Por todo el mareo, Zamira no podía casi caminar, así que, para no perder su paciencia, Derek la toma entre sus brazos y la lleva hasta el auto. —¡Llévanos a la mansión!— Dijo al chofer. Zamira no se había despegado del pecho de Derek, no tenía voluntad propia para hacerlo. Era increíble como Derek se centraba en que el pelo no tapara la cara de su esposa. La miraba dormir y parecía ser la persona más correcta que había conocido, pero su mente y corazón le decía que no lo era. Después de media horas, finalmente habían llegado a la mansión. Zamira ni siquiera se había despertado, aparentemente tenía un sueño profundo. Una vez más, Derek la toma entre sus brazos y la lleva hasta su propia habitación. La acuesta en su cama y la ve acomodarse plácidamente. No puede dejar de observarla, h