-¿Cómo te trataron?- Jordan barría con los ojos las piernas de su esposa. Emira sabía que llamaba su atención con aquel atuendo escogido especialmente por él. Su pecho estaba a reventar y los ojos inquietos de él no dejaban de verlos.
-Fue… Interesante- no pasó por alto la diminuta sonrisa en los labios de ella. Eso le hizo fruncir el ceño con preocupación- ¿Qué tal a ti?
Bufó.
-Bien, como siempre- ella entrecerró los ojos pero le sonrió.
-Pues me alegro- se acercó a él y Jordan sintió sorprendido la mano de Emira sobre su corazón- Y me alegro de haber vuelto.
-Estás distinta- admitió y su mano viajo al muslo de ella- Me niego a creer que te lavaron el cerebro en menos de un mes. ¿Qué te hicieron?¿Una lobotomía?- se burló y ella sabía lo que aquel zorro astuto hacía: provocarla para alterarla. Kalifa le había enseñado que era una de las cosas que los Amos hacían para que sus sumisos o sumisas pecaran y ser castigados. Era un juego que ambos lados sabía y manejaban a su antojo.
-Quizás me hayan hecho una- mordió su labio inferior mirando los ojos de su esposo con malicia- Con tantas cosas que me hicieron… ¿Cómo saber?
Jordan puso su mano sobre el cuello de ella de inmediato sorprendiendola.
-¿Con cuántos hombres cogiste, Emira?- ella le sonrió en lugar de molestarte y eso fue para Jordan lo equivalente a una bofetada.
-Perdí la cuenta, mi Señor- acercó sus labios a los de ella recordando su estúpida regla de no besar a ninguna puta por más parecida que fuera.
-¿Cuántas bocas besaste?- sus dientes estaban muy apretados y sus ojos no se apartaban de aquellos gruesos labios que soñó dormido y despierto y que pintados de rojo se veían demasiado apetitosos- Quiero una respuesta, Emira- insistió luego de su silencio.
-No sé cuántas, Jordan, y sabías que esto pasaría así que no entiendo por qué te tomas el tiempo de molestarte- Parpadeó shockeado. Él era el neurótico en aquel momento mientras que aquella fiera salvaje se comportaba extrañamente tranquila como si nada malo ocurriera. Emira tramaba algo, él se daba cuenta, lo de no saber de qué se trataba, ese era el real problema- Jordan, no quiero pelear. Supuse que cuando volviera cumpliríamos con nuestro trato, ¿No era ese el plan?
Él suspiró y la soltó, Emira sintió por fin su cuello liberado porque aunque él realmente no la estaba ahorcando el sentir su pesada mano encima era incómodo.
-Lo es- afirmó con simpleza- Pero quiero que sepas que todo lo que viviste en el internado se--
-Se queda allá- completó ella mirandolo a los ojos con seguridad- Lo tengo claro, Jordan.
Frunció el ceño mirando sus ojos.
-Eres tú, sé que eres tú- murmuró con preocupación- Pero eres otra a la vez, y eso me aterra porque no sé quién carajos eres y de qué debo cuidarme.
Emira acercó su cuerpo a él y susurró sobre su oreja.
-Cuidate hasta de tu sombra siempre, Jordan- murmuró con tranquilidad- Porque incluso ella llega a abandonarte cuando el sol deja de brillar.
Él no entendió su frase y pasaron un par de minutos en silencio mientras el chófer se detenía. Jordan miró hacia fuera y habían llegado a su destino.
Le parecía curioso que Emira no hubiese preguntado a donde iban, porque ella era así de curiosa. Pero al parecer le enseñaron los modales. Demasiados, al parecer.
Bajó y estiró la mano para ayudarla a bajar. Ella la aceptó y él se fijó del anillo en su dedo anular. Con intriga, tomó su mano y se dio cuenta de que Emira se dejaba llevar. No parecía necesitar saber a dónde iban o quizás ya lo había supuesto.
La verdad era que no, ella se moría de la curiosidad pero mordía su lengua para no preguntarle nada a Jordan. Entraron a un elegante edificio de puertas cuadradas de vidrio oscurecidos.
En la ostentosa recepción tomaron un pasillo a la izquierda. Jordan empujó una puerta de madera y Emira entró sorprendida por lo que había preparado para ella.
Un salón de fiestas con paredes blancas y pisos de mármol pulido, la mayoría del sitio estaba cubierto por globos negros, una mesa de comer para dos de hierro n***o los esperaba con un arreglo de rosas con espinas que a Emira le robó el aliento.
Luces de cascada corrían desde el cielo, alrededor y debajo de la mesa habían pétalos de rosas y el olor era exquisito.
-¿Preparaste todo esto- se giró a mirarlo, justo a sus espaldas- Para mí? Jordan, no puedo creerlo- llevó ambas manos a su boca. Aunque quisiera mentir la verdad era que su asombro no podía ser más honesto.
-Era lo menos que podía hacer por tu regreso- se acercó a ella y humedeció sus labios- ¿Te...Gusta? Nunca había hecho algo así- no pudo evitar reír nervioso y ella lo miró sin reconocerlo. ¿Acaso estaba intentando conquistarla o sólo era su inocente idea?
-Es hermoso, Jordan- ella tomó su mano y besó sus nudillos- Gracias.
-No hagas eso- la reprendió alzando su barbilla- Quiero que beses mi boca, no mi mano.
-Sí, señor- murmuró mientras él bajaba el rostro en su dirección. Sus labios se encontraron y Jordan disfrutó de aquella versión suya. Se dijo a sí mismo que todos podían cambiar, incluso él y ella, así que estaba bien por su parte siempre y cuando las reglas se cumplieran.
