Mi ex novia ―inmediatamente me arrepentí de haberla mencionado―. Uh, debo haber quedado como un traumado, pero no era mi intención.
―Tyson, yo no estoy sacando ningún tipo de conclusiones, ahora mismo sólo te estoy escuchando, así que hablá tranquilo y no te preocupes por qué pueda opinar yo. Decime, por qué pensaste en ella.
―Porque hoy es el cumpleaños, está cumpliendo los treinta. Solamente por eso me acordé de ella. Relacioné la fecha.
―Bueno, pero ya que salió el tema, ¿qué más me podés contar de ella?
―Mmm… se llama Kylie, y estuvimos juntos durante dos años y un par de meses. Luego yo decidí cortar la relación.
―¿Por qué motivo?
―Porque los dos queríamos cosas diferentes para nuestras vidas. Ella quería casarse y tener hijos, en cambio yo no me sentía preparado para eso.
―¿Esto pasó hace mucho?
―No tanto, cortamos hace dos años. Otro de los problemas fue que ella consiguió trabajo en otra ciudad, y quería que nos mudáramos juntos; pero yo no quería irme, acá tengo a mis viejos y a mis amigos. Ella se lo tomó a mal, yo me enojé y al final decidí cortar la relación. Ella se enojó todavía más, me dijo de todo. Le aclaré que yo le tenía aprecio, y que al menos podíamos seguir siendo amigos. A ella no le agradó para nada la idea, me dijo que prefería no hablarme nunca más; después de eso se fue.
―¿No volvieron a hablar?.
―Sí, unos ocho meses después de cortar, ella me habló y me dijo que había entendido todo mejor y que prefería ser mi amiga antes que no volver a hablarme. Desde ese día empezamos una buena amistad a distancia, porque ella se mudó. Hasta ahora nos llevamos muy bien, justamente hoy la llamé por teléfono para saludarla por el cumpleaños.
―Ah, qué bien ―Sabrina sonrió―. Está bueno que hayan llegado a un acuerdo y que se lleven bien.
―Sí, porque en realidad no cortamos porque nos odiáramos o por alguna infidelidad o algo así, fue sólo por una cuestión de diferencias a la hora de planificar nuestras vidas. Me alegra que seamos amigos.
―Nunca tuve esa suerte con mis ex novios.
Me quedé sorprendido, mirándola como si no pudiera creer que ella fuera una persona, y que pudo haber tenido pareja.
―¿Pasa algo? ―preguntó.
―No… es que no esperaba que me contaras algo de tu vida personal, pensé que los psicólogos siempre mantenían mucha distancia con los pacientes, y nunca hablaban de sus vidas personales.
―Bueno, hay psicólogos que trabajan de esa manera, pero yo no. A mí me gusta que la terapia sea una conversación de ida y vuelta, y que sepas que estás hablando con otro ser humano, y no con un robot que analiza cada palabra en busca de una patología.
―Me gustó eso del robot que busca patologías, te podría robar la idea y usarla en una de mis novelas de ciencia ficción.
―Si esperás sacar buenas ideas de mí, vas mal, nunca tuve mucha imaginación. Una vez me anoté en un curso de literatura, donde enseñaban a escribir cuentos, y abandoné en menos de dos meses, porque me di cuenta de que eso no era para mí. Nunca se me ocurría una buena idea.
―¿Te gusta leer novelas?
―Sí, pero no leo muchas.
―Puede que ese sea el problema, leer mucho ayuda a desarrollar la imaginación.
―Eso es cierto; pero siempre fui muy vaga para la lectura.
―Eso es raro, viniendo de una psicóloga, porque habrás tenido que leer mucho durante tus estudios.
―Sí, pero eso es diferente, porque lo hacía con un sentido de responsabilidad, en cambio leer novelas es algo que uno hace por gusto, cuando tiene ganas y tiempo libre.
―Es verdad ―me estaba sintiendo mucho más relajado, Sabrina debía ser muy buena en su trabajo porque ya se estaba ganando mi confianza.
―Volviendo al tema de tu ex ―dijo―, ya me contaste cómo fue la separación, ¿ahora me podés contar cómo fue la relación, mientras duró?
