Grandes cambios
Nos encontrábamos en la casa del viejo Hernán la cual queda en Puerto Colombia que es un municipio cercano bastante bonito y él, vive por supuesto en el mejor vecindario de este y tiene una casa enorme de dos pisos con alberca, lujosa y allí nos reuníamos una vez por semana para el tema de los encargos y lo más importante, los pagos, porque él solo pagaba en efectivo porque a su vez, a él también le pagaban en efectivo nada más. Manejar el dinero en cuentas bancarias para el tipo de transacciones millonarias que él hace es muy arriesgado y se evita hacerlo lo más que puede. En esta ocasión nos debía una buena paga por dos encargos, uno menor y el otro, el del camión gigante que nos tuvo de los nervios, pero cuando nos pagó en esta ocasión, nos dio una bonificación extra y miré el rostro de mis primos, la expresión en este que no tenía precio. Los conocía tanto que al verse con tanto dinero en manos, ya estaban pensando en qué cosas innecesarias comprar, porque siempre fueron de esa manera, comprando tonterías que no necesitaban.
-Oye y a ti Irina, no conforme con el bono te voy a dar un regalito extra, porque todos mis hombres se me negaron a llevar esa cantidad de mercancía, pero tú ni lo pensaste.
-Oh.
-Mira.-Dijo entregándome unas llaves y nos miramos entre sí, ¿qué me estaba dando? Nos indicó que fuésemos hasta el garaje y justo allí, vimos que me estaba dando una motocicleta que a la vista, no era muy femenina que digamos, era negra, grande y no lo sé, no sé de marcas, pero se veía muy costosa y Ricky y Kevin la miraban anonadados.-Esto es una muestra de cariño por ser tan efectiva y estoy seguro de que saldrán muy bien nuestros futuros negocios en compañía.
-Vaya, gracias. Es un gran gesto.
-Sí, te lo mereces.
-Yo manejo la próxima mejor.-Dijo Kevin y el viejo Hernán negó con la cabeza.
-No, solo confío en que ella maneje. Por cierto, ¿sales con alguien Irina?
-Mmm, no. ¿Por qué?
-Mi hijo te vio el otro día y quedó fascinado con tu rostro, con tus ojos en específico y está bien insistente en que te quiere conocer.
-Es que…-Intenté excusarme de alguna manera, porque no quería que me presentara a ningún hijo suyo. No lo conocía, no sé quién era y tampoco lo quería conocer.
-Ella aún lo niega, pero está saliendo con un tipo de la universidad. ¿Sabe quién es? Es hijo de Juan Antonio De la Rua.
-¿El candidato presidencial?
-Sí, ni más ni menos.
-Vaya, cuando puedas me presentas a tu novio a ver si hago negocios con él, sería genial.-Dijo fascinado y solo asentí, porque al menos Alejandro me había salvado indirectamente de esta.
Me fui de regreso en la camioneta con Ricky, porque Kevin llevaba la motocicleta hasta la casa porque yo no la sabía conducir, debo aprender en estos días.
-Oye, puedes explorar más opciones y salir con el hijo del viejo Hernán. Yo lo conozco, es buen tomador, está bueno y eso sí, tiene sus negocios ilícitos, pero maneja buena plata.
-No, no quiero conocer a más nadie. Con el pelinegro me basta.
-O sea que sí estás aceptando que sales con él.-Afirmó entre risas y rodé los ojos.
-No, es que él es bien intenso, me volvería loca con otro hombre detrás de mí.
-Pues sí, se nota que el Alejandro es bien pesado. Lo noté ese día, no se te despegó, pero ni un instante.
-Es así a diario.
-Oye, cambiando de tema, tenemos otro objetivo en mente.-Dijo y lo miré de reojo. Al parecer, en platica de borrachos, empezaron a recordar años atrás, cuando… me atacaron en el pueblo y ellos, que jamás lo olvidaron, creían que ya era un buen momento de que nos cobráramos esa, porque incluso aquí en que no hemos tenido problemas serios con nadie, nos hemos cobrado todas y con ellos, que me hicieron todo lo malo posible no hemos hecho nada, así que estaban pensando en que debíamos idear un plan, porque eso no se podía quedar así y ni bien me dijo eso accedí, porque claro que querría vengarme, era lo que más quería hacer en el mundo y ahora, que empezaremos a planearlo, me da una nueva ilusión y una felicidad inimaginable. Esos tres miserables me arruinaron la vida y nunca se los iba a perdonar, iban a pagar por cada uno de los golpes, humillaciones y sus abusos, lo iban a pagar de la peor manera que se pudieran imaginar.
