Capítulo 4. Bestia

2248 Words
—Mira, Gael. Esa es una preciosura —le muestro a mi sobrino una hermosa morena que camina por el centro de Tennessee al lado de otras dos chicas. Me es inevitable no recorrer su cuerpo con la mirada, un par de esbeltas y largas piernas, sobresalen de una minifalda que no deja nada a la imaginación, acompañada de una blusa escotada, con la que muestra unos redondos pechos que casi quieren ser liberados. Lamo mis labios, al darme cuenta de que jamás me había fijado en ella y que definitivamente tendría que hacerlo pronto. —Dice mamá que no debo de escucharte, tío Anthony, de hecho, va a enfadarse contigo por haberme sacado de la casa de la abuela —dice mientras se sostiene de la montura, a la vez de que seguimos cabalgando por el centro de la pequeña ciudad. Lo ignoro y acerco el caballo justo donde las chicas caminan, los ojos marrones de aquella morena se fijan en los míos de inmediato, dibuja en sus labios una maliciosa sonrisa para terminar por morder su labio inferior. —Hola, señoritas —las saludo al sostener mi sombrero por el frente, para mover mi cabeza en afirmación. —Hola, Anthony —responden al unísono, tuerzo una sonrisa al ver como el rubor se apodera de sus mejillas de forma inmediata. Les guiño un ojo, sintiéndome orgulloso del impacto que suelo causar en las mujeres. —Que niño tan hermoso, ¿es tu hijo? —musita la morena con ternura al dedicarse a mirar a Gael, quien de inmediato, dibuja una sonrisa llena de malicia, a la vez de que imita mi gesto a la hora de saludar, lo que me hace sentir orgulloso. —Mi sobrino —digo de inmediato al golpear con suavidad la cabeza del enano frente a mí para que diga algo. —El tío Anthony dice que eres una hermosura, y tiene razón —indica en respuesta, lo que me hace sentir orgulloso al tenerlo a mi lado, pues por lo general, las chicas terminaban por derretirse ante el encanto de un niño. Casi puedo escuchar un pequeño “aww” por parte de las mujeres, que ahora se encuentran retorciendo las puntas de sus cabellos, a la vez de que al parecer no encuentran una posición cómoda de cómo pararse, pues acomodan su peso de un pie a otro, a la vez de que las otras flacas tratan de sacar pecho. Carraspeo, mientras trato de ocultar la diversión que me provoca ver la forma en que las mujeres se transforman cuando se encuentran a mi alrededor, casi parecían bestias salvajes, dispuestas a devorarme si se los permitía. —Si es un encanto —farfulle ella—, ¿verdad, chicas? Las otras dos asienten con la cabeza de forma animada. Las observo y les sonrío con picardía, tampoco estaban tan mal, pero, comparadas a su amiga, se quedaban cortas. —Iremos a The Stage Bar a tomarnos algo —me comenta la pelirroja a su lado, llevando una mano hasta su frente haciendo ademán de que el sol la molesta—, está muy caliente aquí y queremos refrescarnos, ¿quieres venir? Miro a Gael, el pequeño rubio hace intento de hablar, pero le tapo la boca con la mano de inmediato. —Justo ahora llevo a mi sobrino a la casa de su amigo Thomas, lo dejo y enseguida las alcanzo —digo al comenzar a cabalgar con gran rapidez para alejarme de ellas. —Tío Anthony, ¿no íbamos a comprar las vitaminas de los caballos? —Tú vas a jugar unas horas con tu amiguito y luego paso por ti —farfullo al darle un golpecito en el hombro. —Mamá va a enojarse mucho contigo. —Si le dices algo de esto a tu madre, te aplasto como a una cucaracha. En vez de asustarse por mi amenaza, Gael se echa a reír, para luego comenzar a hacer planes sobre lo que hará con su amiguito Thomas durante las horas en que lo dejaría solo. Después de pedirle a la madre de Thomas que lo cuidara un par de horas por mí, me regreso al The Stage Bar, ignorando la mirada de fastidio que me dedicó la mujer al hacerla cargo de un niño que no es suyo. Con un movimiento de cabeza, saludo al grandulón que siempre cuida la entrada, quien me contesta con un gesto algo despectivo mientras me mira de arriba abajo, para luego desviar la mirada. Con un encogimiento de hombros, me dirijo hacia la barra, a la vez de que trato de echar un