6. Confesiones

1638 Words
El ambiente de pronto se volvió algo tenso, Darío pensó que ella no preguntaría más sobre el tema, que lo olvidaría o simplemente lo pasaría por alto, con desilusión notó que no era así. — ¿Por qué sigues insistiendo en algo como eso? — Porque usted me provoca demasiada curiosidad — dijo convencida, sus palabras hicieron eco en ambos y casi podía prestarse a una malinterpretación. — ¿No eres así con todos los nuevos? — Por supuesto que no. — ¿Solamente conmigo? — Darío sonrió con autosuficiencia, y aquello no pasó desapercibido para Samanta. — No es lo que usted piensa… — replicó Samanta, ordenó sus ideas y comenzó a hablar — No todos los días tengo a un titular de vecino y la verdad es que no entiendo cómo es que vive en nuestro edificio con el puesto que tiene. Además, pareciera que todo mundo le conoce, como si fuera una celebridad en la firma y no puedo creer que yo sea la única que no sepa quién es. Y sobre todo… — Samanta soltó un suspiro y de nuevo clavó su mirada en la de él — porque quiero aprender de usted. Darío sonrió por la reacción de la chica frente a él, vio total honestidad en su mirada, parecía desesperada y un poco nerviosa, pero al mismo tiempo notó que aquello no la detenía para saciar su curiosidad. Recordó como la conoció, su sensatez y también su genuina preocupación por un total desconocido y reconoció que tal vez el motivo principal por el que no quería revelarle quien era en realidad era porque no quería que su trato con él cambiara. Tuvo una pelea interna para tomar una decisión y aunque no estaba del todo convencido, los sucesos del día anterior lo animaron. — ¡Vaya! No esperaba que provocara tanta curiosidad en ti — le dijo y antes de que ella pudiera responder, volvió a hablar — Pero viendo que lo consideras algo importante y sabiendo que tarde o temprano lo vas a descubrir, supongo que debo decirte quien soy. — Eso me gustaría mucho, arquitecto. — Pues bien, mi nombre completo es Darío Villaverde Monsiváis, me gradué de la carrera en arquitectura en el 2011, tiempo después me especialicé en arquitectura de proyectos, he trabajado durante algunos años en el extranjero y actualmente soy titular en esta firma de la cual seré el próximo director. Samanta no sabía que decir, recordó las palabras de Frank “se trata de alguien importante, así que compórtate” y se maldijo internamente por no hacerle caso, no solamente era un arquitecto con experiencia, sino que también era el dueño de una de las firmas más importantes del país y su jefe, recordó el comportamiento que había tenido momentos antes y volvió a maldecir su suerte. — No creo que tenga una larga trayectoria como para haberte dejado muda de la impresión. — Creo que debo disculparme más veces — susurró Samanta para sí, pero el hombre frente a ella la había escuchado perfectamente y la única reacción que obtuvo fue una sonrisita. — No es necesario, además se podría decir que estamos a mano — Darío alzó su mano vendada. — En fin, ¿estás satisfecha con mi respuesta? — Totalmente. — Perfecto, sé que es una tontería y como tu lo dijiste anteriormente, soy demasiado conocido en la firma, sin embargo, me gustaría mantener un perfil bajo y me agradaría mucho que nuestro trato no se vea comprometido por esto. — Claro, arquitecto. Lo que usted convenga. — Ok, entonces, te dejo revisar las especificaciones del cliente y ¿te parece si comenzamos el diseño de propuestas mañana? — Darío deslizó una memoria USB por la mesa. — Sí. — Muy bien, te puedes retirar. — Gracias — Samanta agarró la memoria USB que le había alargado anteriormente y después se dirigió a la salida, se sentía perturbada, su cuerpo estaba ahí, pero desde la confesión de Darío… su mente la había abandonado. Darío notó como la chica abandonaba su oficina y después sintió como si pudiese volver a respirar, se sentía aliviado de haber compartido directamente su secreto con alguien. Por supuesto que no era lo mismo que todos supieran quién era y que él les evitara, a haberlo confesado… Ahora el revelar los motivos que lo habían llevado a comportarse así, serían otro tema y claramente no era algo que él estuviese preparado para decir. Por su parte, la mente de Samanta se llenaba de preguntas “¿Como tratar a mi jefe? ¿Como tratar al dueño de la firma donde trabajo? ¿Cómo empezar desde cero con una persona?”, pero a ninguna pudo darles respuesta. El unico alivio que le quedaba era que Darío parecía no estar molesto con ella y muestra de ello era que le había ofrecido trabajar en su proyecto, sabía que