Los días después de ese domingo, por algún motivo, todo con Alejandro se volvió mucho más intenso y yo diría que mucho más… íntimo, no lo sé. Tomó ciertas costumbres después de ese día y no había forma de que ahora todos no me creyeran cuando decía que no teníamos nada porque era lo más lógico de pensar al vernos. Ahora siempre me abrazaba, acariciaba mis manos, mi pelo, mi rostro o besaba mis mejillas, ¡las besaba mucho! Y ese hecho me desesperaba porque me hacía sentir extraño y no me gustaba, no me gustaba para nada porque me hacía confundir y no reconocía lo que estaba sintiendo, pero de igual forma, lo seguía teniendo muy claro todo y no había forma, Alejandro y yo no podíamos tener nada, ni aún si superara las cosas que me pasaron podría salir con él. He llegado a conocerlo mucho y no tengo dudas, puede que al principio le haya gustado por capricho, por mis ojos, no lo sé, pero ahora estaba segura, le gustaba y le gustaba en serio, podía notarlo por la forma en que me miraba siempre, con tanto cariño y sus ojos brillan cada vez que me ve llegar, pero no, no lo quiero arruinar. He llegado a tomarle aprecio, sería difícil no hacerlo, pero yo no soy una buena persona, estoy bien jodida en muchos sentidos y no hago las cosas bien, tengo muchos defectos, soy rencorosa, vengativa y sé que puedo irme a la cárcel en cualquier momento. Suena mal, pero es así y él es bueno, no merece eso, merece mucho más que alguien como yo, pero no sé cómo hacérselo entender, me dolería lastimarlo y sé que debemos alejarnos, pero no hallo forma de hacerlo. No sé qué voy a hacer.
Sé que estoy actuando de forma miserable al posponer lo inevitable, porque puede que se esté enamorando de mí y sé bien que nada pasará entre nosotros por las miles de razones que lo impiden, pero no sé cómo alejarlo. Debo aceptarlo, sé que le he tomado cariño y tampoco me gustaría alejarme, me agrada estar con él, nunca me siento sola, pero… sé que no lo veo de la misma manera que él a mí y que nunca lo veré así.
-Irina, ¿vamos a las maquinitas ahorita?-Preguntó Andrés emocionado y asentí, voy una o dos veces a la semana con él a jugar en el centro comercial, es divertido, pero a veces el pelinegro se pone pesado y me impide ir. Ahora me hace acompañarlo a hacer sus cosas, cuando debe ir al médico, comprarse cosas, ropa, accesorios o incluso, ¡hasta comprar comida! Todo lo que él come se ve desagradable, sin grasas, azucares y no podría comer nada de eso jamás y eso sí, lógicamente lo que él consume es mucho más costoso que la comida corriente y para pobres como dijo una vez. Odio cuando dice eso o cuando se queja de alguna cosa porque parece “barata”, él es clasista en ciertos sentidos, aunque no discrimina que yo sepa porque si fuese así, no estaría detrás de mí cuando vivo de forma mucho más humilde que él, mil veces.
-Claro, vamos.
-Sí y huyamos antes de que aparezca el maldito de Alejandro, estoy que lo bloqueo. Parece tu sombra.
-Oye, pero tú le caes bien.
-Sí, pero me interrumpe cuando jugamos y hacemos buen equipo en las maquinitas.
-Es muy tarde, ya nos vio.-Le dije y Andrés, dispuesto a lo que fuese porque fuéramos a jugar sin él, quién es pésimo en las maquinitas, tomó mi muñeca y me hizo correr cuando vio que el pelinegro se acercaba hacia nosotros. Debió ser una escena bastante ridícula de ver, Andrés haciéndome correr casi que a rastras, porque él cuando está en sus buenos días es bastante ocurrente y odia que otra persona lo haga perder, porque Alejandro no es muy bueno jugando y eso enerva a Andrés Felipe quién siempre debe ser el mejor en los juegos, es pésimo perdedor y se pelearía con su propia madre si esta lo hiciera perder en el Call of duty. Llegamos a su auto y antes de que pudiésemos entrar, el pelinegro nos alcanzó y le impidió entrar a este sujetando la puerta.
-Oye, ¿por qué quieres que se vayan sin mí?-Le preguntó indignado y Andrés bufó, evidentemente irritado.
-Por nada, vete.
-¿Qué te hice? Nada más ayer bien que fui a acompañarte a comprarte la camisa fea que compraste.
