Al despertar la luz entraba a raudales en su habitación haciendo que parpadeara. Su cuerpo se sentía pesado, sus ojos estaban cansados, no tenia ánimos de levantarse de la cama y simplemente se quedó mirando un punto cualquiera en la esquina de un cuadrado lujoso. Al cabo de unos minutos entró su siempre vigilante Sr. Hunt con una bandeja de desayuno bastante sustanciosa, habría que preguntarse que no podía hacer aquel hombre. A pesar de todo aquel banquete lo único que le apetecía a Vicky era el pequeño envase con las pastillas. Afuera hacia un día hermoso y ella lo odiaba. Le pidió que cerrara las enormes cortinas de piso a techo sumiéndola en una oscuridad tormentosa y apartó la bandeja luego de tomar el contenido del vaso pasándolas con un trago mínimo de jugo de naranja. Como aquel habían muchos otros días, mas de los que eran buenos. Aunque a veces, algunas noches se acercaba hasta la cristalizada sala que daba al jardín acondicionada acústicamente para que ella tocara el Chelo eléctrico.
Allí justo al centro elegantemente posado estaba el instrumento construido especialmente para ella. No era el conocido común, era blanco mate muy ligero con curvas que señalaban una S que terminaban en puntas atravesada por las cuerdas casi como una espada con una enorme pica de 60 cm enterrada en un cristal que lo mantenía preciosamente ladeado. Sólo lo había usado una vez, aunque siempre daba vueltas por allí como una mariposa oscura y en agonía. Se sentaba ausente en silencio, pensaba que los días eran demasiado largos y prefería estar dormida. Sin embargo, por las noches miraba las estrellas hasta alcanzar la madrugada, tal vez buscándole explicación a la miserable vida que estaba llevando a pesar de tenerlo todo sin encontrarla. Las estrellas eran vibrantes, y se veían tan felices adornando el cielo que no era en absoluto comparable a la estrella que ella era considerada en la tierra. Sus ojos se empañaron y al cerrarlos deseó con todas sus fuerzas ser una de ellas.
Él también despertaba en un lugar diferente. En otro mundo. En otro espacio. En otro planeta quizá en una de esas estrellas. Trató de mover sus alas, pero estaban atadas a su torso con un material tan fuerte que resistía sus inútiles y frágiles batidas. Movió sus garras estirando sus musculosas piernas y resonaron las cadenas arrastrándose por el suelo empedrado. Parpadeó débilmente y vio frente a él no muy lejos los barrotes de piedra. Le dolía todo el cuerpo y casi no tenía fuerzas ni para articular palabras o rugir. No lo había matado y sin embargo se sentía morir, parecía demasiado tarde para hacer algo más que mantenerse con vida ya que su hermano los había traicionado de la manera más baja y estúpida, no lo vio venir y pensó que probablemente tenía razón en algo, era un débil e impulsivo. No dudaba que lo hiciera con él, nunca se habían llevado bien, pero lo hizo al legado de su padre, a los protectores del reino, a Boltag entero por sed de poder. Cerró los ojos y se desplomó debilitado en un suspiro.
Con el tiempo su encarcelamiento lo mantenía aislado del terror que iba causando Korgam y que se hacía cada vez más fuerte y temible en el Universo. Se le mantenía atado, obligado a beber a diario aquel liquido dañino, con poco alimento y tratado a golpes. Sin fuerza y maltratado lo único que lo mantenía cuerdo era la idea de que algún día podía enfrentarse a su hermano y liberar a su planeta de su despiadada presencia. Los protectores no podían permitir aquello, se preguntó si también los mantenía de aquel modo. No se le había dado la oportunidad de defenderse de las acusaciones que parecían tan culpables.
Korgam lo visitó un día con una imponente capa negra sobre su espalda ancha y su brillante corona, podía distinguir sus pesados pasos a la distancia. <sus orejas estaban alertas, aunque tuvo que hacer un esfuerzo enorme para levantar la cabeza. No podía verlo con ambos ojos ya que uno lo tenía tan hinchado que de ninguna manera hacia semanas lo podía abrir. Su imagen borrosa apareció frente a él y la mirada de odio traspaso los barrotes, pero no causo el mínimo sentimiento de compasión. Se paseo regocijándose frente a su fracaso contándole los detalles de lo que llamaba "la nueva era Dexheimer". La inminente muerte de los regentes vecinos y la necesaria masacre de seres débiles en los tres planetas. Verlo indefenso y de rodillas lo hacía sentir magnánimo. La humillación de su más grande oponente le daba un poder absoluto, más aún cuando iba contándole todo lo que había hecho con lo que el tanto amaba, su gente.
