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-Es un placer conocer por fin a la señora Fox- el vejete de nombre Louis McAdams tenía más de la mitad de las flotas navieras de la costa del país y con ello contratos exclusivos con empresas extranjeras de exportación. Jordan veía un buen futuro en ese negocio en el que una de sus empresas constructoras realizaría la transformación de su actual desembarque, proyecto que dejaría miles de dólares pero que, bajo la mesa, vería pasar muchos más. El trato se había acordado para que el fisco disminuyera en lo que era los intereses pendientes de ambas partes a fin de año. Ambos ganaban y todos eran felices. -También es un placer para mí- dijo Emira con fluidez, estaban en la mesa de un exquisito restaurante francés que el viejo había escogido. Jordan había asistido junto con su mujer, Louis lle

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