Capítulo IV

1282 Words
Narra Alessandro. No me esperaba que fuera humana, ya que nunca había escuchado que nuestra especie tuviera lazos con humanos, pero eso no me importaba. Finalmente había encontrado a mí compañera. — Soy Alessandro Black, vivo aquí en Chester—me presente. —Mi nombre es Amelia Beltrán—dijo ella poco después—.¿Qué quieres decir con compañera— preguntó nerviosamente apartando sus ojos de los míos para mirar hacia la carretera, como si  me tuviera miedo. —Cálmate, amor. No te lastimaré. Nunca, jamás podría lastimarte—intente tranquilizarla, pero no estaba seguro si funcionaria por lo  repentino de la situación—. Significa que tu fuiste destinada para mí por la diosa luna, tu eres mí otra mitad y nos complementamos juntos—le explique. —No entiendo esta conexión que siento—mencionó abrumada poco después de mí respuesta. Ella no tenia idea de lo que éramos y lo que significamos el uno para el otro. Decidí detener el auto a un lado de la carretera—.¿Qué estás haciendo?—preguntó, su tensión se elevó, pero no era por miedo. El deseo se estaba acumulado entre sus muslos e invadió mis fosas nasales. Quería desnudarla y saborearla, dejar que su aroma me envolviera, pero no podía hacerlo en ese instante. —Tenemos que hablar—mencione. —Podemos hablar en el penhouse— argumentó. —Me temo que no podemos. No podré controlar este furioso anhelo una vez que estemos solos sin interrupción—le dije. —Estamos solos aquí—contraatacó,  tomó una respiración profunda, sabía que su cuerpo estaba suplicando por el mío. Levanté mi mano y  acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos. —Amelia—pronuncie su nombre haciendo una pausa, tratando de pensar cómo decirle esto—. Escucha. Los sujetos que estaban conmigo y yo. No somos solo humanos—le confesé Su rostro fue de sorpresa. — ¿Qué son? —preguntó nerviosa. — Somos cambia formas lobo —respondí. Su rostro se puso blanco y luego  sacudió la cabeza. —Eso es una locura, es irreal—pronunció. —Si fuera así, ¿Cómo explicas  que saltaste a mis brazos como si me conocieras? Tú me perteneces—le explique, sonaba  posesivo y lo era. —No puede ser real—dijo todavía abrumada, pero sin despejar sus ojos de los míos. —Podría decir lo mismo de ti. Durante casi tres meses he  soñado contigo y sin embargo, aquí estás como si todavía estuviera soñando—le confesé. —¿Tú también?—mencionó ella, indicándome que también había soñado conmigo—.¿Cuántos hay de ustedes?—interrogó. —Hay miles de cambia formas en todo el mundo—conteste. —Wow, ni siquiera sé qué diablos está pasando —murmuró. En ese momento quise saber otra cosa. —¿Por qué estabas en la carretera ? —le pregunté, porque era una zona algo alejada. Los celos me invadieron al pensar que estaba ahí por alguien más.  Necesitaba marcarla para que todos se enteraran  que era mía. —No lo sé, caminé para llegar a mí departamento y de repente estaba ahí sin darme cuenta—respondió. —Eso me confirma que estas destinada para mí. Ojalá pudiera explicar lo que significabas para mi—le dije con suavidad. Ella sonrió levemente.  —Yo también siento lo mismo y no sé porque, no lo puedo comprender. Solo necesito tiempo para asimilar lo que está pasando, he estado viviendo con estas personas  completamente inconsciente de la verdad—dijo. Me moría por correrme ahora mismo dentro de ella, pero debíamos  llegar al penhouse. Apenas me aferraba a mi cordura. No creía que mi lobo pudiera manejar más de esto. Volví a encender el motor y comencé a conducir, cuando llegamos al complejo departamental , la encargada me entregó la llave, ya estaba informada sobre nuestra visita así cómo me lo había mencionado Jones.  Llegamos a los ascensores pero sentía que se tardaba una eternidad en llegar uno. Tan pronto como entramos  la inmovilice contra la pared, luego la bese con pasión, mientras mis manos agarraban su  culo, apretando mi polla contra su jeans. No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que el ascensor se detuvo, no podía contener el hambre por mucho más tiempo. Alejé mi boca de la de ella y la saqué del ascensor. La habitación era grande, pero no podía decir nada al respecto porque toda mi atención estaba en Amelia. Necesitaba desnudarla  y separar sus muslos para tomar cada centímetro de ella hasta que pudiera liberar todo mi semen en sus profundidades.  —Quítate la ropa, o te la arranco— le ordené. —No lo harías—dijo ella sacudiendo la cabeza, desafiándome. —¿Me estás desafiando?— pregunte, me  acerqué a ella, agarré su camisa y la desabotone bruscamente. Ella jadeó y rápidamente le quité el jeans dejándolo en el suelo, luego la empujé  sobre la cama, me coloqué sobre ella atrapándola con mí cuerpo.  —¿Te atreverías a desafiarme en algo más?—le susurré en el oído. —No te atreverías a comer mi coño—murmuró desafiándome de nuevo. Mi polla se sacudió intentando hacer trizas mis jeans. Ella no tenía idea de que no había nada que yo no hiciera por su placer. Me reí y dirigí mí vista hacía sus bragas, estás estaban empapadas, verla así solo aumentaba la lujuria dentro de mí, froté mis dedos a lo largo de su coño sobre  la tela para agregar fricción. Amelia levantó las caderas, buscando más mientras yo inhalaba su aroma, amaba su excitación. Nada de lo que había olido podría compararse con el aroma de mi compañera. Después  deslicé mi boca sobre sus bragas, pero ella se tensó. —Me desafiaste—dije arrancando sus bragas, para luego abrir sus piernas—.Este coño es mío. Nunca me lo ocultes. Tu olor es mi adicción, lo  anhelo más que nada —agregue, presionando mi cara contra su coño, deslicé mi lengua a lo largo de sus labios. Ella gimió levemente,  mi lobo sentía un placer loco al devorar a mi compañera de la manera más placentera del mundo. Chupé su clítoris saboreando su  pegajoso jugo. Ella agitaba  sus piernas, incapaz de explicar la lujuria que la consumía cuando el primero de muchos orgasmos la inundó. Presioné mi mano contra su vientre sujetándola mientras salía  otro orgasmo de su cuerpo. Esta vez, deslicé un dedo en su apretado coño, probando su interior, ella gemía cada vez más fuerte, ya no podía evitar mi propia necesidad, me quité la ropa y luego   puse la   punta de mi polla en la entrada de sus pliegues—.¿Estás lista para ser mía?—le pregunte. —Siempre he sido tuya—dijo ella, eso era todo lo que necesitaba escuchar,  la penetré y pude sentir su calor. Mi orgasmo fue rápido y directo, pero no había terminado de sentirme satisfecho. Quería  más de ella, la embestí varías veces con golpes constantes mientras miraba sus ojos azules. Aceleré el ritmo, tomando su boca en un beso violento, mordiendo su labio inferior mientras los dos nos corríamos al mismo tiempo. Ella  Inclinó su cabeza hacia un lado, mordí  su hombro, marcándola. Amelia gritó y yo también cuando el poder de nuestra unión explotó a nuestro alrededor, haciéndonos completos.  —Eres mía— susurre. Ella abrió los ojos y sonrió. Nos dimos  otro beso profundo antes de salir de  ella, luego caí a su lado, la  arrastré hacía mí para abrazarla. Ella colocó su cabeza sobre mí pecho y pronto nos quedamos dormidos.   
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