Camila quitó con lentitud su vestido de dormir, luego la ropa interior, sin apartar la mirada de su marido, que no dejaba de observarla con tal lujuria. —¿Así está bien, señor Harp? Emmanuel lanzó un suspiro, ella era tan hermosa, y le provocaba tantas sensaciones, que no podía resistir el impulso de hacerla suya. Lo había hecho una vez, quería hacerlo todo el tiempo. Sonrió. «¡Ella me revive de nuevo! ¿Acaso me estoy enamorando? ¿Hay una cura para mi corazón roto y mi dolor?», pensó —¿Señor Harp? ¿Acaso le comió la lengua el ratón? Su amiguito casi sale de sus pantalones a decirme hola —dijo recostada, su voz era tan dulce, pero tenía un toque sensual. Claro que Camila era consciente del efecto que provocaba en Emmanuel, sabía que era bella, y joven aún, por supuesto que no creía se