- Te advertí que era mejor estar de mi lado Eniel, pero como siempre no me escuchaste
- Mátame si tienes agallas - susurro apartándole la mirada
- No puedo hacer eso. Aunque nuestros protectores están asombrados de tu traición se ha retrasado tu juicio por la guerra y porque les he informado de tu abdicación, a pesar de que los recientes acontecimientos los ponen en desventaja ante mi legitimo mando. Esos inmortales quieren escucharte abdicar. Aun pueden sentir cuando tu vida se apague exiliándome por matarte, ya que soy el único que puede dar la orden estando preso en esta mazmorra.
- Entonces ordénale a uno de tus asquerosos soldados que termine tu trabajo de una vez por todas
- Rió ronca y estruendosamente - Sabia que rogarías la muerte… eres patético. Ordenarles algo así sería como hacerlo yo, no tiene gracia. Me divierte más torturarte y esperar a que tú mismo decidas morir, no debe quedar tanto tiempo para que te deje vencer tu energía de mártir. Mientras tanto vendré a contarte sobre mi éxito.
- Destruiste lo más sagrado, nuestro padre nunca lo hubiese permitido - musito dejando caer su cabeza en su pecho
- Ceidrich Dexheimer está muerto, es polvo. Fue un líder débil como sus antecesores y como tú, su peor error fue designarnos a ambos cuando el cosmos me ha creado para liderar y cambiar el universo, volverlo más fuerte. En ti depositó mi debilidad.
- Eres un egocéntrico despiadado y no mereces más que la muerte por lo que has hecho
Lo golpeó tan fuerte con su enorme pata de rinoceronte que tardo en recobrar el aliento y por su debilidad casi pierde el conocimiento. Se acerco a su babeante hocico lleno de espesa sangre verde
- Eniel, eres menos que basura y espero mueras de pena sabiendo que soy indiscutiblemente mejor que tu. Siempre lo he sido - dio media vuelta y abandonó el lugar sin volver a mirarlo mientras Eniel se convulsionaba de pena, impotencia y dolor
El líquido caliente le cayó encima despertándolo en medio de un grito, le quemó las alas y penetró ardiente en sus heridas. Apenas pudo reaccionar lo suficiente cuando dos guardias del ejército de su hermano, con capa negra, lo levantaron arrastrándolo hacia una carreta en la entrada de la mazmorra. No usaban de ese tipo a menos que llevasen a uno muerto y el estaba vivo aún, aunque no podía volar. El camino fue largo por lo que dedujo que estaba en la prisión más alejada de la roca roja. Garneg. Le dio tiempo suficiente para canalizar algo más de energía y sentarse. Sus alas dolían y ardían, aún no podía abrir un ojo y seguía atado de todas sus patas y le habían puesto una capa roja cubriéndolo por completo.
Al llegar cerca empezó a distinguir a los aldeanos apostados a los lados del camino que trataban de ver quién era y aunque estuviese cubierto muchos de ellos lo reconocieron, era un Dexheimer y pudo sentir su desprecio. Para ellos era un traidor que intentó asesinar a su hermano y a los protectores. Sabía por Korgam que pensaban que había abdicado, aunque eso no era cierto. Casi todas las miradas le indicaban lo mismo lo preferían muerto.
Llegó arrastrado hasta el salón principal ante su magnánimo hermano y los seis protectores que bajo sus túnicas no expresaban nada, pero sus ojillos rojos lo miraban fijamente encendiendo en su presencia el aura violeta con desconfianza. Semlim estaba justo allí mirándole sin remordimiento. Fue juzgado y nada de lo que dijera podría probar lo contrario. Korgam se acercó y levantó su hocico para que lo mirara con solo un ojo.
- Eres mi hermano y aunque lo que hiciste fue una estupidez sigue corriendo sangre Dexheimer dentro de ti. Elije. El exilio total y completo de Boltag con tu abdicación o la mazmorra
- Le miró con tanta rabia que su hocico mostró los dientes como un animal - La mazmorra- susurro ante la sorpresa de todos los presentes y la rabia mal disimilada de su hermano
El tiempo no da tregua sea el mundo que sea.
En la Tierra Vicky deseo morir, y en Boltag Eniel deseaba exactamente lo mismo. Acabar de una vez con su agonía.
