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1369 Words
  El amanecer llegó muy pronto para Arina, pasó al menos dos horas poniendo orden en la casa y limpiando los desastres que su fiesta dejó. Lo cierto es, que después de haber discutido con Zadkiel en su cuarto no pudo disfrutar nada más y menos sabiendo que él no se encontraba cerca, pasó todo el tiempo tratando de localizarlo pero todo fué en vano. Despliega sus alas y comienza el viaje, debe llegar a tiempo para el importante anuncio que sus padres tienen, eso la tiene preocupada pues no esperarían a tanto protocolo para dar una simple noticia. No, hay algo más detrás de todo eso y la curiosidad y ansiedad están matándola. Apenas ha llegado a superar las primeras nubes blancas, una g****a dimensional a mitad del cielo se deja ver y apenas la traspasa llega al hogar que todos anhelan menos ella; recuerda la primera vez que la traspasó, tenía unos doce años e iba de la mano de sus padres, ese día fue presentada ante todos como hija del Príncipe y la Guardiana del Abismo, tenía tantos nervios. Tras el destierro de Cahek y su posterior destrucción, Arina pudo vivir de manera adecuada, dejó de dar saltos en su crecimiento – aunque sus primeros años de vida los haya perdido- y logró adaptarse a la vida que Anael le dio en la Tierra sin embargo el Cielo reclamó que debía formar parte de la Horda Celestial debido a sus antecedentes familiares, sus poderes y la situación que había vivido con el demonio; pero la pequeña no pudo terminar de acoplarse al ritmo de sus padres, terminó comprendiendo que no era lo suyo ser parte de todos los ángeles ni seguir órdenes de un ser que jamás conoció. Y no, no era cuestión de fé sino de libertad, la misma razón –o por lo menos una de las más fuertes- que tuvo Lucifer para dejar su hogar y es que no podía evitar querer más, mucho más. ― Llegas justo a tiempo ― su amigo, Ariael, se acerca a ella ― Tus padres han preguntado por ti. ― Tuve que hacer algo antes, ¿Has visto a Zadkiel? ― pregunta plegando sus alas. ― No, él no ha vuelto de la Tierra ― niega caminando junto a ella. ― Ya veo ― suspira ― ¿Tienes idea de lo que mis padres quieren anunciar? ― En lo absoluto― se encoge de hombros. Para cuando llegan al Templo de los Serafines hay una gran convocatoria de ángeles, las hordas más jóvenes o recién nacidas observan a la rubia entre susurros y cuchicheos, algunas miradas son de envidia, otras de profundo desdén y no hay que ser un genio para saber que no la quieren allí. ― Daremos comienzo, estamos aquí porque hay algunos anuncios que deben ser proclamados ― Gabrielle sonríe ante todos ― Nuestra Guardiana, Anael, al fin ha sido ascendida debido a sus méritos y su fé, debido a todo lo que ha sacrificado para poder estar hoy con nosotros en un momentos de paz, ocupará el puesto de un ex arcángel que ya no está con nosotros pero que seguro estaría orgulloso de ti ― observa a la susodicha ― Felicidades Arcángel Anael. Los aplausos y vitoreos no se hacen esperar, los ojos de Any se empañan en lágrimas y con un elegante y sutil movimiento de cabeza agradece a todos los presentes, para Arina no pasa desapercibida la emoción de su madre y es que ocupar el lugar que alguna vez perteneció a Merth es muy fuerte para ella y la historia de aquel ángel que dio su propia vida por ella es tan conmovedora como importante. ― Felicidades amor ― Kaia habla y todos guardan silencio ― También queremos decir que es momento de que me ocupe de otras cuestiones importantes, tengo un nuevo deber y no queremos dejar el Abismo desprotegido ni en segundo plano ya que saben la importancia de dicho Santuario ― observa a Gabrielle y Miguel ― El Abismo necesita un nuevo guardián y protector, por ello los superiores y Él, han elegido al próximo sucesor y me complace decir que también descendiente, Arina. Todos los ojos se posan en la joven rubia quien abre