Emira miraba el parque mientras estiraba. Personas relajadas caminaban sonriendo y charlando, otros muy ocupados en sus propios asuntos ni siquiera levantaban la vista cuando iban de paso. Ella le echó un vistazo al guardia que la seguía. Jordan había insistido en que no podía estar sola y al menos era un avance el que pudiera tomar aire y entrenar fuera. Habían insistido en el internado que se mantuviera de ese modo: Tranquila, serena, liberada. Sólo así podía ser completamente sumisa y aunque le valía un cuerno debía fingir no sólo serlo, sino ser la mejor en ello mientras su esposo no confiara en su completa entrega al maldito matrimonio. Emira fantaseaba con reírse en la cara de Jordan mientras era él quien suplicaba compasión. Ella lo despreciaba y a la vez se despreciaba a sí misma por ser tan ingenua como para enamorarse de él. Porque aunque Emira se lo negara hasta al mismísimo Dios ella estaba muy segura de que los sentimientos que había desarrollado por Jordan Fox en algún punto debían desaparecer. Sólo era lujuria y deseo, no era nada más y pronto su cuerpo comprendería lo confundido que había estado por un subidón hormonal.
Había aprendido a liberarse por su cuenta. No necesitaba de nadie para satisfacerse sexualmente y era una epifanía para ella quien siempre pensó lo contrario aún encontrando placer en tocarse a sí misma.
Volvió al edificio siendo seguida por la típica camioneta negra en la que los hombres de los Fox se trasladaban. Ella entró sin que nadie le pidiera identificación alguna y subió al piso en el que su esposo y ella vivían.
Carmela limpiaba la sala e hizo un gesto de bienvenida a ella. Emira intentaba no interactuar mucho con ella, aunque sabía que no hacía nada malo porque estaba claro de que Jordan no follaba con ella sino que la castigaba haciendo de esto su propio placer, ella también veía la adoración con la que observaba a su Amo cuando lo tenía cerca.
Caminó hacía su habitación, todo perfectamente limpio mientras dejaba un camino desordenado de la ropa que se quitaba y se introducía en la ducha lista para refrescarse.
Jordan salió de una reunión, un nuevo cargamento de dinero entraría por los ductos de la ciudad. Sus hombres se encontraban en sus lugares vigilando que no se tratara de una jugarreta de los federales. Tenían sus ojos sobre sus pasos al parecer.
Eduard había tomado una buena jugada y era la de mostrarse como un caritativo padre soltero. La prensa había adorado la historia en la que una joven con la cabeza en fiestas y disparates le había dejado a su hija de meses y él se había hecho cargo de la pequeña Zairy.
Su media hermana aún era una sorpresa que no le había presentado a Emira, la pequeña aún no terminaba de desarrollarse y tenía terminantemente prohibido recibir más visitas de las de su padre y su hermano.
Ahora había una nueva fachada perfecta para cubrir el dinero que entraba y era la fundación para niños abandonados Gift of Life. Según Eduard, Zairy era su regalo de vida y es por eso que deseaba ayudar a niños que no corrieron con su misma buena suerte.
Jordan tomó su trago de whisky completo mientras miraba con hambre a su asistente Bella, una joven de dieciocho años que se veía nerviosa ante su presencia mientras leía los correos de su jefe.
-¿Me tienes miedo?- le preguntó interrumpiéndola durante la redacción de un memo. La chica delgada lo miró nerviosa y cruzó sus piernas por los tobillos, Jordan siguió el gesto con la mirada, usaba una falda tubular hasta debajo de la rodilla- Ven aquí- pidió y ella se levantó, su camisa blanca abierta hasta donde le habían recomendado sus compañeras de trabajo. No era tonta y sabía lo que hacía el señor Fox con las empleadas a quien consideraba más agraciadas. Más que una falta de respeto, era un honor para ella. Su coleta larga se mecía a sus espaldas mientras caminaba en los altos tacones hasta él. Jordan acarició su labio con la mano, era delgado y no llevaba maquillaje en ellos, la mano viajó a la camisa y con experiencia abrió todos los botones exponiendo sus pechos como manzanas envueltos en un brasier blanco de encaje.
