CAPÍTULO VEINTIDÓS

1052 Words
ABIGAIL   Cuando los rayos de luz entran por la ventana y caen directamente sobre mi rostro, me empiezo a despertar del sueño profundo en el que caí después de haberlo hecho con Ezra por segunda vez, ya que a pesar del placer que sentí la primera vez, aún la incomodidad era suficiente para no dejar que alcanzara el clímax y él se tomó como reto personal lograr que eso sucediera, por lo que estuvimos hasta bien entrada la madrugada practicando toda clase de poses hasta encontrar una en que pudiera sentir más placer, y resultó siendo la mejor clase a la que haya asistido en mi vida, claro está, con un profesor como Ezra cualquier cosa es fácil de aprender.   ¡Oh por dios, Ezra!   Abro los ojos de golpe y me giro para despertarlo, pero él no está en la cama junto a mí como creí que lo estaría, pues el último recuerdo que tengo antes de dormirme fueron sus brazos rodeando mi cintura y su respiración pausada cerca de mi oído; me levanto con lentitud y examino la habitación en búsqueda de algo que me pueda dar respuestas de lo que sucedió después de que me dormí, pero aparte de las sábanas y mi ropa manchada con el ungüento que apliqué en las heridas de Ezra, no hay nada que pueda siquiera indicar que él estuvo aquí.   “¿Ezra?” pregunto en voz baja mientras recorro la habitación, luego entro al baño, pero no hay rastro de él.   Así que voy de vuelta a la habitación, con la intención de buscar mi teléfono para poderlo llamar y saber qué sucedió, cuando veo en la mesita de noche una nota escrita a mano por Ezra que dice:   “Lo siento por escabullirme sin decirte, pero se estaba haciendo de día y no quería arriesgarme a que algún guardia me viera saliendo por tu balcón, me hubiese gustado despertar a tu lado, pero supongo que eso tendrá que esperar, gracias por lo que pasó anoche, esa fue, sin lugar a dudas, la mejor noche de mi vida y quisiera que se repitiera cada día, pero sé que tenemos ciertas limitaciones, así que por el momento me conformaré con verte en la universidad cuando llegues a clases….. E.   Pdta: Te ves hermosa cuando duermes.”   Me encuentro a mí misma sonriendo como tonta y releyendo la nota una y otra vez, antes de ponerme en acción y tratar de crear la mentira perfecta para justificar el desastre que hay en mi habitación, así que busco el botiquín por todas partes, y, casi con pesar vierto todo el contenido del ungüento en la cama, luego llamo a una de las mucamas para que venga a ayudarme a cambiar las sábanas y cuando Carolyn, la más joven de las mucamas llega a mi habitación, sus ojos se abren con sorpresa ante la imagen frente a ella.   “Jesucristo, señorita, ¿se encuentra bien?” ella exclama antes de acercarse a mí para examinarme, con pánico visible en su rostro.   “Sí, Carolyn, no te preocupes, fue una cortada pequeña en el dedo…” Le digo mientras levanto mi dedo con la bandita recién puesta, luego continúo mi relato: “y el frasco se me resbaló de las manos e hice un desastre aquí, creo que ya estas sábanas no van a servir, si quieres arrojarlas a la basura de una vez para que no gastes tiempo tratando de arreglarlas,” le digo y ella asiente, aún anonadada por el desastre.   La chica recoge todo con rapidez mientras yo entro a la ducha para prepararme para ir a la universidad, y una vez más pienso en lo conveniente que sería si mis padres me hubiesen permitido vivir en el dormitorio del campus como los demás estudiantes, pero por supuesto que el solo mencionarlo casi le causa a mi madre un aneurisma, y en cambio si han estado discutiendo felizmente cada que pueden acerca de los planes de mi primo Edward para entrar a la universidad, se sientan en el comedor a ponderar cual de sus opciones sería mejor, y yo sólo puedo callar mientras los escucho hablando de universidades al otro lado del país o en Europa.   Las estrictas reglas de mi madre llegaron a límites extremos en mi cumpleaños dieciséis, cuando recibí, una vez más, uno de esos horrorosos regalos proveniente de la supuesta mujer loca que está obsesionada con papá y conmigo, y supe, en el momento en que mi madre vio la caja chorreando sangre por el suelo de la entrada, mientras los invitados a la fiesta estaban completamente ajenos a lo que sucedía fuera del jardín, que las cosas iban a complicarse para mí, y por un momento no había certeza si yo iría a la universidad o si, tal como mi madre quería, me iba a quedar encerrada en casa por el resto de mi vida.   Sacudo mi cabeza para alejar los recuerdos de mi mente, y por un instante me alegro de que toda mi familia se unió para hacerle entrar un poco de sentido común a la cabeza de mi madre, y gracias a ello hoy puedo alistarme para ir a la universidad a encontrarme con la única persona que ha logrado hacerme sonreír como idiota mientras me aplico el champú y recuerdo como sus manos recorrieron mi cuerpo de forma experta anoche.   No obstante, al llegar a la universidad me encuentro con un panorama desalentador, las miradas que solía recibir de la mayoría de personas en el campus, las cuales ya de por sí eran molestas, hoy son incisivas, casi como si todos estuvieran esperando que algún cartel saliera de mi cabeza con explicaciones precisas de lo que sucedió ayer, y yo trato de no dejar que esas miradas y los murmullos que las acompañan me arruinen el buen humor que tengo hoy, y así logro llegar al edificio en el que tengo mi primer clase del día, feliz de haber podido evitar con éxito a las personas chismosas.   Pero la felicidad no dura mucho, pues al llegar al edificio veo a Alec de pie en la entrada y mi boca se abre en shock al ver su rostro con moretones y cortadas, aunque lo más impresionante es su expresión de molestia cuando me ve llegar.
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