Después de una larga mañana, cumpliendo sus deberes como representante de la Corona Real en la ausencia de su madre, la Reina Emma II, Rodrigo decide regresar a la mansión con anhelos de ver a Anna. Mas, al llegar a Palacio, se entera que ella aún está de visita con sus padres. En virtud de ello, se dispone a ver a su esposa. Justo cuando se encamina hacia la escalera, ve venir a su siempre fiel servidor, Hernán. Desde que Rodrigo estaba pequeño, el mayordomo de la familia, en ese entonces muy joven, cuidaba de él; incluso fue quien lo enseñó a montar caballo. Su afinidad era siempre vista por el Rey Eduardo VI, como una actitud interesada de parte del mayordomo, de querer sentirse como parte de la familia real. En innumerables oportunidades, el Rey Eduardo VI le hacía ver con comentar