Ya podría encargarse de sacarle la absurda idea de la cabeza a Eduard quien aseguraba que la última parte del plan era matar a Emira.
-Quiero alimentarte- murmuró sobre su boca y tragando grueso Emira asintió. Los orbes de plomo se veían más apasiguados que nunca y Jordan se regocijaba en ser el hombre más feliz al tener a la mujer más hermosa del Amazonas en sus manos.
Caminaron juntos a la mesa donde él acomodó su silla y Emira se sintió como una princesa. Idea que se esfumó por completo al recordar quién era y de lo que se trataba todo su papel en el juego.
Jordan apartó las charolas y la humeante comida quedó dispuesta para ellos.
-Casi lo olvido- tomó un diminuto control junto a la vasija del hielo y música suave empezó a salir de parlantes internos.- Emira, ¿Haz pensado en qué quieres hacer en tu futuro cercano?
Ella alzó la vista del plato, camarones en salsa junto a puré y un aderezo que olía fenomenal.
-Sí, de hecho. Quiero hacer una sucursal de Achocolatada aquí- él de inmediato frunció el ceño, no se esperaba aquella respuesta. Quizás que decidiera tomar una carrera o un curso introductorio de alguna especialidad. ¿Pero una chocolatera en Boston?
-¿Estás segura de eso?- asintió con confianza.
-Es un campo que deja dinero, sé cómo manejarlo a la perfección, sería prolongar un legado- ella enumeró las ventajas y Jordan disimuló una sonrisa al verla tan desenvuelta- Y podría trasladar la materia prima desde Maloani.
-Suena interesante, ¿Llevas rato pensandolo?- Él se lo preguntó porque parecía haber estudiado el asunto.
-De hecho, intenté hacerlo en el internado- vio sus mejillas oscurecerse hasta un tono melocotón- Pero no tuve mucho tiempo- Jordan carraspeó y destapó la botella de vino blanco al primer intento asustandola debido al corcho- Yo esperaría tu apoyo al proyecto, por supuesto- la miró mientras servía ambas copas. La quería ebria y deshinibida para explorar sus capaz cual cebolla- Pero me gustaría ocuparme de todo con el sueldo que tú prometiste pagarme al mes- él le tendió la copa- Gracias- estaba anonadado con sus modales.
-De ningún modo aceptaría eso- se negó él y ella lo miró perpleja- Come, por favor- obedeció- No podría verte gastar tu dinero en eso. Intentaré estudiarlo, hablarlo con mi gente, ¿Bien? Sabes que el fondo de inversión está a tu disposición y no tendría ningún problema con que saques el financiamiento de Achocolata desde ahí, de igual forma sería una sucursal de la original, ¿No?
-No… De hecho no- eso le llamó la atención.
-¿A qué te refieres?
-Esta sería mí Achocolatada- se encogió de hombros- Es otro país, dudo que tenga problema con tener el mismo nombre siempre y cuando me cuide bien legalmente.
-Pero…
-Jordan, si acepto que sea una franquicia sé que tendría que darle dinero a mis padres y a tu padre- ella no era para nada una chica tonta- Este es mi proyecto, mi empresa, mi propia chocolatera- alzó la barbilla y él jamás había visto aquel brillo en sus ojos- Nadie tendrá derecho sobre ella, nadie podrá amenazarme con quitarmela.
-Estoy de acuerdo
-¿Lo estás?- eso la tomó por sorpresa. Parecía ignorar que, estando casados, él siempre se beneficiaría del cincuenta por ciento suyo.
-Siempre y cuando mi equipo de campo me diga que es una buena inversión- añadió él y ella suspiró asintiendo.
-Está bien. Te lo agradezco, Jordan.
-Ven aquí y ya deja de agradecerme- ella se levantó y sabía que lo estaba enloqueciendo con sus buenos tratos. Emira se sentó sobre su regazo y él se apoderó de su trasero- Tu olor hace que quiera comerte aquí mismo, Emira- murmuró con el rostro entre sus pechos. Ella acariciaba su cuello con las uñas y Jordan con un simple movimiento liberó las tetas de Emira de aquel escote provocador.- Chicas… Las extrañaba- Él metió su rostro en ellas y lamió mientras jugueteaba con sus dedos sobre los pezones de su esposa, entretenido con las muecas de sus labios rojos.
Emira intentaba obviar que era él. El mismo hombre al que había deseado la mayoría de veces en la que otro la poseía, el mismo al que imaginaba al dormir justo a su lado, ahora tenía a Jordan ansioso de deseo por ella y estaba paralizada. Paralizada de placer, nervios y gusto. Antojada de más de él y de venganza a la vez.
-¿Jordan?
-¿Sí?- él suspiró y la miró directamente a los ojos.
-¿Me extrañaste?- miró cómo humedecía su boca sacando un poco la lengua, él recordó todo lo que la había pensado y lo eterno que se le hizo el mes. Supuso que, si se lo decía, dejaría en claro muchísimas cosas con un sólo “Sí”. Pero ¿Qué más da?
-Sí, Emira. Te extrañé mucho.
Ella buscó sus labios y se apoderó de ellos. Lo tenía confundido con ese juego de tira y afloja que dominaba. ¿Quién era ella, realmente?¿Por qué se dejaba dominar así de una mujer? La apartó de sus labios y la puso de pie.
-Quítate el vestido- pidió agitado acabando su copa de un trago. Emira obedeció y alzó sus brazos para quitarse la prenda exhibiendo la lencería de color vino que a juego Jordan había comprado para ella-Eres exquisita, Emira- admitió y ella sonrió un poco, le gustaba sentirse admirada por el hombre que juraba odiar.
-Y tuya, Jordan.
Él se levantó y Emira se sintió acechada por una fiera sonriente.
-Maldita sea si eres mía.