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1479 Words
Sobrevuela la ciudad a sus anchas, el amanecer ha comenzado como cada día y el momento amerita un paseo aéreo, nada más encantador que rozar las nubes, verlas desvanecer con su toque y cambiar de color al ser tocadas por los rayos del sol, sonríe al sentir el viento batir su alborotado y largo cabello rubio, sus alas se extienden en un acto de despereza a lo largo del cielo y la calidez del sol le hace sonreír aún más. Los rascacielos le divierten, los sortea con maestría y en cuanto está por regresar a su hogar lo encuentra en una azotea – como es de costumbre-, luce tranquilo y pacífico, sus alas caen por el suelo con elegancia y sus ojos se enfocan plenamente en la salida del astro rey, parece no tener problemas ante tanta luz y disfruta del momento con regocijo. Verlo a escondidas suele ser su pasatiempo favorito, para ella es una de las criaturas más bellas que ha visto, la presencia de aquel joven siempre la ha mantenido tranquila incluso desde el momento en que su mano tocó el vientre de su madre durante el período de su – rápida – gestación. ― Buenos días Zadki ― aterriza detrás del joven. ― Buenos días Arina, mi nombre no es “Zadki” sino “Zadkiel” ― musita cansado y molesto a la vez, lleva un buen tiempo discutiendo con ella sobre el asunto. ― Tío Lucifer no piensa eso ― ríe. ― Comienzo a creer que estas aprendiendo cosas de la persona equivocada― rueda los ojos. ―Oh, vamos, no te pongas así ― hace un puchero ― Por cierto, ¿No hay algo que quieras decirme? ― Sí, tu padre te busca, como siempre ― se pone de pie y sus alas doblan el tamaño de las de la joven rubia. ― ¿Nunca vas a decirme algo diferente? ― Rueda los ojos ― Puedes preguntar cómo me encuentro, o sugerir hacer algo para divertirnos. ― Yo me encargo de tu seguridad no soy un pelotero andante para que tú te diviertas ― bosteza ― Suficiente tengo con las ordenes de mis superiores Arina, no quieras dármelas tú. ― Hoy es mi cumpleaños ― ignora completamente lo que acaba de decirle el ángel. ― Hablé con mis padres y me permitieron hacer una fiesta por ello, pero no quiero que te comportes como un maniático y psicópata guardaespaldas. ― Entonces, ¿Me comporto como un personaje bipolar como tú? ― ladea la cabeza molestándola con una arrogante sonrisa. ― El papel de idiota no te queda ― voltea molesta. ― Solo hago lo que Kaiael me ha pedido, es por tu seguridad, espero que en algún momento puedas entender que todo lo que hacemos es por y para ti ― suspira. Arina no responde, emprende el vuelo seguida de Zadkiel, ambos han sido compañeros desde que ella estaba en el vientre de Anael sin embargo desde que la joven cumplió sus quince años y su crecimiento se normalizó – para dejarla vivir una adolescencia medianamente normal- los problemas entre ellos comenzaron a ser notorios, la joven comenzó a revelarse a sus padres, a desacatar ciertas órdenes e incluso persuadir a su angelical amigo a romper las reglas y no por métodos comunes y corrientes. La rubia suspira, por el rabillo del ojos observa a Zadkiel volar parsimoniosamente a su lado, su rostro revela absoluta entereza y conformidad y ella lo envidia en ese aspecto pues no se siente a gusto con la vida que lleva, no se siente libre  sino encadenada a seguir los pasos de sus padres o vivir eternamente bajo las insulsas reglas angelicales; cuestiona todo cuanto puede, busca respuestas que nadie sabe darle o no les ha sido permitido decir, cuestiona las órdenes de su Dios y no comprende por qué no puede hacer lo mismo que sus amigos terrenales. Quiere salir por las noches y bailar, beber y divertirse con sus amigas, coquetear con algún chico u organizar salidas al parque sin preocuparse por los demonios o seres sobrenaturales; desea poder pasar mucho más tiempo con Zadkiel, poder enseñarle los gustos terrenales de los que ella goza, verlo sonreír genuinamente sin que piense en las reglas que le han enseñado, quiere ser libre, con todo lo que eso implica. ― Arina, hemos llegado ― el pelinegro la observa curioso. ― Claro, perdón. Estaba distraída ― sonríe. ― Oye ― toma su mano con cuidado y le sonríe con