El hombre temblaba como gelatina. Negó. —Por favor, señora, si le doy esas fórmulas, mi carrera estará acabada —exclamó, mirando a su familia que estaban a unos pasos de él, sus ojos temblaban, y su corazón latía tan fuerte como si fuera a tener un infarto. —Entonces, puedes acabar con tu familia, ¿prefieres eso? —¡Está bien! —exclamó el hombre desesperado—. Está bien, lo haré, señora, deme uno, o dos días, y le entregaré las fórmulas cosméticas de la nueva colección. Estefanía sonrió satisfecha, y se fue de ahí. Estuvo segura de que ese hombre haría lo que ella pedía. *** Murat abrió los ojos, miró alrededor para encontrarse en su propia habitación. Enderezó su postura, y cuando vio debajo de las sábanas, se quedó perplejo, estaba completamente desnudo. El corazón de Murat sal