Momentos incómodos
Estaba en la parte de atrás de la casa, viendo a la veterinaria que atendió el parto de una de nuestras yeguas, el cual tuvo un ejemplar precioso y todos miramos el proceso sorprendidos, porque nunca habíamos presenciado algo así o al menos en persona, fue impresionante. Luego de que la mujer se retiró al hacer un trabajo exitoso, nos dio recomendaciones para el cuidado tanto de la madre como del bebé, pero el invitado que nos acompañaba hoy, miraba asqueado el proceso y como si quisiera suicidarse, este era mi nuevo amigo de la universidad, Andrés Felipe, que sería la persona más peculiar que conocería en toda mi vida.
Él es medio rubio, pelo rizado, no sé de donde provenga su familia, pero sus rasgos no son colombianos, ese tipo de cabello aquí no es común, es menor que yo por un año, tiene diecinueve años y es muy blanco, pero lo peculiar de él, vendría a ser su personalidad y más su enfermedad, apenas lo conocí me dijo que tenía esquizofrenia y su vida gira completamente entorno a esto, lo cual lo hace ser bastante diferente, muchas veces en buen sentido y otras no tanto.
Sus padres son abogados, tiene dos hermanos menores, pero él sin duda fue y sigue siendo el más complicado de todos. Desde niño dio indicios de tener esta enfermedad y tiene principios de bipolaridad, así que a veces cambia de estado repentinamente y tiene días buenos y otros malos, pero todos ya están acostumbrados a esto, tanto en su familia como la gente de la universidad que lo conocen desde niño. Cuando está de buenas, es alegre, bromista y dice cosas bastante peculiares, siempre tiene comentarios que hacer que nadie se espera y se lleva bien con todos, pero cuando está de malas, es irritable y le encanta amenazar y si es de muerte mejor, pero nadie le presta atención a cuando dice esas cosas, ya lo conocemos e incluso, en pocos días me acostumbré a que era una persona diferente. Siempre noto que se queda mirando a una chica de la universidad que se llama Marcela, es muy bonita, tal vez de su edad y sé que es prima de Alejandro, así que tienen rasgos levemente similares, pero él me confesó el otro día que ha mirado en secreto a esa chica durante los últimos años, pero nada ha pasado, ella siempre sale con alguien y le avergüenza decirle, más considerando que todos lo ven como una persona especial por su condición, es decir, no se lo toman en serio jamás, lo cual lo frustra al extremo y eso sí, cuando tiene esos abruptos cambios de humor, dice siempre que la odia.
Él había venido hoy porque íbamos a hacer un trabajo de que dejó el profesor de teoría de la administración y al menos era bueno en eso, porque a mí me costaban mucho los números, apenas me estaba acostumbrando a eso y que viniera, parecía que le hubiese encantado porque vive en una casa en la ciudad, es la primera vez en su vida que venía a una finca y presiento que no será la última, le encantó el lugar a excepción del parto, lo cual lo horrorizó y por poco rompe en llanto al ver ese momento. Yo no le había contado por supuesto sobre mi pasado, solo que fui criada en un pueblo y cosas superficiales más, porque no podía decirle eso que pasó, no quería espantar a un futuro amigo que me agradaba y además, no es nada fácil hablar de lo que me sucedió, jamás lo sería y no creo que alguna vez le cuente sobre eso a alguien en la vida. No sé si me verían diferente si lo supieran, probablemente sí y no quería eso, quería una vida lo más normal que podía, aunque… tenía ciertos deseos, me sentía incómoda con la vida que llevaba, tan normal que resultaba aburrida en muchas ocasiones y los viejos hábitos luchaban por salir a flote de nuevo, es decir, me moría por hacer las cosas mal, de nuevo y quería evitar esto lo más que pudiese, reprimirlo, porque no quería meterme en problemas de nuevo ni adquirir mala fama en este pueblo, porque sé lo que esta fama puede conllevar.
-¿Ustedes ven nacimientos todos los días? Es horrible, me quiero morir.-Se quejó y mis primos lo miraron entre risas, ya les había hablado previamente sobre él para que no pensaran que estaba literalmente loco o algo así, porque no sabía cómo estaría su estado de ánimo hoy y si venía de malas, buscaría pelea y se pondría pesado con todos.
-No, ojalá fuese más seguido.-Dijo Ricky.-¿Sabes cuánto cuesta un caballo? Es muy, muy costoso.
-Yo tengo uno, pero de plástico en la mesita de mi cuarto.
-¿No te da vergüenza?-Preguntó Kevin y Andrés negó con la cabeza.-No respeto a un hombre que no sepa al menos montar a caballo, por lo bajo.
-Oye, no te pongas pesado, déjalo.-Le dije.-Vamos a hacer la tarea, que luego el viejo de administración se pone pesado.
Al día siguiente, entré a clases, pero como era bastante temprano aún y no habían llegado la mayoría de mis compañeros, reproduje música en mis auriculares, pero no había pasado ni media canción cuando vi el pelinegro acercarse, como con… vergüenza, no lo sé y dejó un papel sobre el brazo de la silla. Se apresuró en irse y notaba que los presentes se reían de él por lo que acababa de hacer, porque lo hizo delante de todos y por su expresión, se le notaba desde lejos el nerviosismo. Abrí la nota y solo tenía tres palabras escritas, las cuales me revolvieron el estómago y me dieron unas ganas inusitadas de prenderle fuego a la nota, pero reprimí mis instintos psicópatas lo más que pude. Esta decía en palabras textuales: “Mamasota, estás buenísima”. ¿Qué carajos le pasa? ¿esto puede ser en serio? Debe ser una broma, sí, debe serlo, por eso todos reían.