vistazo a mi alrededor en busca de las chicas que miré en el camino. —Hola, Anthony —me saluda una hermosa rubia que está detrás de la barra justo cuando me siento en uno de los taburetes. Tuerzo una sonrisa y la miro de arriba abajo, sin tener una puta idea de quién es, cosa que verdaderamente no me importa, pues me gusta lo que veo; un escote bastante pronunciado que me deja ver un enorme par de pechos. —Hola —respondo a su saludo, a la vez de que trato de recordar si la había visto en algún lugar, o si simplemente, la razón de conocer mi nombre era a la buena reputación que tenía en los alrededores. —¿Algo de tomar? —Una cerveza por favor —pido, mientras me volteo para buscar a la morena nuevamente. Desde que la miré en la calle, las ganas de follarla me invadieron, j***r, si es que de solo imaginar la forma en que se sentiría meter mi mano bajo esa faldita que llevaba con ella, provoca que mi hombría palpite dentro de mis pantalones necesitando ser liberada, lo que me hace acomodar mis pantalones para tratar de relajarme. —Aquí tienes tu cerveza, guapo —susurra la chica de la barra al acercarme la cerveza. Su mirada me recorre de forma descarada, deteniéndose más del tiempo necesario en mi entrepierna, lo que la hace morder su labio inferior mientras juega con su cabello. Una pequeña sonrisa se forma en mis labios al negar con la cabeza, a la vez que me pregunto el motivo que lleva a todas las chicas tocar su cabello cada vez que tratan de coquetear, ¿acaso era una especie de seguridad que encontraban en sí mismas? O simplemente lo hacían sin pensarlo. —Gracias… —Fernanda —se presenta al estirar su mano en mi dirección. —Fernanda —repito. La rubia se inclina sobre la barra, lo que hace que su escote se perciba de una menor manera, es en ese instante, que me olvido por completo de la morena que miré hacía un rato, para ahora concentrarme en el mujerón que tenía frente a mí. —Casi no hay clientes a esta hora —susurra con voz traviesa al acercarse lo suficiente, para darme una buena vista de sus atributos—, así que en este momento iré acá atrás a revisar las botellas de vino, por si te interesa acompañarme —concluye al guiñarme un ojo para después enderezarse. Lamo mis labios al apreciar su buen formado trasero, el cual lucía bastante bien bajo aquellos jeans ajustados que modelan su figura; la rubia abre una puerta al otro extremo, dedicándose a mirarme una vez más sobre su hombro, como si con eso terminara por confirmarme su invitación. Tomo la botella de cerveza y la llevo hasta mis labios, para luego vaciar el contenido en mi boca sin siquiera parar a respirar. Justo cuando la he secado, la devuelvo a la barra para luego saltar sobre ella. Prácticamente corro hacia el sitio donde la chica había ingresado, cierro la puerta con seguro tras de mí mientras me detengo a apreciar la mejor vista que pude haber tenido durante todo mi día. La rubia se encuentra sin la parte de arriba, mostrándome sus perfectos pechos mientras sostiene su sujetador con un dedo, una sonrisa cargada de malicia se forma en sus labios, a la vez de que me llama con su dedo índice. —¿Qué tal si vienes y me demuestras con hechos que todo aquello que he escuchado sobre ti, es real? Dejo mi sombrero sobre uno de los congeladores, para después comenzar a desaprovechar mis pantalones, salgo de mis zapatos al mismo tiempo en que busco un condón en mi billetera, no era el tipo de hombre que le gusta perder el tiempo, si una mujer tiene ganas de que le demuestre lo que puedo hacer, pues con gusto podría complacerla. —Para mí será un placer —respondo al terminar por salir de mis pantalones y mi camisa, quedando completamente desnudo frente a ella. Sus ojos se agrandan al apreciar mi hombría, la miro pasar saliva con fuerza a través de su garganta, lo que me hace contener una carcajada, con grandes zancadas me acerco hacia ella y la arrastro hacia mí, aplastando sus pechos desnudos contra mi cuerpo, arrancándole un fuerte gemido en cuanto mi boca se estrella contra la suya sin siquiera darle tiempo de decir una sola palabra más. Llevo una