El reloj de la habitación marcaba a la una de la mañana, estaba destruida, mis lágrimas arruinaban mi rostro, lo había entregado todo...
Nunca había tenido suerte con los hombres, todos simplemente querían jugar cuando se trataba de mí. No había sido el primero, había conocido a hombres tan interesantes, pero todos pasajeros...
Los había invitado a pasar a mi vida, solo sé habían quedado un momento para partir y nunca regresar, realmente nunca había tenido algo estable con alguien.
Tampoco sabía que era una relación de un año... mi máxima relación había durado seis meses, tal vez por eso, aprendí a jugar más de la cuenta.
A los diecinueve años no había conocido el amor del todo, porque el amor no era ese pasajero.
Y si me había enamorado, tal vez estaba demasiado pequeña para no recordarlo de otra forma, Rainer; el recuerdo llegó acompañado de una sonrisa en mi rostro y es que cada vez que recordaba esa época me reía de mí misma por ser tan ingenua.
Aunque tuve la oportunidad de regresar con mi familia no lo hice por mi padre, vivir con Rubén y él me había ayudado lo suficiente.
Después de Rainer el amor había vuelto a aparecer, Alejandro ese fue mi segunda obsesión, un amor imposible y maestro de Español... El cual cortó las alas de golpe y sin dejarme soñar más.
El sonido de la puerta siendo abierta captó mi atención de inmediato; en esta se encontraba Rubén en pijama.
—siamés no quiero que te vayas— susurró mirándome fijamente, mis manos fueron a mi rostro limpiando las lágrimas que había derramado minutos antes.
—No quiero estar en este lugar— respondí mientras bajaba la cabeza. —Solo necesito tomar un descanso— expliqué invitándolo a sentarse junto a mí.
—Ya hemos superado esto, no puedes irte, tienes que demostrarle que tú eres mejor— espetó desesperado al abrazarme, se decía muy fácil... me quedaba y le enseñaba que soy mejor que él.
—No puedo y además hace mucho que no veo a mi familia... las extraño— me excusé.
—Nunca me ha grado ese tipo y te lo dije la primera vez que lo trajiste— volvió a reclamar, estaba haciendo lo peor... reclamar a alguien mientras la persona se sentía miserable.
—Tienes razón debí alejarme de él, pero pensé que era diferente... Lo único que le agradezco fue el ser sincero conmigo y no seguir mintiéndome— cansada suspiré para abrazarlo con todas mis fuerzas, él me había dicho que el tipo era de lo peor.
No le había creído, ya que Cristian... Me hacía sentir como una reina sin tener castillo, supo jugar muy bien conmigo o tal vez yo lo había dejado jugar conmigo.
—¿cuándo regresarás siamés?— preguntó en medio del abrazo, y gracias a esa pregunta regresé a la realidad... dejando aún lado el tema de mi dolor.
—No lo sé— balbuceé.
—Quiero golpearlo— confesó.
Mi lado izquierdo quería que lo hiciera, que fuera a lastimar al tipo que me había lastimado...
Pero mi lado derecho decía que lo dejara, Qué eso no resolvería nada y que los golpes solo durarían una semana.
—eso no resolverá nada— contesté mientras encogía los hombros. —¿A qué hora es el boleto?— pregunté.
—a las tres de la mañana, en dos horas—
—Quiero que sepas que te amo, siempre voy a estar para ti y si necesitas algo solo escríbeme o ve a visitarme—
—Yo también te amo recuérdalo siempre— bufó al separarse de mí con intenciones de dejarme descansar —Recuerdas que empezamos con el pie izquierdo—
Sonreí al recordar el momento; los primeros meses nos odiábamos a morir, porque yo era el producto del segundo matrimonio de nuestro padre, las diferencias existieron, pero nuestro padre supo amarnos por igual...
La razón por la cual mamá se divorció de papá fue que... mi padre le había sido infiel con la mamá de Rubén por segunda vez.