debía aprovechar la oportunidad que le estaba dando para demostrar que era excelente en su trabajo, que para el final del día era lo unico que debía importar. La curiosidad sobre la identidad de su vecino había sido saciada, aunque para ella el querer ocultar quién era y lo que representaba, le parecía muy extraño, sabía que no debía meterse en ese tema, pero tampoco pudo evitar no pensar en ello. ** Los días comenzaron a pasar con rapidez y pronto se volvieron rutinarios para los dos, la mayoría del tiempo la pasaban en el despacho desarrollando las propuestas del proyecto, otros días debían salir al campo para revisar el terreno, entre otras cosas. — Te tengo una buena y una mala noticia ¿Cuál quieres escuchar primero? — le preguntó Darío a Samanta pasada la primera semana de trabajo. — La buena. — Ok, la buena noticia es que te pagaré extra — le dijo, y viendo la expresión de la chica notó que no estaba feliz. — ¿Y la mala? — La mala es que el cliente ha reducido el tiempo de entrega y necesita ver las propuestas para el lunes. — Pero es jueves… — Lo sé, tenemos tres días para terminar el plano y sacar los presupuestos de ambos proyectos. — ¿tres días? — Viernes, sábado y domingo — confirmó el chico, Samanta se pasó una mano por la cara, se notaba preocupada. — Son muy pocos días ¿Cree que podamos lograrlo? — Será difícil, pero confió en que sí. Y con ello, las idas a la oficina se redujeron por completo y ambos comenzaron a trabajar desde sus departamentos, o mejor dicho, desde el departamento de ella, pues ignorando la idea de Noa de llamar a alguien para que le arreglara el departamento de Darío, este seguía siendo un total desorden. El departamento de Samanta era pequeño, pero estaba muy bien distribuido, la sala y la cocina estaban juntas en un mismo espacio y una pared las dividía de la habitación y el baño. Montaron un pequeño estudio de arquitectura en la sala, colocando un restirador cercano a la ventana y dejando la mesa libre para trabajar con el ordenador. — Tiempo de un break — anunció el chico cuando revisó la hora en el reloj de la pared. Él era el encargado de administrar las actividades que se hacían, así como también los descansos que se tomaban. — Deme unos minutos más — le pidió Samanta al otro lado del cuarto mientras se inclinaba sobre el restirador y hacía unas líneas. — Como quieras. Darío se levantó de su asiento y después de estirarse un poco se dirigió hacia la cocina, prendió la cafetera y buscó una taza en uno de los muebles. Mientras observaba como el café se vertía, pensó en lo extrañamente cómodo que se sentía estar en aquel departamento después de diez horas de estar trabajando ahí, lo unico que le parecía extraño era Samanta y pronto se dio cuenta que no era por su persona, sino por la manera en la que estaba vestida: pijamas y sandalias, justo como el día que se conocieron. — ¿Necesitas más café o estás bien? — preguntó en voz alta. — Estoy bien. — Perfecto. Después de unos minutos se sirvió una taza de café y volvió a la sala, al notar que Samanta no dejaba de trabajar dirigió su atención a un librero cercano, contempló los títulos, en su mayoría eran libros de arquitectura, un puñado era literatura romántica y otro era sobre inteligencia emocional, pero de entre todos le llamó la atención un pequeño cuaderno que resaltaba por ser de color rojo. Darío era una persona que valoraba mucho la privacidad, por lo que no era comprensible lo que estaba a punto de hacer, aunque en el fondo él lo sabía: curiosidad. Dejó su taza a un lado y sacó el cuaderno de su lugar, al momento notó que era una agenda, la abrió en medio y leyó mentalmente: 8 de agosto, primera cita con el chico del club de lectura, 19 de agosto: primera cita con el amigo de Damián de la universidad “H”. Pronto se dio cuenta que el resto de anotaciones eran similares, primera, segunda y tercera cita, pero los chicos cambiaban, le parecía extraño que en vez de usar sus nombres solamente les dedicara una pequeña descripción, siguió pasando las páginas y de entre ellas cayó un pedazo de papel, lo recogió y leyó: “Pienso que has tenido horribles citas durante todos estos meses, pero deberías probar con la última. Dame otra oportunidad. Plaza Alameda a las 10. Álvaro” Volvió a dirigir su atención a la agenda y buscó rápidamente ese nombre entre las anotaciones, pero no encontró nada. — ¿Quién es Álvaro? —preguntó girándose hacia la chica que tenía a la espalda. ▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
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