-Es diferente que me acompañes a comprar ropa porque al menos en eso sí eres bueno, tienes buen gusto al vestir, pero al jugar, lo haces como la mierda y no quiero que me haga perder un manco como tú, ¡no lo soporto!
-No soy tan malo y menos un manco.
-Sí eres manco.-Le dije y me miró indignado.
-¿De qué lado estás? ¿del lado de este traidor que se quiere ir sin mí o del lado de tu novio?-Preguntó y rodé los ojos.
-Oye, ya deja la pesadez y vete de aquí, déjanos jugar en paz.-Se quejó Andrés y se subió al auto, luego lo escuché hacer sonar la bocina indicándome que entrara y pensé en hacerlo, pero el pelinegro me miraba enojado.
-Irina, si te vas a jugar con Andrés sin mí, no me hables más.
-¿Me estás amenazando?
-¡Sí! Sería una traición que te vayas sin mí.-Dijo enojado, a punto de hacer un berrinche.
-¿Eres mi sombra o qué? ¿me debes seguir a todas partes?
-Mmm, no, pero… me harás sentir mal.-Se acercó a mí, haciendo pucheros como siempre que se siente triste y sobaba una de mis manos, ansioso. No entiendo cómo te puede afectar tanto algo tan tonto como esto.
-Oye, ya quedé en ir a jugar con él, así que no hagas drama, ¿está bien?
-Ah, está bien.-Dijo y me soltó de repente.-Entonces terminamos, ¡olvídate para siempre de mí!-Dijo en voz muy alta y todos lo que pasaban cerca en el estacionamiento nos miraron. Bien, genial, haz de la ruptura de nuestra relación imaginaria algo público.
-Alejandro…
-¡No me hables más nunca!-Gritó indignado y lo vi alejarse echando humos. No esperaba que esto sucediera.
En el camino hacia el centro comercial iba bastante pensativa y por algún motivo no me sentía nada bien. Sé que su enojo había sido estúpido y sin fundamento, pero como estaba acostumbrada a que fuese cariñoso y que siempre nos despidiéramos bien, se había sentido realmente extraño el verlo alejarse enojado de mí y más con su amenaza de no hablarme más, ¿serías capaz de dejar de hacerlo por algo tan tonto como eso? Era solo ir a jugar en los juegos mecánicos, no era algo grande o que ameritara el querer alejarse, pero si eso pensaba, es porque aún me faltaba conocer una parte de él: lo celoso y berrinchudo que puede llegar a ser, que siempre quiere que lo pongan en primer lugar a él, ser siempre prioridad y que lo ponga en segundo lugar, lo puede ofender más de lo que hubiese esperado y apenas empezaría a conocer ese aspecto de él.
Jugué alrededor de dos horas con Andrés y luego regresé a la casa porque debía ocuparme con las cosas de la finca, pero… estuve algo distraída, estando más pendiente de mi teléfono como nunca hice antes. Es que nunca fui de ser tan apegada a este, pero es que no recibí ningún mensaje de Alejandro en todo el día, ¡ni uno solo cuando me envía unos cincuenta diarios! Lógicamente se sentía extraño, estaba completamente acostumbrada a hablar todo el día con él y ahora que esto hubiese cambiado abruptamente por algo tan tonto como eso, me hace quedar en el limbo, sin saber qué hacer o qué pensar.
Ya en la noche algo tarde cuando me desocupé de las tareas de la universidad, tomé una ducha y me acosté en la cama, estaba agotada por completo y solo quería dormir, pero por inercia, miré mi teléfono y de nuevo noté lo mismo, lo que esperaba, no me escribió ningún mensaje, cero llamadas, no me habló en todo el día. No puedo creer que en verdad estés haciendo esto.
Al día siguiente, esperé que tal vez al verme en la universidad me hablara o se sentara a mi lado como siempre, pero no, de nuevo lo mismo, me ignoró por completo incluso cuando pasé a su lado. Quise saludarlo al menos porque yo no estaba molesta con él, pero cuando vio que me acercaba, se alejó y fruncí el ceño, ¿en verdad harás esto? Sé lo que había dicho antes, que debemos alejarnos, estoy segura de eso, pero… en solo el día de ayer y la mañana de hoy en que me ignoró y no hablamos ni una sola vez, sé que se sintió muy mal y no sabía qué hacer. Debo admitirlo, me había acostumbrado demasiado a él, a pasar tiempo a su lado y que ahora esto hubiese cambiado así de radicalmente de forma abrupta, me hacía sentir muy mal.