Jordan empezó a perder de a poco la cordura. Era el tercer día continuo en el que sus hombres le llamaban: lo mismo siempre. Emira había salido de fiesta y había conocido distintos sujetos. ¿Y a él qué podría afectarle cuando se encontraba haciendo lo mismo? Por supuesto que eso se preguntaría cualquiera, incluso él mismo. -¿Qué?- contestó de mala gana el celular. -Señor, tiene una llamada en espera de su padre, ¿Se lo comunicó?- suspiró. -Hazlo- miró al techo, el cielo tenía un bonito azul y la luz causaba daño a su irritada retina- ¿Qué pasa?- dijo apenas escuchó el cambio de línea. -Hola para ti también- dijo ante su mal tono- He escuchado rumores pero no los creo- aquí vamos- ¿Cómo es eso que han visto a tu mujercita por aquí y por allá? Suspiró. -Lo que hagamos o no Emira y yo n