Cuando llegué a las vidas de Rubén y papá, la mamá de Rubén se había ido de nuevo, nunca la conocí, pero vi retratos de ella en su habitación del castaño.
—¿Ya hiciste maletas?— preguntó mi hermano mayor, el único hombre que no me lastimaría.
—Sí— respondí sin importancia, había guardado toda la ropa sin verla.
—Te voy a extrañar mucho— repitió. —duerme—
[...]
Después de un vuelo para nada bueno me encontraba pisando el aeropuerto de Estados Unidos de Nuevo: mi familia era lo único que importaba en aquel momento.
Suspiré para aumentar mis pasos con aquella maleta a mi lado, con nervios busqué mi móvil en mis bolsillos, tenía que marcarle a mi madre y avisarle que había llegado.
Al cuarto intento los planes habían cambiado gracias a mi desesperación. Ya no recordaba donde vivía exactamente, y aquello me tenía presa en aquel aeropuerto.
Desesperada cogí la maleta y caminé a la salida, si tomaba un taxi; ¿a dónde le diría que me llevara?... a la casa de las Foster, claro, él las conocería— mierda.
Con esperanza me senté en aquella banca del aeropuerto, frustrada envié más de treinta mensajes a mi madre, ¿se había olvidado en recogerme?, ¿Venía en camino?.
Baje la mirada ignorando a todas las personas pasar junto a mí, todos parecían relajados y ninguno había sido olvidado como yo.
—¿te puedo ayudar?— alcé la mirada encontrándome con un semi rubio; castaño, conocía a los hombres como él... todos buscando una oportunidad, sin saber cómo actuar suspiré.
—No gracias— contesté sin ser mal educada, pude sentir como el hombre parecía no querer irse, Dios mío— pensé.
—¿Estás esperando alguien?— insistió, por un momento el temor despertó en mí, ya que no sabía si el tipo que tenía enfrente era un violador o algo por el estilo.
—si— Contesté seca, sin darle mucha confianza.
—Bueno, me quedo contigo hasta que te vengan a recoger— dijo mientras se sentaba a mi lado, lo miré incrédula, ¿Lo conocía?— me pregunté examinándolo, no era tan mayor.
—Me estás asustando— confesé mientras me sentaba más en la punta de aquella banca, lejos de él y su rara actitud.
—te estoy haciendo un favor sabes— espetó mientras me miraba fijamente, tenía unas bonitas cejas.
—¿se puede saber qué favor me estás haciendo?— pregunté con sarcasmo, sabía que en situaciones así no tenía que mostrar miedo... había fallado des del principio.
—Sabes cuántas mujeres son secuestradas, violadas y tiradas a los alrededores en este país— explicó serio, como si no se tratara de un juego... trague duro al oírlo.
—Bien... creo que me voy— informé al tomar mi maleta apresurada.
—¿no vendrán por ti?— recordó.
—No te importa— respondí sin voltear, seguí mis pasos aquellos taxistas, debía llegar a mi casa lo antes posible.
—Si quieres yo te llevo— hablo siguiéndome, ¿Me quería secuestrar?.
—No gracias— respondí parándome de golpe lo tenía que despistar o terminaría muerta.
—vamos, sí te vas con unos de esos taxistas lo más probable es que te roben por no ser de aquí— habló mientras señalaba a los tipos con mala pinta, negué al detenerme y enfrentarlo.
—¿por qué crees que no soy de aquí?—
—Tienes acento canadiense— respondió con una sonrisa, por primera vez lo miré de arriba abajo... vestía bien y su cabello era perfecto.
—Soy de aquí— contesté en brazos cruzados.
—¿a qué familia perteneces?—
—mi madre es la abogada Mila Foster— conteste seria, no sabía por qué carajos le estaba dando información al tipo.
