Intensidad
Los dos primeros días que pasaron luego de ese momento tan intenso en su casa, resultaron algo incómodos par ambos y ni sé bien por qué, ambos somos adultos y no se supone que tuviésemos que reaccionar así ante un momento que no tuvo nada de mal en sí, es que ni siquiera hicimos nada, no hubo ni un beso, ¡nada! Pero hablar fue un poco difícil, al pelinegro le daba vergüenza acercarse al día siguiente y a mí también. No mentiré diciendo que no quise hablarle porque sí quería hacerlo, pero por más que lo pensaba me daba mucha pena, pánico, pero… sí quería hablarle, que se me acercara o algo, pero… al ver que no sucedía me causaba mucha frustración, pero no podía hacer nada, no cuando la timidez me invadía igual o hasta más que a él.
Luego de dos días completos en que no pudimos hablarnos, pasó algo inesperado. Me encontraba en casa, en el patio sentada en una de las mesas estudiando y era algo tarde, pasadas las diez de la noche y estaba resolviendo unos ejercicios de contabilidad, problemas en general y me tocaba usar el maldito PUC, un libro que detesto y desearía incinerar, pero no era conveniente, así que batallaba por no dormirme cuando escuché que Kevin gritaba m nombre de forma estrepitosa.
-¡Irina! ¡te buscan!-Gritó tan fuerte que incluso alteró a los caballos. Fui de inmediato a ver cual era el motivo de semejantes alaridos. Lo vi de pie en la entrada, junto a Alejandro que al parecer había venido a verme a esta hora tan tarde, pero… no entendía por qué no lo dejaba pasar, él ya ha venido muchas veces antes y cualquiera que abre lo deja ingresar como si nada, lo conocen, pero al parecer, lo retenía porque como cosa rara en él, se había estado burlando de él porque al parecer, me había traído flores y… no supe qué hacer. Jamás he recibido flores antes, pensé que en esta época ya no se daban ese tipo de detalles y… sentí mis mejillas encenderse como focos.
-Oye, te trajo flores acá el hombre, pero ¿qué dices? Si te gustan lo dejo entrar, si no busco tu motocicleta y lo piso.
-Déjalo, ¿está bien?-Dije cuando me acerqué a ellos.
-¿Tienes una motocicleta?-Preguntó confundido y asentí.-¿Y yo por qué no lo sabía?
-No lo preguntaste.
-¿Por qué iba a preguntar si tenías una motocicleta?
-No sé.-Me encogí de hombros.
-¿La acabas de comprar?
-No, de hecho la tengo hace unos meses, pero el pase apenas lo tendré en unos días.
-¿Hace meses?-Replicó frunciendo el ceño y asentí.
-Bueno, ya que veo pelea marital venir me alejo a mis aposentos.-Dijo Kevin alejándose y antes de que lo hiciera por completo, nos miró y por su mirada supe que tenía malas intenciones. Ama ser cizañero, es una cosa horrible que nadie ha podido erradicar de su personalidad y lo peor es que a él le encanta ser así.-No solo tiene una motocicleta que se la dio nuestro jefe, quién la adora y creo que le echó el ojo. También aquí tenemos armas, ¿lo sabías?
-¿Qué?-Preguntó Alejandro, desconcertado y supe en mi interior que hoy iba a haber un muerto en mis predios, voy a aniquilar a ese malnacido. Se alejó entre risas al ver el rostro del pelinegro quién no lucía nada feliz y exhalé.-Vengo con buenas intenciones, trayéndole flores a la chica que me gusta, pero descubro que esta me miente siempre vilmente.
-No te he mentido.
-Ocultar las cosas es lo mismo.
-No te he ocultado nada. Lo de las armas es cosa de él, no son mías, mis primos son quiénes las han comprado y las tenían ocultas, ni yo lo sabía y en cuanto a lo de la moto, sí es cierto que me la dio mi jefe, pero no fue porque le gustara, el tipo está viejo y lo hizo fue porque ganó mucha plata con un encargo grande que llevé al que ninguno de sus hombres se le quiso medir.-Admití y él me miró un tanto decepcionado. Era la primera vez que me miraba así.
-Mmm, siento que salir contigo es demasiado peligroso y no sé si quiera pasar por eso.-Confesó y no supe qué decir, pero, pero… se había sentido horrible lo que dijo. Sentí un nudo formarse en mi garganta.
-¿Qué… qué quieres decir con eso?
