ABIGAIL
Después de haber enfrentado a Alec, me dirigí al parqueadero para subir al auto e irme a casa, seguida de cerca por Al y Charlie quienes seguramente escucharon todo y parecían no saber bien cómo actuar, los dos seguían intercambiando miradas durante todo el camino, pero ninguno se atrevió a decirme ni una sola palabra, y tan pronto llegamos a casa me despedí de ellos y subí de inmediato a mi habitación.
Y me sorprendí cuando unos minutos después tocaron a mi puerta y era una de las mucamas con una bandeja pequeña en la que traía una copa gigante de helado y trozos de brownie, la miré con sorpresa y ella me dio una sonrisa tensa antes de decirme a modo de explicación: “Al me dijo que le trajera esto,”
“Dile que gracias, por favor,” le dije.
“Oh, lo siento señorita, pero él ya se fue a casa,” la chica respondió tímidamente, así que le di las gracias y me senté en mi cama a comer el helado mientras trataba de no pensar en lo que había acabado de pasar en la universidad.
Por dios, no podía creer que Alec resultara siendo una basura tan despreciable, y me da rabia de solo pensar en cuantas cosas más habrá dicho de mí, de cuanto se habrán burlado él y sus amigos, o de los nuevos rumores que debían estar circulando en la universidad sobre mí gracias a sus mentiras descaradas. Ojalá hubiese tenido la valentía suficiente para asestarle una buena cachetada y así borrar de su cara esa estúpida sonrisa de superioridad que tenía mientras contaba todas esas cosas a sus amigos.
Pero en cambio terminé en mi habitación, comiendo helado con trozos de brownie y luchando por no derrumbarme, quería gritar y arrojar cosas, tenía tanta ira y tristeza, pero sobre todo molestia conmigo misma por haber permitido que eso pasara, incluso hubo momentos en que tuve la firme intención de levantarme e ir a buscarlo para reclamarle directamente a él por lo que había estado diciendo de mí, pensé en escribirle o llamarlo para decirle todo lo que estaba pensando de su comportamiento despreciable, pero al final simplemente me quedé dormida con la estúpida esperanza de que al despertar todo ello se hubiese esfumado.
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Y tuve sueños horribles en los que estaba caminando desnuda por la universidad mientras las personas se reían de mí y me señalaban con el dedo, mientras yo corría tratando de buscar algún refugió, pero no encontraba ninguno y cuando ya me quería rendir, veía a Ezra esperándome en el depósito de arte, con sus brazos abiertos y dispuesto a servir de escudo contra los crueles ataques de la gente, y después de ello el sueño se tornó un poco más candente cuando empezamos a recrear nuestras escapadas, sólo que en el sueño no nos deteníamos antes de ir demasiado lejos, sino que por el contrario, él continuaba besándome y tocándome mientras yo era vagamente consciente de que era un sueño del que no quería despertar.
No obstante, después de un tiempo desperté con el sonido de mi teléfono que sonaba sin parar y tuve que tantear a ciegas en mi cama hasta que lo pude encontrar y mi corazón se detuvo al ver en la pantalla el nombre de Ezra.
“¿Hola?” contesté, sin saber con certeza si realmente era Ezra llamando o sólo me lo estaba soñando.
“¿Abby? ¿Estás bien?” él me dijo de inmediato.
“Sí, estaba durmiendo,” le respondí.
“Escuché lo que sucedió con el imbécil de Jenkins,” él me dice y yo siento el calor subir a mis mejillas cuando recuerdo lo que le dije a Alec acerca de Ezra.
“Oh, así que ya lo sabes… discúlpame por haberte involucrado en la conversación, es sólo que después de la pelea que tuvieron él quedó con cierto resentimiento hacia ti y pensé que si te mencionaba eso le iba a doler más, lo siento si te puse en una situación incómoda,” le respondí y él se empezó a reír.
“No, no tienes por qué disculparte conmigo por eso, hiciste bien en defenderte de ese imbécil, pero ¿no te preocupa lo que la gente vaya a pensar de ti?” él me preguntó
“La verdad es que no, siempre han hablado de mí y la mayoría de las veces son chismes sin fundamento, así que pensé: si de todas formas esos rumores van a seguir circulando por ahí, ¿por qué no usarlos a mi favor? Y eso hice,” le respondí.
“Abby, ¿realmente estás bien?” él insistió, tal vez notando el cansancio en mi tono de voz.
“Sí, no te preocupes, estoy bien,” le respondí.
“¿Estás en tu casa?” me preguntó.
“Sí, ¿por qué?” le dije.
“¿Cuál de todas es tu habitación?” él me preguntó y yo me senté en la cama con confusión.
“¿Qué?” pregunté en respuesta.
“¿Está en la parte oeste o en la parte este de la casa?” él insistió.
“En la parte este, ¿por qué me preguntas eso?” le pregunté confundida.
“¿Segundo o tercer piso?” él continuó su interrogatorio.
“Segundo, pero no entiendo a qué viene todo esto,” le dije.
“¿Es la del medio o alguna de las que están en la esquina?” él me preguntó.
“Ezra, ¿por qué me estás preguntando todo esto?”
“Dime, es la del medio, ¿no es así?” él seguía insistiendo, y su voz sonaba cada vez más baja y su respiración entrecortada.
“Sí, es la del medio, ¿qué estás haciendo?” le pregunté, mientras me ponía de pie, dispuesta a salir de la habitación a buscarlo, porque algo me decía que él estaba cerca, pero cuando ya mi mano estaba en la perilla de la puerta, escuché unos toques suaves en la puerta del balcón de mi habitación y cuando me giré, allí estaba Ezra de pie, sudando y jadeando por el esfuerzo.