22.

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Sus padres Alrededor de tres semanas después de ese momento, me encontraba en un momento bastante incómodo y que pensé que jamás me sucedería, pero aquí estaba, ante estas dos personas, que me miraban dudosos entre sí, tal vez cuestionando mi apariencia, mi vestimenta en general o no lo sé, pero me encontraba ante sus padres y creía que me iba a dar una embolia o quizá un derrame cerebral ante tan intimidantes miradas. Probablemente hayan notado que no pertenezco a su circulo social y no sé qué tan clasistas pueden ser, porque aún cuando eso parezca solo de telenovelas antiguas mexicanas, el clasismo al menos aquí en Colombia sí se ve y mucho, las familias con apellidos de poder solo se involucran entre sí y creo que tiene cierto sentido porque la gente exitosa solo va a buscar a alguien similar para mantener ese estilo y cuidar su dinero, no a alguien que tal vez vaya con malas intenciones y los quiera embaucar, lo cual es completamente entendible, pero en el caso de Alejandro sé que todo es mucho más complicado porque en solo un par de meses son las elecciones y su padre como candidato presidencial debe mantener una apariencia intachable, a lo cual toda su familia debe estar también a la altura y no sé si consideren bueno que tal vez se sepa que su hijo menor está en teoría saliendo con una chica que no pertenece a las principales familias de poder de Barranquilla. No sé cómo se enteraron de que Alejandro y yo estábamos en algo, porque es que llegaron este día, un par de semanas después directamente a la universidad y cuando vi esa camioneta estacionada por fuera, a la cual la rodeaban otras dos, supongo de seguridad, presentí que eran sus padres, pues todos miraban ya que este hombre es lógicamente conocido por todos, ha tenido cargos públicos hace años y es el principal candidato a ganar. Vaya, si gana y las cosas con el pelinegro continúan, no sé cómo podría ser todo porque eso de estar en boca de la gente no me gusta, tengo mala experiencia en ello y ahora que lo noto, Alejandro es muy, muy conocido por todos y hasta ahora es que vengo a caer en cuenta de que no solo es conocido en el salón de clases, en el cual muchas veces pasa desapercibido porque lo conocen desde niño, pero es que es conocido en general en toda la universidad y es entendible, pero no deja de ser intimidante. Últimamente he notado las miradas de todos hacia nosotros cuando nos ven pasar y creo que secretean entre sí cuestionando si él es el hijo de Juan Antonio De la Rua o no, pero creo que ya todos saben que efectivamente sí lo es. El pelinegro cuando vio a sus padres, creí que me soltaría o algo así, que tal vez le daría vergüenza como nunca ha salido con alguien o bueno, como él proclama a voz alta que somos novios, pensé que tal vez esto le daría algo de vergüenza con sus padres, pero lejos de ser así, me tomó un poco más fuerte y quise huir cuando vi que nos acercábamos a ellos, pero ya nos habían visto, así que no, no podría alejarme, quedaría mal y ambos tenían sus miradas puestas en mí. Su padre, era alto, de contextura normal y también tenía el pelo n***o, usaba barba y vestía formal, pantalón clásico oscuro, camisa blanca, zapatos elegantes, es que a él solo lo había visto por televisión en las noticias o algo así, pero de frente era diferente. Era un hombre bastante intimidante y de muy buena apariencia para la edad, es más que lógico de donde Alejandro sacó sus rasgos y belleza, aunque su madre era bella también, pero no tanto como ellos dos. Era una mujer de mediana edad, delgada, bajita y usaba el pelo teñido de rubio, ojos claros y llevaba un vestido caqui, con muchos accesorios y tacones altos, ella intimidaba casi igual que el hombre y no sabía qué hacer, estaba a punto de entrar en pánico. -Oye Alejo, te hemos llamado toda la mañana y no te dignas a contestar.-Le dijo su padre cuando nos acercamos y él seguía sin soltarme. -Lo siento, en clases no puedo contestar. -Hola.-Nos saludó su madre a ambos y le di la mano, al igual que su padre, parecían ser personas cordiales, pero de igual forma seguía intimidada por completo. -¿Y esta chica?