Una oscura noche deliraba sin fuerzas mientras un grupo de fornidos y peludos armados entró con sigilo a la prisión de Garneg, en donde por un largo tiempo se escucharon rumores en el que probablemente se encontraba encerrado Eniel Dexheimer después de preferir la prisión. Todo gobernante autoritario siempre tendrá oponentes y estos se habían estado organizando por meses para la liberación de la única esperanza de que el reino de terror de su hermano terminara. Conocían a Eniel y no creían en las declaraciones que había dado Korgam sobre su traición, desaparición y abdicación. Eso era por mucho contrario a lo que el líder en esencia era.
Masacraron a algunos guardias en la pelea mientras descendían las escaleras de piedra de la fortaleza envueltos en gruesas capas oscuras que ayudaban a moverse entre las sombras. En el enfrentamiento muchos de los rescatistas también perdieron la vida y solo cinco pudieron llegar hasta la mazmorra húmeda y oscura de barrotes de piedra, en donde yacía en apariencia mortal un animal hecho solo plumas, envuelto en su propia espesa y seca sangre. Lo habían torturado demasiado.
Destruyeron con un ruido estrepitoso lo más rápido posible los barrotes y con una de sus puntiagudas armas tocaron el enorme cuerpo. Por un minuto creyeron que estaba muerto y dudaron que fuera el poderoso amo que fueron a rescatar a costa de sus propias vidas, hasta que su pecho se expandió en clara respiración aunque muy tenue. Lo envolvieron en una enorme capa roja que estaba tirada a un lado arrastrándolo hasta la alta y única ventana trasera de la fortaleza antes de que llegaran los soldados. Con el enorme cuerpo de Eniel inerte, siendo de menor tamaño y fuerza no supieron cómo proceder mirándose entre ellos con preocupación. El plan era salir volando todos al liberarlo, pero en las condicionen de Eniel era imposible y la ventana era demasiado pequeña para entre dos de cargarlo en vuelo. En el horizonte se podían ver acercándose demasiados soldados en lo que terminaría sin duda en una muerte segura para Eniel fracasando en la misión.
Sin dudarlo rápidamente lanzaron el cuerpo por la ventana y saltaron uno tras otro mientras se precipitaban rápidamente al suelo. Eniel podría soportar ese golpe o finalmente morir y era un riesgo que tenían que correr. Resonó du cuerpo en la tierra y tuvieron sólo un minuto para comprobar si había sobrevivido, extendieron las garras y tomaron el cuerpo de Eniel como una presa entre tres de ellos alejándose lo más pronto posible seguidos de los sobrevivientes que cuidaban sus espaldas lanzando dagas filosas a lo jejos. Los dos fueron alcanzados, uno murió desplomándose en la rojiza arena y el otro como pudo tambaleante entre el cielo naranja se alejo lo suficiente con el resto de las dagas de los soldados, ocultándose en una cueva que construyeron detrás de una montaña esperando la oscuridad para avanzar.
Korgam golpeó fuertemente con su pesada garra la silla levantándose inmediatamente y caminó exhalando humo frete a su trono, mientras vociferaba lo imbéciles que habían sido al dejar escapar a unos simples aldeanos con su hermano. Temerosos los soldados se inclinaron para rogar por su perdón, al tiempo que se debatía entre matarlos allí mismo por su mente pasaron los inconvenientes de su escape, se acercó a uno de ellos lentamente y se quedó allí observando como aquel pobre animal a su servicio temblaba. Se tranquilizo pensando que de cualquier forma se habían llevado un cuerpo casi sin vida. Quizá lo mejor era que muriera en una aldea, en cualquier momento los protectores le darían la noticia y ya no tenía que preocuparse por la sombra de Eniel sobre sus decisiones. Se dejó caer en su silla y sonrió, para él era cuestión de horas, aun así para asegurarse enviaría una comisión pequeña en su búsqueda aparentando su preocupación por la fuga y sobre todo por su hermano.
Frente a ese espejo rodeada de estilistas parecía que todo transcurría lentamente. En el reflejo veía moverse todo y a todos a una revolución que no alcanzaban siquiera a las de las notas que emitían las cuerdas del Chelo que enmudecían el resto bajo su encanto. Se movían las flores, su cabello, el vestido verde oscuro que llevaba cuando lo ondeaban desde la base, las manos sobre su rostro haciendo sus labios de un rojo sangre que combinaba con las cintas de seda en sus muñecas que ocultaban sus cicatrices. Al cerrar los ojos despacio podía asemejarse como aquella que emanaba a raudales cuando se las hizo, aunque solo era un recuerdo aparecía martirizador y constante.