—¡no puedo creerlo, la abogada Foster me sacó de prisión hace seis meses y estudio con su hija!— grito más que sorprendido, boquiabierta lo miré... al parecer estaba orgulloso de ir a prisión.
—bien por ti— contesté para seguir caminando, y buscando alguien de apoyo.
—¿te puedo llevar si quieres?— preguntó con una sonrisa, el tipo era agradable y molesto a la vez. Negué para seguir caminando, no me iría con un desconocido...
—¿vamos?— preguntó señalando el estacionamiento, mis manos temblaban de solo pensar en cosas negativas.
—no te conozco—
—puedes preguntarme lo que quieras— no cometería una estupidez... solo debía esperar a mi madre.
—no, muchas gracias en verdad—
—si te quisiera hacer algo, tu mamá me metería de donde me sacó y no me conviene— en eso tenía razón, ¿realmente conocía a mi madre?.
—¿por qué estas en un aeropuerto a las siete de la mañana?, está claro que no esperas a nadie— empezó mi interrogatorio, tenía que asegurarme que no era un delincuente peligroso.
—porque amo los desayunos del aeropuerto— respondió con una sonrisa amigable, realmente parecía buena persona... no, no debía.
—¿debo creerte?— solté con sarcasmo.
—Bien— balbuceó para tomar su mochila y sacar una bolsa de comida con el nombre del aeropuerto. —Es verdad— Eso era verdad... vino a desayunar. —¿Ahora te llevo a tu casa?— pregunto, mi solución fue buscar en mi bolsa mi taser eléctrico.
Mi búsqueda fui un éxito, después de eso miré al sujeto.
—Bien vamos— accedí insegura, el tipo tomó mi maleta para caminar junto a mí. Al llegar a una camioneta negra, este se detuvo.
—No te haré nada, más que un favor— informó para abrir su auto. —Adelante— me invitó a pasar.
—¿cómo te llamas?— pregunté mirándolo antes de subir y tal vez arrepentirme.
—Me dicen Laco— respondió mirándome feliz. ¿Laco?
—dije tu nombre— pedí de nuevo para por fin subirme, la puerta cerrarse me indicó que no había vuelta atrás.
—Lo odio— suspiro pesadamente al subirse. —Noah scott laco's— explicó, mi mirada fue a él intentando averiguar si era verdad.—es mi nombre... mira— seguí sus movimientos buscando su identificación en aquella guantera. —Toma— accedí tomando aquella identificación; veintitrés años, estadunidense.
—¿por qué no te gusta, si es buen nombre?— pregunté curiosa al devolverle su identificación la cual yo no tenía.
—La hermanita de Miley cyrus se llama Noah— respondió penoso, solté una risa para mirarlo.
—¿crees que es un nombre de mujer cierto?— insistí soltando una carcajada.
—sí…—
—claro que no, es un nombre para ambos sexos— conté a su dirección, miré como el chico ponía en marcha el auto dejando por fin aquel aeropuerto.
—¿cuál es el tuyo?— preguntó sin dejar de mirar aquel camino, suspiré tranquila al menos sabía donde vivía.
—___ Foster— respondí.
—Lindo nombre— accedí para recostarme en aquel cristal, por seguridad dejé a la vista aquel aparato de toques eléctricos. —ya entendí— musitó soltando una carcajada corta. —¿eres la mayor?— indignada lo miré.
—¿me veo grande?— pregunté ofendida.
—No, solo estás más… olvídalo— accedí al saber a lo que se refería.
—¿por qué entraste a prisión?— pregunté seria queriendo saber más acerca de él.
—Porque estaba ebrio y conduje, me descubrió un policía y me quiso multar... en conclusión le rompí la nariz— habló con diversión, parecía cómodo con su historia. Había golpeado a un policía... era asombroso y casi irreal. —Me gustaría conocerte más, escribe tu número — suplicó soltando el volante para tomar su móvil y dármelo.
—No, es por seguridad— dije regresándole el móvil el cual no tomó.