-Preguntó el hombre y Alejandro me miró un segundo. -Es Irina, mi novia.-Mierda, lo dijo. Ambos parecían anonadados. -Lo sabíamos un poco, le preguntamos a Francisco y nos contó que tenías novia.-Dijo su madre refiriéndose a su escolta y supe de donde lo sabían previamente. -Sí, les iba a decir, pero como andan tan ocupados.-Se excusó y su padre frunció el ceño. -¿Ocupados? Podías venir a la casa cuando quisieras, pero nunca nos visitas.-Se quejó en respuesta el hombre y Alejandro lo miró indignado. -Para empezar, si querían verme más seguido no me hubiesen echado de la casa. -Nadie te echó.-Le respondió y el pelinegro lo miró aún peor. -Claro que sí, mamá un día llegó con unas llaves y me dio 24 horas para desalojar. -¿Es en serio?-Preguntó desconcertado y miré el rostro incómodo de la mujer, parecía sentirse al descubierto.-¿Echaste a Alejo? ¿por qué? -Ya estaba grande, podía vivir por su cuenta. -Claro que no, me habías dicho que él fue quién pidió un apartamento, no que lo botaste. Apenas está en la universidad, no se supone que tenga que tener esas responsabilidades, solo debe estudiar y ya, como fue con su hermana.-Dijo enojado y esta situación ahora sí que se estaba tornando demasiado incómoda. No pensé que fuesen a discutir delante de mí en la primera ocasión en que los veía. -Alejo ya está grande y es hombre, puede vivir solo. -Yo no quería eso aún.-Se quejó el pelinegro y su padre parecía querer echar chispas al enterarse de eso. -Puedes regresar a la casa si quieres, es que sobra demasiado espacio, no entiendo cuál era el afán de que el niño se fuera de la casa, pero regresa. -¡Papá! No me digas niño delante de mi novia.-Se quejó avergonzado y no veía la hora de que esta incómoda escena con sus padres terminara. -¿Vas a regresar? -Mmm, no sé. Después de que mamá me botó como a un perro, no sé si lo quiera. -Eso lo hablaremos más tarde.-Sentenció mirando enfurecido a su mujer.-Pero supongo ahora querrás vivir solo y privacidad, como ya sales con alguien. Por cierto, nos gustaría almorzar contigo, digo con ustedes ahora. ¿Está bien? -Sí claro papá.-Respondió Alejandro y me miró.-Vamos, bebé.-Dijo y no había forma de que me librara de esta. Nos fuimos en autos separados de sus padres hasta que nos detuvimos en un restaurante de lujo del norte, era el mismo con el que había venido alguna vez con el pelinegro y supuse era un lugar al que frecuentaba con sus padres. Pidieron una mesa junto a la ventana y deseaba que esta situación terminara cuanto antes. Ojalá no peleen aquí o me veré obliga a huir, no me gusta escuchar discusiones ajenas, me incomoda demasiado y no lo soporto. -Que pida primero la niña.-Dijo el hombre y fruncí el ceño. -Mmm, tengo 20. -Oh, te ponía unos diecisiete, eres mayor entonces que Alejo. -Sí, al parecer. Luego de que ordenamos, noté que ambos me miraban curiosos, probablemente quisieran conocer a la supuesta novia de su hijo, pero era el hombre quién me miraba más curioso y me incomodaba que ambos me miraran fijamente, tanto que Alejandro había notado que ambos me miraban. -¿Irina es tu nombre?-Preguntó el hombre y asentí.-Me suenas muy familiar. -No creo, no hay manera. No soy una persona conocida.-Dije entre risas incómodas y él frunció el ceño. -¿Sabes quién soy yo? ¿sabes que hasta hace unos meses fui ministro de justicia? -Oh… no, es que… no ando tan al pendiente de política ni de gente reconocida en el país. -Tengo memoria fotográfica y sé que he visto tu rostro antes así sea en fotografías.-Admitió y abrí los ojos como platos. Alejandro tomó mi mano por debajo de la mesa, apretándola y sé que con eso me quería decir que todo iba a estar bien, pero estaba viendo por donde iba todo. Creo que este hombre sabe de mi caso, aunque aún no lo recuerda. -No lo creo…-Intenté desviar el tema, pero él no lo dejaría pasar. -Puede ser algo imprudente de preguntar, ¿pero has estado en la cárcel? ¿en algún grupo delincuencial? ¿narcotráfico o algo? Me suenas demasiado. -Papá, mi novia no es ninguna delincuente, ¿qué clase de preguntas son esas?