Camila miraba al hombre, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas. Emmanuel la miraba confuso, pero ese llanto, era real, era más real que cualquier lágrima que amigos o familiares derramaron en el funeral. El hombre limpió sus lágrimas con sus dedos. —No llores, por favor. —¿Por eso quería matarse? Pensé que era por ella… por Estefanía Marchant, ahora lo entiendo todo, yo también lo hubiera hecho —dijo y tocó su vientre, evadió los recuerdos que la atormentaban. —Dejemos las lágrimas para un funeral, Camila, ahora tú y yo tenemos que hacer algo màs, vengarnos. Ella volvió a la realidad. —¿Qué es lo que quiere hacer, señor Harp? ¿De verdad me hará su esposa por despecho? —exclamó incrédula. El hombre sonrió. —¿No es acaso la venganza perfecta, Camila? Imagina el rostro de ese par de