“Debajo de tu piel vive la luna”.
Pablo Neruda
Los días transcurren rápidamente, como Aghata dijo, todo era cuestión de tiempo y de acostumbrarse a su nueva realidad. Durante las mañanas, Emily atiende a Mateo y prepara a Alice para que el transporte pase por ella y la lleve al colegio. Durante las tardes, asiste a clases en la universidad; ella tuvo que inscribir pocas asignaturas ese semestre para no desatender al pequeño Mateo, a pesar de que Aghata la apoya durante esas horas de la tarde cuidando del niño. Cuando regresa se encarga de él y de ayudar a Alice con las tareas, luego de batallar para dormir al pequeño Mateo, y finalmente disfrutar de la pasión y el deseo de su ardiente marido, lo que la ayuda a liberar un poco de estrés mental.
—Me encanta hacerte el amor —Harris la mira fijamente y besa sus labios.
—No sabes cuan bien me siento cuando eso pasa, me olvido momentáneamente de los problemas. —se refugia entre sus brazos.
El llanto del bebé en la habitación contigua rompe el encanto de aquel momento.
—Despertando a la realidad —Emily se levanta, toma la bata del piso, que minutos atrás se convertía en una bandera de guerra entre los amantes. Harris la contempla, ella es hermosa, tierna y…
Joven, mucho más joven que él, se levanta se mira al espejo. Aún no hay señales de madurez física en él, mas tendrá que buscar la manera de mantenerse fuerte y vigoroso para su amada.
—Tendré que volver a mi rutina de ejercicios. —se observa en el espejo, esconde el abdomen.
Minutos después, Emily regresa a la habitación, ya Harris está rendido. Se recuesta cuidadosamente para no hacer ruido y despertarlo.
Esa tarde después de regresar de un ajetreado día en la universidad, Emily se sorprende de ver las luces apagadas en la mansión, abre la puerta con cierto temor:
—¡Sorpresa! —gritan todos a coro, mientras sus libros caen al suelo por el susto que acaba de recibir.
Harris se acerca para recibirla con un beso, Alice rodea su cintura.
—Feliz cumpleaños mi amor. —sonríe Harris, entregándole una sobre.
—Gracias mi amor —lo besa y se inclina para saludar a su pequeña Alice, quien también tiene un obsequio para ella.
Angie y Stuart sonríen, con Mateo en brazos. Los días se habían ido entre tantas cosas que ella misma había olvidado su cumpleaños, pero Harris, no. Desde que supo cuando era su cumpleaños, le asignó la tarea a Angie de prepararlo todo.
Emily abrió el obsequio de Alice, era un hermoso juego de pendiente con brillantes.
—Wow que belleza, mi princesa. Es hermoso. —la levantó entre sus brazos— ¡Te amo! —Alice se enlazó a su cuello.
Luego Emily abrió el sobre, sacó de adentro una llavero con dos llaves. Se encogió de hombros sin entender que era aquello.
—Son las llaves de tu auto. Es mi obsequio para ti mi amor. —ella se prendió a su cuello y repartió besos por sus mejillas y labios.
—¡Gracias, mi amor!
—Ven, vamos a verlo. —la tomó de la mano y fueron hasta el garaje donde estaba el auto cubierto con una lona y un enorme lazo rojo.
Harris tiró de la lona con fuerza dejando al descubierto el hermoso auto color vino Range Angle Rover Sports S. Emily se sorprende de lo lujoso y hermoso que es aquel auto, además de ser muy elegante, tenia esa connotación de ser un vehículo familiar, en el que podía llevar a sus dos hijos de paseo.
—Gracias, gracias —saltó emocionada con aquel obsequio.— Pero, no sé manejar —aclaró.
—No te preocupes, tendrás clases de manejo particulares y podras obtener tu licencia de conducir.
Angie, golpeó a Stuart con el codo por el costado y le murmuró al oido:
—A ver cuando me sorprendes con algo así —dijo en tono jocoso. Stuart sólo sonrió. Tenía pensado darle el mejor de los obsequios en su cumpleaños.
Regresaron dentro de la mansión, compartieron bebidas y comidas, excepto Emily que no podía beber nada de alcohol por el bebé. Fue una noche especial para ella, hacia días que no reía y se divertía con las ocurrencias de Angie o de Alice.
Aghata también tenía un hermoso obsequio para Emily, era un camafeo que por mucho tiempo conservó guardado.
