Bueno, ahora admitía que cuando acepté el trabajo en Tennessee, esperé por lo menos que fuese en la parte urbana, cosa de la cual me había equivocado. Ahora nos encontrábamos bajando de un taxi en el centro de un pueblo que para lo que yo estaba acostumbrada ver día a día, resultaba ser extremadamente pequeño. Había establecimientos, pero, nada comparado a Seattle, además, el calor era insoportable y el olor a estiércol impregnaba en el aire. —¡Ja! ¿Qué esperabas? ¿Rascacielos? —pregunta Isaac al detenerse a mi lado. Lo miro, una expresión cargada de diversión atraviesa su rostro, mientras las comisuras de sus labios se levantan en una pequeña sonrisa. —Como que haber aceptado ese trabajo sin detenerte a pensar en los contras, no te parece tan buena idea ahora, ¿verdad? Mi hermano