-Haces cosas ilegales, todos ustedes y tienen armas, quién sabe con qué propósito y no sé si sea bueno que yo me involucre en eso.
-Oh…-No dije nada, no había nada que pudiera decir, pero… me había sentido mal, muy mal y no tenía idea de qué debería hacer.
-Toma.-Dijo mientras me entregaba las flores y las recibí. Eran muy bonitas, no sé cómo se llamaban, solo que eran amarillas, grandes y muy lindas.
-Gracias… no tenías que hacerlo.
-Mmm sí tenía, es que lo había pensado, desde que te conocí no te había regalado ni una sola cosa.
-No es necesario los regalos, no soy apegada a las cosas materiales ni nada así.
-Lo sé, de igual forma quise hacerlo.-Admitió y asentí, pero esto se seguía sintiendo mal y quería detenerlo.
-Bueno, pero… ¿quieres entrar o? supongo quieres irte ya.
-¿Por qué dices eso?-Preguntó confundido.
-¿No es obvio? Es que… me dices esas cosas y… supongo tienes razón, no vas a querer verte involucrado en cosas así cuando tú tienes un mejor futuro que cualquiera.
-Irina.
-Es cierto, gozas de una buena idea, la que cualquiera soñaría y tienes buenos planes a futuro, puedes ser un político importante en el país y no se supone que debas tener una mancha que dañe mi futuro.
-No eres una “mancha” que pueda dañar mi futuro, es que ni sé por qué haces esas cosas, no lo necesitas. Tienes una buena casa, que es gigante y produce su propio dinero, aquí puedes vivir, comer sin salir a ningún lado y si es que necesitaras más dinero, me podrías decir y…-Lo interrumpí de inmediato viendo por donde iba todo.
-Oye, no quiero que me des dinero.
-Si eres mi novia eso no tendría por qué tener nada de malo. Lo he leído, se supone debamos apoyarnos entre sí.
-No soy tu novia y ni si lo fuera recibiría ningún centavo tuyo.-Le dije y me miró más frustrado aún.
-Lo sé, sé que no lo eres, lo tengo presente cada maldito segundo.-Dijo tan enojado que me puse nerviosa de inmediato.
-Oye, lo lamento, en serio lo lamento.
-Mmm.-No me miraba, se notaba tan frustrado que me hacía sentir horrible.
-Alejandro.-Tomé sus manos y decidí ser lo más sincera posible, decirle todo lo que había pensando en este tiempo y que me había callado.-Yo… no creas que digo esto para ahuyentarte ni mucho menos, es porque aún cuando no lo creas, te aprecio, me importas y… sé que no te convengo. ¿Tienes idea de cuán jodida estoy? Tal vez puedas imaginarlo, pero es mucho más, cargo con muchos traumas y cosas que no me dejan avanzar, y no puedo prometer que ciertos hábitos o actitudes se irán, pero te puedo involucrar en cosas que tú no tienes ni idea y no es justo, no mereces eso, mereces mucho más. No alguien como yo.
-En resumidas cuentas, con eso me pides que me vaya.
-¡No! No es así, pero… no te convengo.
-Irina.-Se acercó más a mí, mirándome fijamente a los ojos y sujetó mi nuca. Me puse nerviosa de inmediato, alterada al tener su mano cálida en mí que me hacía estremecer por completo.-No me voy a alejar de ti, no vuelvas a decir algo como eso.
-Lo digo por tu bien.
-Yo sé lo que está bien para mí y lo que no, y sé lo que quiero ahora, a ti. Te necesito.
-Alejandro…
-No me voy a alejar de ti, porque tú eres mía.-Dijo y con su mano que sujetaba mi nuca, me hizo acercarme por completo a él y me besó, pero no fue un beso leve ni nada similar, fue un beso muy fuerte que descontroló mi mundo por completo, Dios… Alejandro me besaba con mucho deseo, con tantas ganas que ni él mismo podía controlarse y yo, mucho menos podía detenerlo. El beso era un desastre, torpe, porque él no tenía idea de cómo besar, carecía de completa experiencia en ello, pero aún así, me dominó por completo y no podía hacer nada ahora, él me tenía completamente en su poder.