los ojos desmesuradamente, su sonrisa se borra automáticamente y ve en su mente como todos los planes que tenía se van por la borda sin siquiera darle tiempo a poder disfrutarlos. Los aplausos comienzan mientras Miguel Ángel camina hacia ella para entregarle una pequeña tiara que simboliza el estatus que a partir de ahora tendrá, antes de que pueda suceder algo más una trompeta de alerta se escucha sonar, todos oyen atentos y el ataque de un demonio los sorprende abruptamente; la criatura se abalanza sobre Miguel atacándolo por la espalda para lanzarlo al suelo y saltar sobre Arina. ― ¡Arina! ― Anael sale de su asombro cuando su hija se ve atacada. La espada de Zadkiel se incrusta en el cuerpo de la bestia y esta se desintegra de un segundo a otro, dejando caer los restos putrefactos del demonio. ― ¡Zadkiel! ― La rubia lo ayuda a ponerse de pie, observa con rapidez el cuerpo del muchacho para encontrarse con una profunda herida en uno de sus omoplatos cerca del inicio de su ala derecha ― Estas herido, ¿Qué ocurrió? ¿Dónde estabas? ¿Cómo llegó ese demonio aquí? ― Alguien lo dejó entrar, no sé cómo ni quién ni porqué. ― aguanta la respiración al sentir una punzada de dolor. ― Zad, Dios, debemos sanar esa herida ― Anael ayuda al chico. ― Rápido, llévenlo con los sanadores, Kaia y Ariael ayúdenme a hacer un recorrido. El resto vigilen los alrededores ― Miguel observa los restos de la criatura ― ¿Cómo llegaste aquí escoria? Mientras algunas Potestades examinan las alas de Zadkiel, Raquel utiliza sus dones curativos –los cuales heredó luego de que Rafael dejara el cielo tras su castigo y posterior exilio- para cerrar la herida. ― En un santiamén estarás como nuevo, tuviste suerte, pudiste haber perdido el ala si hubiese sido más profunda ― habla seria. ― Lo sé, ha sido suerte nada más, me tomó desprevenido y apenas pude librarme de él pero lo que no entiendo es cómo ha podido llegar aquí sin ser desintegrado por la barrera celestial ― observa a Anael. ― Es una buena pregunta, debemos iniciar una investigación, un demonio así no se maneja por sí sólo. Debe estar obedeciendo a alguien ― asiente viendo a Kaia y Miguel llegar. ― Y un traidor ― Acota Arina ― Alguien lo ha dejado entrar, no es casualidad ni suerte. ― Nos haremos cargo de todo, por el momento preocúpate por asumir tus nuevas responsabilidades y pronto te enseñare todo lo que debes saber sobre el Abismo ― sonríe Kaiael orgulloso. ― Verás lo maravilloso que es el Santuario, no te imaginas lo importante que es para todos que tú seas su custodia ― Any sonríe y Zadkiel observa a la chica con preocupación, él sabe que no está feliz con la noticia. ― ¿Qué? No, no, no, no puedo ser yo, no quiero ese puesto ― sus padres la ven sorprendidos ― Quiero seguir viviendo en la tierra, seguir con mi vida y de manera normal… Quiero ir a la Universidad, tener amigas, estudiar y salir a festejar por pasar los exámenes, quiero enamorarme y saber qué es tener una experiencia así ― habla y gesticula. ― Pero es una responsabilidad la que tienes aquí cariño, es un privilegio el que se te ha otorgado, no se lo dan a cualquiera y… ― su padre intenta razonar con ella. ― No ― corta tajante la explicación ― Yo no pedí esto y no lo quiero. ― ¡No puedes simplemente renunciar! ¡Es tu deber Arina! ― Su padre farfulla furioso. ― Debiste preguntarme ― vocifera la joven saliendo del lugar. ― Ella va a sacarme canas de colores ― el Príncipe del Abismo pasa su mano por su nuca ― Hablaré con ella. ― Debemos hacerla entrar en razón, de lo contrario quien sabe cómo puede reaccionar Chamuel, no creo que puedan hacerle daño pero si la expulsan del Cielo estará desprotegida y no sabemos quién es el responsable del ataque de hoy, pero estaba dirigido a ella ― comenta Anael con preocupación. ― Iré con ella ― Zadkiel se pone de pie ― Veré que esté a salvo.  
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