—Es para ti. Es una especie de amuleto familiar. Quiero que lo conserves y lo heredes a mi nieta Alice, fue de mi madre, luego mío y ahora quiero que sea tuyo.
Emily lo tomó entre sus manos, era realmente hermoso, tallado en oro y bordeado con piedras negras que brillaban intensamente.
—Es un obsequio muy especial. —dijo con cierta melancolía al recordar el anillo que su abuela le había obsequiado.— Prometo que así será, lo conservaré y entregaré a Alice cuando mi corazón me lo indique.
—Eres una chica maravillosa, Emily.
Angie se acercó a ella, junto a Stuart.
—Nuestro regalo será de babysitter esta noche, para que puedas ir a celebrar y disfrutar con Harris juntos. —Emily sintió que sus lágrimas estaban a punto de desbordarse.
Nunca había tenido un hermoso recuerdo de su cumpleaños; a pesar de todo lo que había sufrido durante tanto tiempo, hoy sólo podía dar gracias por todo lo que había recibido aquel día. Una gran sorpresa, la mejor de todas.
Cantaron el happy birthday, comieron pastel, Aghata se encargó de Alice, Stuart y Angie se llevaron al pequeño Mateo y Emily y Harris subieron a su auto, rumbo a la suite del lujoso hotel New Yorkino.
Él cubrió sus ojos con ambas manos. Ella entró a tientas a la habitación cuando descubrió sus ojos, ella quedó maravillada con la delicada, sensual y elegante decoración. Una pequeña mesa decorada con rosas rojas y en el centro un candelabro con velas que iluminaban la ostentosa botella de Champagne cubierta en un paño de seda rojo dentro de la yelera, las copas de cristal y un exquisito platillo de bombones italianos. La cama vestida completamente de blanco y en el centro dibujado con pétalos de rosas dos corazones entrelazados, velas en envases de vidrio que brindaban una luz tenue y mágica al lugar, el aroma a rosas y la noche perfectamente estrellada y la luz resplandeciente como cómplice de los amantes.
Emily se asomó al balcón, Harris tomó la botella y las copas y fue hacia donde ella estaba parada. Aquel momento era mágico, miró el cielo y sintió los labios húmedos y suaves de Harris besando su espalda. Ella se giró lentamente hacia él, tomó amabas copas mientras él descorchaba la botella de Champagne. La espuma salió desbordando la botella, Harris sirvió ambas copas.
—Quiero brindar por ti esta noche, por aparecer en mi vida y por no dejar de estar en ella.
Emily sonrió desde adentro, levantó su copa y brindó con él.
—¡Salud! Porque esta noche sea perfecta y esté llena de nosotros y de nuestro amor. —bebieron sus copas.
Ella colocó la copa sobre la mesa y él también, ella se enlazó a su cuello y él a su cintura. Sus caderas danzaron con el silencio de la noche, al ritmo del placer y las ganas de sentirse uno al otro, de poseerse.
—Eres hermosa mi amor. —dijo acariciando con sus dedos, el contorno de sus labios.
—Me ves hermosa porque me amas. —respondió ella sonriendo.
—Sí, pero yo no me veo tan hermoso a pesar de que me amas. —bromeó él. Ella dejó escapar una carcajada, lo miró con ternura:
—No te amo por lo que veo en ti, sino por lo que me haces sentir cuando estamos cerca. Me estremeces, me desbordas por dentro. Eres algo más que el deseo incontenible de pertenecerte, es inexplicable lo que siento por ti, una mezcla de ternura y pasión, de deseo y seguridad, de confiar en ti al punto de dejarme arrastrar por lo que siento por ti, desde el primer momento que te vi, algo dentro de mí, me hizo quererte. Sé que suena un poco loco, pero el amor es una especie de locura.
Sus rostros se aproximaron y sus labios se fundieron en un beso suave que se incrementó con el movimiento e intensidad de sus labios hambrientos y sus lenguas juguetonas y traviesas. Mientras sus manos se volvieron libres y recorrieron cada parte de sus cuerpos, haciéndolos estremecer, convirtiéndolos en esclavos de la pasión y el deseo.
Existe una especie deseo devorador entre los amantes, cuando una mujer y un hombre se aman de verdad, surge una extraña necesidad de contenerse el uno en el otro, de fusionarse en un mismo cuerpo, de fundir sus almas, es un encuentro ardiente que consume, pero a la vez, es mágico y peligrosamente adictivo.