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1005 Words
La fiesta se encuentra en todo su apogeo, jóvenes de variadas edades se divierten dentro de la casa, la música suena estridente, los tragos van y vienen, las parejas bailotean en la improvisada pista y sobre las tarimas. Cierto pelinegro observa el ajetreo desde el jardín delantero, sentado en una rama del frondoso árbol ladea la cabeza observando minuciosamente; no pierde de vista a la cumpleañera, espera el momento adecuado para poder entregarle el presente que ha comprado para ella pero la muchacha no se deshace de sus invitados y no quiere incumplir la promesa que le hizo por la mañana. Suspira, comienza a aburrirse y la música no es de su agrado –al menos no la actual- pero no tiene más opción que esperar ya que ser parte de aquella descabellada fiesta no está en sus planes. ― Carajo, está en todo el apogeo ― la voz de Lucifer lo sobresalta. ― ¿Qué haces aquí? ― pregunta Zadkiel desperezándose en su lugar. ― Es una fiesta, digamos que aquí es donde yo más me divierto ― se encoge de hombros ― Pero no quiero que Arina me eche la bronca por escabullirme en ella, sin embargo, ¿Por qué no estás con ella? ― No le agrada que sea su guardaespaldas y no me siento cómodo entre esos jóvenes por lo que me limito a estar tranquilo aquí ― se encoge de hombros. ― Tu problema Zadkiel, es que eres muy estructurado. Debes relajarte un poco, que seas un arcángel no quiere decir que debas ser un robot ― rueda los ojos. ― Hay normas y leyes, si no las acato sería como tú ― niega ― Yo he crecido así, no puedo dejar de ser lo que soy Lucifer, además no sabría cómo serlo. ― Ya una vez rompiste las reglas, cuando ayudaste a mi hermano a proteger a Anael y a Arina sin mencionar que casi metes la pata con lo de Elizabeth ― sonríe ― Creo que tienes miedo de caer del cielo por seguir tus impulsos, pero solo estas dejando que te usen como a un muñeco. El silencio se apodera del lugar, no es necesario que el pelinegro voltee para saber que “El Diablo” se ha marchado ya. Intenta no pensar en las últimas palabras del caído y centra su vista en la celebración pero no puede localizar a la hija de Kaiael por lo que en un santiamén se encuentra en la entrada de la casa, abre la puerta sin ningún problema y se adentra en el festejo; muchas jovencitas se le quedan viendo, algunas lo invitan a bailar e incluso le lanzan piropos subidos de tono. Ignorando todo a su alrededor llega a la conclusión de que la chica no está allí; suspira, camina con rapidez por el corredor de la casa hasta llegar al comienzo de las habitaciones, se dirige directamente al cuarto de la muchacha y apenas está frente a la puerta toma la perilla y la gira adentrándose. ― ¡Zadkiel! ― La voz de la rubia lo sobresalta seguido de una almohada que se estampa en su cara. ― ¿No te enseñaron a tocar? ― Lo lamento, pensé que quizás no te sentías bien ― quita la almohada dejándola caer a un lado para fijar la vista en la rubia y su acompañante ― ¿Interrumpo? ― ¿¡En serio!? ― farfulla incrédula ― ¿Cómo que no me sentía bien? El joven que la acompaña rasca su cabeza confundido e incómodo y sale de la habitación sin antes ver a Zadkiel de reojo. ― Me equivoqué ― se encoge de hombros el ángel. ― ¡Lo haces a propósito! Dijiste que no serías un maniático cuidándome ― se acerca él molesta. ― Arina, estas colmando mi paciencia ― musita mostrando total entereza y tranquilidad ― Tu padre me ha pedido que cuide de ti y mis superiores lo han apoyado, no puedo desobedecerlos solo porque tu sientes las hormonas alborotadas. ― ¿Disculpa? ― eleva una ceja ― Tengo dieciocho años, ¿Acaso no puedo tener algo de privacidad? Solo pido una vida normal. ― Pero, tú no eres normal Ari, eres un ser angelical, ¿Qué más puedes pedir? ― ladea la cabeza afligido, no puede comprender el deseo de una vida que no conoce. ― Quiero vivir a mi manera, estudiar, conocer personas y el mundo, trabajar y ganar mi propio dinero, enamorarme… ― explica suspirando al final ― Pero lo único que obtengo por más que me esfuerzo es una vida con demonios, abismos, guerras y estúpidos ángeles que me custodian a cada segundo por ser una especie extraña. ― Comprendo ― desvía la mirada ― Ten, lo compré para ti. Feliz cumpleaños. Arina recibe una cajita negra, abre con cuidado encontrándose con un bonito collar del cual pende un dije en forma de mariposa. Cierra los ojos con fuerza, para cuando abre los ojos y enfoca el frente el muchacho se ha marchado y es cuando se asienta en ella el peso de las palabras, la manera en que indirectamente lo trató y que en su enojo con el mundo tal vez haya herido a su mejor amigo. Zadkiel emprende el vuelo, se aleja de la casa sintiendo molestia. No merece ser tratado así pero más lo enoja el hecho de que Arina estuviera con un joven en su habitación; pero es elección de ella y si desea eso para su vida humana pues él no debe interferir. Extiende sus alas por el cielo, la sensación del aire en su rostro siempre le ha parecido maravillosa y relajante sin embargo un peculiar aroma lo asalta y hace que sus sentidos se pongan en alerta. El arcángel desenvaina la espada que lleva cubierta en su traje y observa a su alrededor sin dejar de volar, hay un demonio cerca y no uno cualquiera sino que de un buen rango; la pregunta es, ¿Qué hace lejos del Infierno? Para cuando voltea a sus espaldas es demasiado tarde, la criatura se abalanza sobre él rasguñando con sus afiladas garras el rostro del pelinegro, intentando defenderse Zadkiel logra herir al caído pero sus alas flaquean y caen en picada al suelo.
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