Salir por esa puerta fue una de las cosas más difíciles que hice en mucho tiempo. Alejarme a paso constante y perderme en la oscuridad de la noche, fue tan espeluznante como ahogarse en el mar. Al llegar a la entrada, mi corazón latía tan rápido que podía escucharlo en mis oídos. Podía sentir cada pulsación en mis venas, cada inhalación de oxígeno como si fuera la última. Mis dedos temblaban al extraer el teléfono del bolsillo de la chaqueta para llamar al taxi. En la lejanía, como un susurro, escuché a alguien llamar mi nombre. Fue tan ligero que lo ignoré y caminé hasta que el taxi llegó. Cuando subí al auto, las lágrimas me impedían respirar. El taxista me preguntó si me sucedía algo; yo solo negué con la cabeza y miré a través de la ventanilla. Observé cada árbol que pasábamos hasta l