―Sí, claro. Fue una relación muy buena, rara vez discutíamos y siempre llegábamos a un acuerdo. Vivíamos juntos, en una casa que alquilábamos entre los dos, ahí teníamos todas las comodidades. Lo mejor de todo era que nadie nos molestaba, por eso cogí… emm… teníamos relaciones sexuales muy a menudo. ―Sentí como las mejillas se me ponían rojas. De pronto tuve ganas de irme a mi casa, pero sabía que marcharme en ese momento sólo me haría quedar peor.
―Ibas a usar otra palabra ―Sabrina sonrió.
―Eh, sí, perdón, casi se me escapa.
―No pidas perdón por eso, sino por no haberla usado.
―¿Eh?
―Sí, te dije que no hables sintiéndote forzado a limitar tu lenguaje. Es cierto que hay psicólogos bastante ortodoxos, a los que les gusta mantener una sesión lo más formal posible; pero ese no es mi caso. Considero que es un gran problema exigirle al paciente que se comporte de manera rígida. Esto impide conocerlo tal cual es. En esta profesión lo más importante es la comunicación, y otro factor de peso es la personalidad del paciente, es decir, vos. Si tu intención es que te conozca bien, para poder ayudarte, entonces mostrate tal cual sos. Olvidate de las formalidades.
―Es que cuando hablo de temas sexuales, con gente de confianza, me puedo poner muy… chabacano, o soez.
―¿Y cuál es el problema?
―Qué vos podrías ofenderte.
Ella esbozó una sonrisa aún más grande que la que tenía previamente y se acomodó los anteojos.
―¿Ofenderme? ¿Yo? No podría trabajar de psicóloga si me ofendiera cada vez que alguien dice la palabra “coger”. La escucho todo el tiempo. Hay gente a la que no le importa en lo más mínimo decir eso frente a los demás, e incluso decir muchas otras palabras relacionadas al tema. Y no, a mí no me ofende en lo más mínimo, porque no estoy para juzgar al paciente, sino para conocerlo tal cual es. Sin máscaras. Además, después de tanto escuchar las barbaridades que me cuentan, ya soy totalmente inmune a ese tipo de lenguaje.
―¿Te cuentan muchas barbaridades sexuales?
―¡Un montón!… ahora mismo prefiero no darte ejemplos…
―Claro, para no violar la privacidad del paciente.
―No necesariamente. O sea, si yo te cuento algo sobre otro paciente, sin darte su nombre, para vos es una persona anónima. Así que la privacidad de ese paciente no se estaría violando. Al menos yo lo entiendo de esa manera. En la universidad tuve profesores que nos contaban casos reales, de pacientes que tuvieron ellos, y esto nos servía muchísimo para entender ciertas problemáticas. A veces yo uso algunas anécdotas de otros pacientes, durante la terapia. Esto es muy útil, porque algunas personas atraviesan por situaciones similares, y saber que hay otros que están en la misma, los ayuda a no sentirse tan extraños.
―Entiendo.
―Y volviendo al tema s****l, algunos de mis pacientes han llegado a ponerse sumamente explícitos y gráficos al momento de narrarme alguna de sus anécdotas. Se notaba que necesitaban sacar eso de adentro. ―Me quedé rígido, eso era exactamente lo que me pasaba a mí. ¿Ella estaba hablando sólo por hablar, o había dado en la tecla conmigo?― Nunca le dije a un paciente que se midiera con lo que me estaba contando, va en contra de mis principios como profesional.
―Imagino que algunas personas te habrán contado cosas muy fuertes.
―Así es. Al principio me costaba un poco procesar toda esa información. Pero con el tiempo aprendí a hacerlo mejor. Bueno, también me ayudó mucho mi mentora, una psicóloga llamada Cassandra Donati. Con ella aprendí un montón de cosas sobre esta profesión, y sobre mí misma. Que los pacientes me cuenten anécdotas sexuales es parte de mi profesión. Así que no te preocupes, vos hablá normalmente, así nos vamos a entender mejor.
―Está bien, voy a intentarlo.
... Continuará