Jordan la miró con ansías, no porque la deseara a ella, sino por la ilusión que le creaba ver esa cabellera hundida entre sus piernas.
Abrió sus pantalones y Bella entendió de inmediato, se arrodilló y llevó el falo de su jefe a su boca despertandolo y haciéndole disfrutar de una experiencia de la que pocos habían sido beneficiados.
Emira se acostó desnuda envolviéndose en la cobija luego de peinar su cabello, deseó dormir una siesta y también sabía que cuando su esposo llegara y la encontrara así crearía en él más deseo y eso era lo que buscaba.
Se durmió sin darse cuenta, nadie la despertó para comer porque así lo pidió y cuando el señor llegó pasadas las siete treinta de la noche encontró la habitación a oscuras, buscando el apagador vio un bulto sobre la cama. Frunció el ceño mientras se quitaba el saco y la corbata. ¿Era Emira?
Encendió la lámpara de la mesa de noche, vio su cabello y su espalda desnuda. Apartó la cobija y saboreó en su boca lo apetitosa que su piel lechosa se veía. Estaba completamente desnuda.
Jordan se desnudó y dio una rápida ducha secándose en el baño y saliendo desnudo. Ella aún dormía y él no dudó en hundir el rostro en su coño bajo la oscuridad de la habitación.
Él jugó con su clítoris y poco a poco fue sintiendo cómo despertaba. Ella gimió con ganas y su pene se disparó. Las uñas se encajaban en su cuero cabelludo y Emira alzaba las caderas encantada con el trabajo oral que Jordan desempeñaba.
Jordan unió sus dedos al juego y ella no tardó en sentir un sudor frío recorrerla mientras su respiración se agitaba. Jordan la penetraba con la lengua mientras sus dedos jugueteaban con su nudo de nervios. Ella gemía sin reparo y cuando empezó a temblar, él se acomodó en su entrada hundiéndose de lleno en ella.
Emira vio la figura de Jordan sobre ella, no podía controlar los espasmos de su cuerpo y todo se intensificó cuando su boca se apoderó de los pechos de manera alternada. Emira pedía a gritos más y él enloquecido de placer se lo daba. Ella cerró los ojos y se dejó llevar olvidando como siempre que estaba en sus manos el dolor y el odio que sentía hacia él y cambiándolos por completo por deseo, placer y amor.
Jordan se corrió en su interior, acarició su rostro mientras recuperaba el control, Emira sintió la descarga en su interior y el semen de él corriendo sobre el colchón.
-Lamento haberte despertado- dijo él risueño, su boca se apoderaba del cuello de Emira y ella ronroneó como un gato.
-Qué bueno que llegaste- él la miró confundido- Deseé que lo hicieras hace rato.
-¿Ah sí?¿Querías que llegara antes?- apartó su peso de ella y acostado de medio lado la observó con atención- ¿Por qué sería eso?
-¿Acaso no puedo extrañar a mi esposo?- preguntó Emira deslizando la uña sobre la mandíbula de él y Jordan no dijo nada- Estoy estudiando la posibilidad de trasladar la materia prima desde Maloani hasta aquí reduciendo gastos- Eso lo tomó completamente por sorpresa. Aún no se lo había comentado a su padre pero parecía que Emira se había tomado su respuesta como un hecho.
-¿Ah sí?¿De qué manera?
-Por barco, si vieras la ruta que---
-Ahora no, Emira- se puso de pie y ella molesta guardó silencio- Tengo demasiada hambre, mejor vístete mientras le pido a Carmela que prepare algo, ¿De acuerdo?
-Sí, señor- murmuró ella con los dientes apretados maldiciéndolo por dentro.