cariño ― Prometo comportarme en tu fiesta, no me voy a entrometer y te vigilaré desde fuera de la casa, tal vez un árbol. No te voy a estorbar. La rubia se lanza a sus brazos agradeciendo el gesto de su amigo, pero la palabra “estorbar” ha tocado su corazón, de todas las personas que están a su alrededor él es una de las que jamás estorbaría a su lado o en su vida – además de sus padres-. ― Nunca serías un estorbo para mí ― acaricia su mejilla. Ambos se ven serios, pareciera que el muchacho quiere decirle algo pero antes de que pueda hacerlo alguien los separa de manera brusca. ― Buen día tortolos, ya entren a la casa, mi hermano los espera ― ríe Lucifer satisfecho de haber interrumpido. ― No deberías estar aquí, sabes que están buscándote por cielo y tierra y te das el lujo de venir aquí ― Zadkiel rueda los ojos ― No cambias. ― Es que me vale v***a ― se encoge de hombros. ― ¿Y ese vocabulario? ― Arina lo ve divertida. ― Tome unas recientes vacaciones en México y quede enamorado de la forma de hablar y de las mujeres, son candentes ― sonríe malévolo. ― Ya, no digas más ― el pelinegro entra en la casa cansado de las palabras de aquel ángel caído. ― Y tú pequeña niña pícara, ya te ví ― sonríe divertido. ― ¿De qué hablas? ― Rueda los ojos intentando lucir despreocupada ― Vamos, no queremos que alguien vea al Diablo aquí en mi casa, mis padres tendrían problemas. ― Bien, dime, ¿Anael sigue siendo hermosa? ¿Aún no ha dejado a mi hermano? ― camina por la sala de estar. ― ¡Lucifer! ¡Puedo oírte idiota! ― Kaiael grita desde otra habitación. ― Mierda, juraría que te lo había susurrado ― aparenta inocencia. ― Sigues disfrutando de molestar a mí padre ― ambos ríen. ― ¿Qué te puedo decir? Soy el Diablo ― habla egocéntrico. Llegan al patio trasero de lo que es la fachada de su hogar, Kaiael se acerca a ellos y saluda a su hija con un beso en la frente y a su hermano con una sonrisa. Zadkiel los observa desde una esquina mientras recibe algunos mensajes celestiales a través del vínculo  que comparte con sus hermanos, unas manos se posan en sus ojos y lo obligan a poner atención a lo que lo rodea. ― Deja un poco las nubes Zadkiel, si no bajas a tierra de vez en cuando te pierdes la belleza de esta ― susurra Anael dejándolo ver nuevamente, apenas las manos de ella lo abandonan sus azules ojos enfocan a Arina. ― ¡Oye! ¿Seduciendo a Zadki? Pierdes tu tiempo cuñada, el miserable no puede enamorarse porque rompería las reglas ― se carcajea de la manera en la que el joven sigue a rajatabla las reglas del Cielo. ― Pero yo, estoy totalmente disponible. ― Ya calla Lucifer ― rueda los ojos divertida. ― Voy a sacarte esas alas de pollo y te las voy a hacer tragar ― Kaia golpea la cabeza de su hermano. ― Uhhh… El principito está enojado, ¡Qué miedo!― se burla. Arina ríe por la pequeña discusión de su padre y su tío, siempre pensó que era algo totalmente irónico que esos dos personajes fuesen hermanos y para rematarlo sus parientes más directos. ― Debo irme, tengo una junta con los superiores ― Any camina ente ellos. ― No olvides que esta noche es mi fiesta mamá ― la rubia le sonríe. ― No hay problema, Zadkiel custodiará la casa, en caso de que hagan desastre. Los humanos son bastante salvajes en las fiestas juveniles ― Kaia observa de reojo a su esposa divertido. ― No necesito niñeras padre, puedo cuidarme sola ― contesta algo molesta. ― Ajá ― responde Lucifer con un emparedado en las manos. ― Solo no llegues tarde a la presentación de mañana, ¿Si? Es importante Arina, haremos un anuncio  debes estar allí, te incumbe ― Anael abraza a su hija ― Disfruta tu fiesta amor. La muchacha recibe el saludo de sus padres mientras ve de reojo a su amigo angelical pero algo le dice que las cosas están a punto de cambiar para ella, que su vida dejará de tener el rumbo que lleva y eso no le agrada en lo absoluto. Su vida hasta este punto ha sido relativamente tranquila y normal – luego de que Cahek dejara su cuerpo infante- pero las cosas cambian y no siempre de la manera en que lo deseamos y para Arina las decisiones que se avecinan la pondrán en riesgo, y a Zadkiel.
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