Introducción

966 Words
Me encuentro aquí, en la azotea de un edificio observando a la humanidad, son tan complejos, extraños, fascinantes… ¿Será tal vez su manera de vivir? ¿Su libre albedrío? ¿Qué es lo que los vuelve tan llamativos a nuestros ojos? Quién sabe…  Respiro hondo, dejo escapar el aire con tranquilidad, los primeros rayos del sol dan de lleno en mi rostro; su calidez me regocija, es el momento del día que más me gusta, me trae cierta tranquilidad y sensación de alivio. Escucho a lo lejos como la melodiosa canción comienza, aquella que endulza mis oídos y que los humanos no logran captar, es común que a estas horas de la mañana puedas escuchar el canto de los Serafines, ellos entonan un melodiosa tonada solo para los ángeles que se encuentran en la Tierra – sea por misión o por custodios- pues no podemos disfrutarla en el Cielo; me recuerda a casa, a mi Padre, mis hermanos, todo lo que conlleva estar entre las nubes. De pronto y sin previo aviso mis ojos dejan de ver, han sido cubiertos por un par de manos tibias y sonrío divertido sabiendo que el mismo juego de siempre está por comenzar. ― Buenos días Arina― contengo la risa, sé que odia que sepa quién es sin siquiera empezar a jugar. ― No puede ser ― farfulla ― ¿Cómo es que sabes que soy yo? ― Te conozco desde antes de nacer niña, ¿Qué esperabas?― río. ― Ya no soy una niña, tengo dieciséis años― cruza los brazos en un evidente acto de reproche. ―Perdona, a veces olvido que creces rápido ― me encojo de hombros ― ¿No deberías estar durmiendo para ir al instituto?― elevo una ceja ―Volviste a escapar.   Suspiro, con ella siempre es lo mismo, parece que no puede acatar una simple regla – evidente combinación de Kaiael y Anael, esos dos jamás hicieron lo que debían-, es como si fuera en contra de sus convicciones.   ― Había algo especial que debía hacer― me sonríe. ― ¿El qué?― ladeo la cabeza tratando de recordar si hay una fecha importante para ella.    Su sonrisa se desvanece y se me queda viendo, me incomoda un poco su mirada penetrante y comienzo a pensar que he metido la pata, que quizás si es un día especial y el problema es que no tengo la mínima idea del porqué.   ―Es tu cumpleaños Zadkiel ― susurra.― Papá dijo que los ángeles tienen un cumpleaños una vez cada siglo y que el tuyo es hoy.   Abro la boca sin saber bien qué es lo que voy a decir, francamente no recuerdo esas cosas pues no le doy importancia y es que para nosotros los ángeles es algo de menor importancia. Sí debo decir que en el Cielo se celebra con gran alegría y júbilo que uno de los nuestros cumpla otro milenio pues significa que no ha sido corrompido por el mal, las tentaciones humanas y las jugarretas de Lucifer – aunque a veces pienso que jamás podré ver a Lucifer como lo pintan todos luego de haber vivido todo lo que viví junto a Kaia y su gemelo-.   ―Lo siento, no lo recordé― sonrío y me incorporo frente a ella ― No debiste molestarte Arina, no es algo importante pero te agradezco. ―Lo es para mí, tú eres muy importante Zadkiel y todo lo que se relacione contigo lo es― se acerca a mí y sus brazos rodean mi cuerpo.   Siento que mi corazón palpita desbocado, loco, desenfrenado y trato de detenerlo, de no perderme en esto pues mi misión es primero o por lo menos trato de que así sea. Correspondo a su abrazo con cuidado, suspiro y sonrío, es tan tierna. ― Ten, sé que no es como los que sueles recibir pero al menos es algo ― tiende una cajita negra y me sonríe.   Lentamente abro la envoltura, con tanta parsimonia que la escucho resoplar molesta – lo cual me divierte, es demasiado impaciente-, la observo de reojo divertido y me muestra la lengua de la manera más infantil que tienen los humanos – aunque ella no lo sea–. Para cuando he terminado de abrir su regalo me encuentro con una cadena de plata, sencilla y discreta de la cual pende un dije en forma de luna, con un par de alas en los lados; es más que obvio que ha pensado en todo, el presente me identifica a la perfección y no puedo más que sonreír y estrecharla con fuerza. ― ¿Te gusta?― pregunta elevando su rostro quedando a centímetros del mío. ―Me ha encantado, es perfecto― susurro.   Antes de poder decir algo más siento como la jalan de mis brazos hacia atrás, observo con cautela, Kaia se encuentra enojado y con sus enormes alas extendidas a más no poder, creo que la pequeña Arina debe encontrar otra forma de huir de su casa o sus padres van a matarla. Mientras padre e hija discuten y montan una escena yo me dedico a verlos, ojalá pudieran ver lo mucho que se parecen. Mis ojos encuentran los de Anael quien se mantiene en el aire con expresión cansada, al parecer las discusiones con la adolescente se han incrementado y es que tiene un temperamento bastante impulsivo y explosivo, me sonríe divertida y se acerca. Any se ha vuelto un ángel – híbrido– bastante fuerte y armonioso, no hay vez que no sea alabada por los demás ángeles y por ello más de uno logra despertar el carácter sobreprotector de Kaia – el príncipe del abismo es bastante celoso – y mi mejor amiga desde hace muchos años ya, pero pienso que espera algo más de mí, a veces se me queda viendo cuando estoy con su hija y me pone nervioso, ¿Creerá que veo a Arina de manera especial? La pregunta es, ¿Lo hago? ¿La veo así? ¿Por qué sigo a su lado si no es mi custodiada oficialmente?   
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