Estefanía y Fernando estaban en aquella joyería. Ella compró ese collar de perlas y unos aretes de zafiro. Fernando tenìa en sus manos ese reloj Rolex de oro. Sonrió al probárselo. —Lo llevaré —dijo y le dio esa tarjeta. Estefanía sonriò. —¿Quieres ir a comer al restaurante de Gales? —exclamó. Fernando estaba feliz, era uno de los mejores y màs lujosos de la ciudad, y asintió. La empleada se acercò su rostro estaba angustiado. —Señor, la tarjeta fue declinada. —¿Qué? —exclamó Estefanía confusa—. Revisé de nuevo, debe ser un error —dijo. La empleada volvió a hacerlo. Negó. —Declinada, señora. Estefanía estaba tan confusa, hizo un cheque y lo entregó, la mujer lo aceptó y ellos se llevaron sus joyas. Al salir, el chofer llevó los paquetes. —Esto es extraño, ¿por qué ha pasado e