Anna se había enterado, gracias a Josefa, que el príncipe había botado a Javier. La pelinegra no quiso contarle a la mujer las razones de ello, pero se sintió muy aliviada al saber que un problema menos bajaba de sus hombros. Quiso ir hasta Rodrigo y agradecerle, pero prefirió mantener la distancia. También esa misma noche le dijo a su hermana que al día siguiente iría a casa de sus padres para notificar su estado de salud. Fue entonces cuando una Elisa, con rostro nostálgico, se cubrió el rostro con el brazo. —Si quieres, quédate en casa, Anna —le dijo—. Tu presencia aquí no va a mejorar mi estado de salud… No tienes ese poder, Anna. La pelinegra quiso tocar el rostro de su hermana, sintiéndose empática y triste por ella, pero la rubia quitó su mano enseguida. —Quédate allá, no vuelva