En la habitación más grande y elegante del palacio Hamilton la tensión aumenta. —¡Debo salir antes de que te vea! —exclama un angustiado Juan Carlos. Sabe que sería desastroso que justo en esta situación su esposa se entere de lo que ha hecho. —Juan Carlos... —lo llama Emma, sorprendida por su desespero—. ¿Y qué haré yo? —cuestiona con las sábanas tapando su busto. —¡Pues vístete! La llevaré lejos, te dará tiempo de irte, ¡vamos! ¡Levántate! —le pide el rubio, terminando de poner con rapidez su zapatos. —¡Juan Carlos! —Se escucha la voz de Madeline cerca. Ante aquello el rubio le da una mirada de pena y angustia a la rubia y sale inmediatamente de la habitación, dejando a la reina Emma con el corazón en la garganta, con los recuerdos de su primera vez y ese conocido sentimiento en el