-Se quejó Alejandro y la mujer también parecía avergonzada. -Es cierto, no acuses a la niña. Discúlpalo, qué vergüenza contigo, es así con todos. Es abogado y tiene aún las viejas mañas de cuando fue ministro. -Entiendo. Mientras comíamos, la mujer hablaba sin parar sobre cosas suyas, contaba sobre su familia, sobre no se quién que vino a la ciudad, viajes y cosas así, pero el hombre estuvo todo el tiempo metido en su teléfono celular. Cuando acabamos de comer y la mujer ordenó unos postres, él soltó el teléfono dejándolo en la mesa y me miró fijamente. -Sabía que había visto antes, Irina Velásquez. -Oh.-Mierda, mierda, mierda, ¿esto puede ser peor? Debe saber sobre mi caso, debe ser eso y esto es lo peor que puede pasarme. Va a querer lanzarme en catapulta hasta Australia para que me aleje de su hijo. -Claro que conozco tu caso, no fue tan mediático, pero sí el hecho de las personas que fueron capturadas tras tu liberación, era una red compleja de prostitución de menores que operaba en toda Latinoamérica. -No lo sabía. -¿De qué están hablando?-Preguntó alterada la mujer y en verdad veía posible la opción de huir en ese momento. -Yo escuché tu caso solo cuando se vino a saber que no eras tú la de los homicidios. No lo supe en un inicio porque no fue un caso mediático, pero claro que llamó la atención luego, cuando se hizo público que no tenías nada que ver, que no había ni una sola prueba contundente en tu contra, solo una sola evidencia circunstancial, el testimonio de una mujer mayor que supuestamente vio a alguien parecida a ti, pero lo peor es que tiene miopía severa. Me llamó mucho la atención e investigué, sé de la indemnización que recibiste, que fue poco en realidad, debiste recibir cinco veces más, pero lo que he buscado en archivos y no he encontrado nada en concreto, es del por qué cuando ingresaste a detención estabas tan herida y lo único que logré saber, es que unos oficiales vieron a unas personas sospechosas de atacarte, pero aún así nada de eso fue procesado. Te hirieron casi de muerte, vi el parte clínico, tenías tantas heridas que no sé ni cómo sobreviviste. -No quiero hablar sobre eso.-Dije tan incómoda que sentía que temblaba. Bebí por completo el vaso de agua que bebía y ahora sí lo haría, huiría. -Tranquila, lo entiendo. ¿Te gustaría que en otra ocasión y tal vez en otro lugar hablemos sobre eso? -Mmm. -No me malinterpretes, no es solo porque quiera saber, te puedo ayudar, pero necesitaría conocer la historia con lujo de detalles. -Yo… no sé.-Dije con voz temblorosa, incapaz de mirarlo y Alejandro pasó su brazo por mis hombros y se acercó a mi oído. -Mi bebé, si papá dice que puede ayudarte, es porque en verdad puede hacerlo. Deja que te ayude. -Mmm, está bien.-Le dije y besó mi mejilla. -Pero vaya, qué amor.-Dijo su padre entre risas, pero su madre no nos miraba de la misma manera. Estaba confundida, enojada y parecía estar a punto de tener un ataque de pánico. -Oye, Alejo, ¿sabías de eso que contó tu papá? -Sí. -¿Y no te importa?-Preguntó desconcertada y él negó con la cabeza. -No. -¿Qué crimen cometiste?-Preguntó y fruncí el ceño. -No cometí ningún crimen. -Mujer, ¿no escuchaste lo que dije? Según leí, la chica fue acusada por un triple homicidio sin ninguna prueba. -Eso no se sabe, pudo ser. -¡Claro que no! El ADN la desvinculó de la investigación, el caso está resuelto y por eso fue indemnizada. -Yo no sé, pero no me gustas para nada ahora y no me gusta una mujer como tú para mi hijo. Estuviste en la cárcel, ¿qué van a pensar todos de nosotros si Alejo sale con una expresidiaria? -Mamá, no empieces.-Se quejó. -Quiero irme.-Le dije a Alejandro y él asintió al verme tan incómoda y nerviosa. Esta no era la mejor situación para estar, no con esta mujer diciendo esas cosas y viéndome como lo peor ante algo que no tuve culpa alguna. Acepto que he hecho muchas cosas malas a lo largo de mi vida, pero no tuve culpa alguna sobre eso, no es justo. -Está bien, es mejor que vayan siguiendo, esto ya se volvió feo, pero Irina, ve a mi oficina si quieres con Alejo y hablamos sobre tu caso. -Mmm, está bien. Muchas gracias.-Le dije, en verdad agradecida por su gesto. No entendía por qué quería ayudarme sin conocerme, debe ser una buena persona en verdad.  
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