El pelinegro sujetaba mi cabello mientras me besaba, pero no lo hacía de forma fuerte, si no con tanto deseo que era abrumador y en un momento, luego de besarnos sin parar, con sus dedos sujetó mi barbilla, indicándome que abriera los labios y cuando lo hice, me besó de una forma tan intensa, introduciendo su lengua en mi boca y todo atisbo de razón se fue en ese instante, porque solo podía pensar en una cosa: en él, en que estaba enloquecida con sus besos, con su lengua cálida en mi boca, haciendo espacio en ella y no podía evitar gemir, es que nos besábamos tan fuerte, con tantas ganas, que sentía arder mi cuerpo por completo y estaba segura de que si se detenía en ese momento, moriría.
Al desear más, cuando los besos empezaron a ser insuficientes, Alejandro empezó a besar mi cuello de forma fuerte, tanto que dolía a veces, porque mordía, succionaba, lamía mi cuello haciéndome enloquecer y no me importaba el dolor, era mezcla agridulce que me estremecía por completo, pero luego, empezó a besar mi clavícula y sentía sus manos recorrer mi espalda, deslizándose debajo de mi blusa y cuando empezó a acariciar mi espalda, gemí más fuerte y lo sabía, no podíamos hacer esto aquí, cualquiera podría pasar y vernos, pero el deseo me dominaba tanto que no podía pensar en otra cosa.
-Ven, ven.-Me forcé a decir y fuimos hasta mi habitación. Ni bien habíamos ingresado, ambos nos subimos en la cama y Alejandro de inmediato, me quitó la blusa, la sudadera, todo, todo y no me importó que me viera en completa desnudez, pareció desearme mucho más porque sus ojos se oscurecieron al verme así y yo no pude más, no lo podía soportar. Empecé a quitarle la ropa también, el suéter, sus jeans, todo lo que traía puesto y me senté sobre él, de nuevo, pero todo era más intenso, mucho más y nos besábamos tan fuerte que dolía, pero por Dios juro que me encantaba y al necesitar más y sobre todo, al sentir que él estaba completamente erecto debajo de mí, me separé un poco y sin detener el beso, con mi mano sujeté su erección y por instinto, lo empecé a estimular. Sentía cómo su erección cálida no hacía más que crecer sin parar y no, no me detuve. Esto me encantaba y me satisfacía de maneras que no podía explicar. Sabía que Alejandro lo estaba disfrutando porque me besaba más fuerte y le costaba demasiado respirar. Seguí estimulándolo mucho tiempo, porque no me podría detener, me encantaba hacerlo disfrutar así, pero en un momento, él me hizo subirme de nuevo sobre él y con sus manos, sujetó fuertemente mis glúteos y me hizo moverme sobre él. Dios, esto era una sensación tan diferente y tan jodidamente caliente. Estimulaba exactamente mi punto dulce con su erección, lo cual me encantaba, era adictivo y más, por la forma en que me sujetaba, tan fuerte, tanto que incluso con sus manos me daba fuertes palmadas en mis glúteos, lo cual no hacía más que incrementar mi placer al punto en que sentía que estaba a punto de estallar.
Seguimos mucho, mucho tiempo con este juego maravilloso y él, besaba mi pecho, lamía y succionaba la punta de mis senos, lo cual me estremecía aún más, pero mucho peor cuando todo se hizo más fuerte, en que perdió el control y mordía levemente la punta de estos, o mi cuello, mi cuello, sus palmadas fuertes no hicieron más que incrementar y cuando ya ninguno de los dos podía soportar ni un segundo más, me hizo incrementar mis movimientos sobre su erección, estimulando mi punto dulce hasta más no poder, que tuve que morder mis labios fuertemente mientras estallaba sobre él en un orgasmo exquisito que me hizo perder la razón y se prolongó aún más al verlo terminar también y el solo verlo así y escuchar sus gemidos, sabía que por dios esta no sería la última vez que haríamos algo así. Esto sería el comienzo de una adicción sin fin.
Intenté bajarme porque quería ir al baño a tomar una ducha, pero él sujetó mi cintura impidiéndome bajarme.
-¿A dónde vas?-Preguntó mientras me daba cortos besos por mi cuello.
-Al baño.
-¿Para qué?
-Voy a tomar una ducha, ¿es que debo darte explicaciones de todo?-Le pregunté y asintió. Exhalé.
-Ahora sí debes hacerlo. Eres mía, preciosa.
-Cállate.
-Yo me ducho contigo.-Dijo con una enorme sonrisa de felicidad y no le pude decir que no. Me sentía bien por algún motivo y no pude evitarlo, sonreí también y asentí.