Camila estaba perpleja, apenas comprendía lo que ese hombre dijo.
Emmanuel se acercó a ella, tomó su brazo, y logró despertarla por completo.
—Entonces, ¿Quieres venganza, sí o no?
—Si habla de hundir a Fernando Ontiveros por haberme robado mi casa y mi dinero, yo incluso vendería mi alma al diablo para hacerle pagar a ese infeliz por el daño que me hizo.
Emmanuel soltó a la mujer. Se sentó al lado de la cama.
—¿Así que también a ti te destrozaron, mujer? Dicen que, en la vida, no hay nada peor que el despecho, ¿Lo crees?
Camila sonrió.
—Puede ser…
—Tengo una oferta para ti, mujer, una oferta tentadora, pero piénsalo muy bien, porque tu vida podría dar un giro tan drástico, que no te reconocerás nunca después de esto.
Ella frunció el ceño, asintió.
—¿Cuál es?
«¿Acaso tendrá fi