Le resté importancia y esa mañana transcurrió normal, sin imprevistos, pero al día siguiente, se repitió lo mismo, llegué temprano, me senté y apenas me puse los auriculares, ni alcancé a poner la canción, cuando de nuevo este individuo, se acercó a mí y esta vez en vez de dejarme una nota cutrosa como la anterior, me dejó unos chocolates, de esos de niños, en forma de monedas y se alejó, entre risas, sin decir ni una sola palabra. ¿Será que… te estás confabulando con los demás para fastidiarme? No tiene sentido que haga esto, que me de chocolates o notas sin saber nada de mí, no me conoce y como todos se ríen, me hace estar alerta y pensar lo peor.
Así que al tercer día, cuando de nuevo se acercó, a la misma hora, de la misma forma y esta vez, me trajo una paleta, de esas grandes de caramelo de colores, pero antes de que se fuera, me puse de pie y agarré la manga de su buso, porque siempre trae ropa como para clima frío.
-Tu y yo, afuera.-Le dije y sonrió enormemente, no sé por qué lo hizo, pero me hizo irritar más de lo que estaba originalmente y creo que me cae aún peor que antes. Salimos y en el pasillo, veía a los compañeros ingresar, quiénes nos miraban curiosos o entre risas, lo cual reafirmaba más mi teoría, de que se estaba riendo de mí.
-Caíste, ¿no es así, preciosa?-Preguntó y lo miré confundida.
-No entiendo, no me ha caído de ningún lado.
-Te gustaron mucho mis detalles, lo sabía. No tardarías en caer.-Dijo muy seguro de sí y por la forma en que lo miré, pareció intimidado de repente.
-¿Caer de dónde? Primero, no me he caído, o no que recuerde y segundo: ¿por qué haces esto?
-¿Qué cosa?
-La nota cutre, los chocolates, la paleta, ¿por qué motivo?
-Nena, estás bien buena, ese es el motivo.
-Mmm.-Rodé los ojos, decepcionada y ya veía por donde iba todo. Al parecer, le gusta como veo físicamente y… es realmente decepcionante, es tan típico que da vergüenza. Que se fijen en mí solamente por mi rostro o algo así, me irrita y me hace perder cualquier tipo de interés hacia la persona, aunque en este caso, no había ningún interés. Le gustó mi rostro y probablemente quiera tener algo pasajero conmigo y tal vez solo sexo, porque ese es el tipo de labia y cosas que se hace con alguien que te interesa solo para el rato y no, no estoy para ese tipo de cosas. Hace muchísimo perdí todo tipo de interés hacia los hombres y eso no va a cambiar, no me nace fijarme en alguien, no puedo, de solo pensarlo… no, no puedo ni quiero, eso murió para mí.
-Entonces, ¿qué me dices? ¿salimos o qué?
-No, pero gracias.-Dije e iba a irme, pero él me detuvo.
-Oye, ¿por qué me rechazas de buenas a primeras? No me conoces.
-Exacto, no sé nada de ti, ni tu apellido, ni tu personalidad, nada y tú tampoco sabes nada de mí.
-Sí te conozco.-Dijo y enarqué una ceja.
-A ver, ¿qué sabes de mí?
-Mmm, sé que tienes bonitos ojos, son muy lindos.-Dijo y rodé los ojos, intimidada. No sé hace cuánto alguien no me hacía un cumplido.
-¿Y cómo me llamo?-Le pregunté y noté que se quedó completamente en blanco. Exhalé, más irritada aún.
-Lo siento por eso, pero podemos conocernos siendo novios, es como un ganar- ganar.
-¿Ganar- ganar?
-Sí claro, así tú consigues novio y uno como yo, que estoy bien bueno y yo tendría novia, que estás casi igual de buena que yo. Es un ganar-ganar, ¿ahora entiendes, preciosa?
-¿Así conquistas a todas las mujeres?
-No, de hecho… eres a la primera a quién invito a salir.
-Se nota.-Le dije decepcionada y él, al ver mi expresión, hizo pucheros. Vaya niño mimado.-No tienes ni idea de cómo conquistar a una mujer, pero mira, te daré consejos. Conquistar a una chica lleva tiempo, no creas que de buenas a primeras solo por tener buena cara, van a querer salir contigo, así como así. No funcionan las cosas de esa manera, debes esforzarte, ganártelo.
-Oh, bueno… supongo tienes razón.
-Ah y claro está, que la chica a quién invites a salir, que te guste en serio.
-Tú me gustas en serio.
-No, yo no te gusto en serio, ni mierda.-Afirmé.-No me conoces, que te guste la apariencia de alguien no hace que te guste en serio una persona.
-Oh… supongo no sabía.-Dijo y me encogí de hombros.-Está bien, disculpa por molestarte.
-No te preocupes.-Le dije y luego me alejé, pensando que después de eso probablemente no volveríamos a cruzar palabras y que me dejaría en paz, pero no, estaba completamente equivocada si pensaba eso. Era el principio de una odisea que no iba a terminar bien o al menos no para él.