mano hasta su cabello y lo tomo para jalarlo levemente hacia atrás, encontrando con ello la mejor manera para degustar de su cavidad. Con mi otra mano, me dedico a masajear sus pechos, pellizco sus pezones hasta erguirlos por completo, consiguiendo que su cuerpo sea atravesado por espasmos, a la vez de que trata de sostenerse de mis hombros. Muerdo su labio inferior, conteniendo una nueva sonrisa al notar todo lo que provocaba en su cuerpo con solo acariciarla, a pesar de no haberla dejado sentir mi hombría. Deslizo mis labios a través de su cuello, chupando, mordisqueando, besando… hasta que al final, termino por hundir mi rostro en sus enormes pechos, mientras con mis agiles dedos abro su pantalón para después deslizarlos hacia abajo hasta que logra salir de ellos. Aquel pequeño lugar se llena de sus gemidos desesperados mientras prácticamente me ruega para que termine de torturarla; separo sus piernas y sin siquiera prepararla, hundo dos de mis dedos en su interior, comprobando que aquella mujer está completamente lista para mí. Gruño contra sus pechos al sentir lo húmeda que está, j***r, si el solo pensamiento de lo que era capaz de provocar en las mujeres, me calentaba aún más. La masturbo por algunos minutos, hasta dejarla al borde del orgasmo, lo que le impido llegar, pues saco mis dedos y la giro con rapidez, con una mano empujo su espalda levemente mientras que, con la otra, aprieto uno de sus senos, para después hacerlo con el otro. Con mi pie separo más sus piernas para al final, terminar por hundirme por completo en ella, arrancándole un nuevo grito cargado de placer.   Muerdo su espalda con suavidad, tratando con ello de ahogar mi propio gemido de placer al sentir lo deliciosa que estaba aquella rubia. Comienzo por penetrarla, doy estocadas fuertes y profundas, salgo de ella y vuelvo a entrar hasta el fondo, haciendo que sus caderas se estremezcan ante cada una de mis penetraciones. Mi celular comienza a sonar por algún punto en el suelo, pero lo ignoro, pues tan solo me dedico a sostenerla con firmeza mientras continúo embistiéndola, buscando mi propia liberación. El cuerpo de la rubia comienza a ser traspasado por espasmos, su interior se contrae mostrándome que estaba a punto de terminar, lo que me hace moverme con mayor rapidez para acabar con mi tortura. Un par de estocadas más y su cuerpo termina por relajarse, a la vez de que sus labios salen un largo gemido de satisfacción. Su espalda sube y baja en una lenta respiración, mientras prácticamente se desploma sobre la mesa frente a ella. Cierro los ojos y suspiro con suavidad, tratando de controlar los latidos de mi corazón, salgo de ella y doy un par de pasos hacia atrás, dedicándome a quitar el condón para luego hacerle un nudo para tirarlo al cesto de la basura. —Definitivamente —su voz sonaba satisfecha, me mira sobre su hombro y se ríe mientras niega con la cabeza—, fue mejor de lo que me han contado. Le guiño un ojo y le dedico una pequeña sonrisa mientras comienzo a vestirme. —No dejes que te cuenten, es mejor vivirlo, ¿No? Vuelve a asentir con la cabeza, a la vez de que se gira para quedar frente a mí. —Eso fue grandioso. Abotono mi camisa y me pongo los zapatos para después tomar mi sombrero, lo coloco sobre mi cabeza y termino por hacerle una pequeña reverencia. —Ha sido un placer, Francisca. —Fernanda —me corrige al fruncir el ceño. —Fernanda —repito al negar con la cabeza—, perdona, solo soy pésimo con los nombres. Me giro y salgo del lugar con una enorme sonrisa en mis labios, vine a buscar a una chica que no encontré, pero, al final no podía negarme, terminó siendo mucho mejor de lo que lo imaginé. Salto por la barra y luego saco unos dólares para dejarlos sobre esta, había tomado una cerveza que no había pagado. Después, termino por salir del lugar mientras reviso el teléfono. Me echo a reír a la vez de que voy en busca de mi caballo, pues tal parecía que Lena ya se había enterado de la ausencia de su hijo Gael, por lo que, justo ahora me amenazaba con castrarme. 
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