De pronto los violines, las flautas, su tío agitando el teléfono y mirándola con aprobación. Las luces parecían apagarse y encenderse con cada parpadeo, hasta que por fin volvió la mirada al espejo. Le faltaba el aire y respiro hondamente. Esa mujer no era ella, sonreía de forma burlona al mirarla y se sintió poca cosa, jamás sería esa mujer. Apretó las manos en los apoyabrazos de la silla haciendo que sus nudillos se palidecieran hasta que alguien tocó sus hombros y la sacó de su torturadora visión. El mundo volvió a su ajetreo normal.
- Vicky es hora - tuvo que repetir su nombre dos veces más hasta que finalmente giró hacia él - estas hermosa - Le sonrió tenemos que salir en cinco minutos
- Un segundo tengo que… ir al…. tengo que… - cerró los ojos con fuerza - Debo ir al tocador un momento
- No tardes estamos con los minutos contados la orquesta espera
Entró cerrando con llave a el baño en donde estaban sus cosas, y rebuscó hasta dar con un frasco pequeño naranja de tapa blanca que recetaba Adderall con su nombre. Lo abrió con desesperación y tomó un par en lugar de una sola pasándolas con agua del grifo. Se miró brevemente al espejo y trató de recomponerse.
Caminó por al pasillo que daba al escenario con su tío lo que le pareció una eternidad, mientras que las pastillas aceleraban su pulso y parpadeaba rápidamente, al tiempo que los sonidos se hacían más vívidos, las luces más fuertes y sus sentidos más presentes. Podía sentir la enormes ganas de tocar en cada yema de sus dedos y las notas vibrar en su cabeza.
Desde la esquina del enorme poliedro pudo ver a un centenar de personas distribuídas en sillas y otras de pie elegantemente frente a su instrumento en un eclipse. Las luces se apagaban y se encendían con cada mirada hacia ella, pero volvían a ser sus ya menos pesados ojos. Entró con paso lento hacia el centro y el violín en su cabeza dejó de sonar para darle lugar al fuerte sonido de una tormenta, una lluvia incesante que se convertía en aplausos al recibirla. Como autómata se vio nuevamente de niña, de adolescente y por ultimo de mujer inclinándose frente a su público de espaldas a la orquesta, lo había hecho incontables veces. Después, frente a todos los músicos que la acompañaban volvía a reverenciar en forma de respeto y se sentaba frente a un hermoso violonchelo tradicional. Miraba al director reverenciarla y tomaba el arco con fuerza, con tanta fuerza que marcaba su mano, aunque no lo pudiera nadie apreciar. Necesitaba sentir ese dolor para estar casi presente y en seguida las milagrosas pastillas hicieron su total efecto.
Todo quedó en silencio en los escasos dos minutos eternos en los que ella con pericia acercaba el instrumento entre sus piernas, y acariciaba las cuerdas. Su mirada brilló cuando miró la primera fila del enorme recinto y las figuras sonrientes de sus padres la observaron como nunca en vida. Su hermana juntó las manos en su pecho y le lanzo un beso al aire como siempre, gesto que la hizo suspirar y cerrar los ojos antes de colocar el arco sobre las cuerdas. Escuchó su respiración acelerada bajo el sepulcral silencio y el sonido sutil, ronco y fuerte inundó el lugar. Entonces se esparció en una hermosa forma, en ondas musicales que volaban al ligero viento de la cúpula cerrada del lugar. Cada exhalación liberaba armonía entre ella y el instrumento con ligereza sonora por el aire, más allá del dolor, mucho más allá de cualquier sentimiento humano y mundano.
Su vestido brillaba en la amplitud circular invadido por las más hermosas tonadas, mientras que en otro espacio el mismo tono verdoso oscuro empapaba la capa roja en un planeta más pequeño que el mismo Boltag, y aun así el doble de grande que la Tierra no muy distante llamado Remmt. Mientras el violonchelo daba el placer a los oídos de centenares, por todo el reino de Remmt rondaban guardias afectos a Korgam, el planeta había sido devastado y tomado hacia poco tiempo y los habitantes que quedaban estaban temerosos y recelosos.
Habían dejado a Eniel en una cueva en las afueras de la tierra amarilla y pantanosa que caracterizaba a ese lugar, en donde un anciano curandero que había huido de Zulbag trataba con brebajes y rezos en un dialecto antiguo de volver a la vida a uno de los Dexheimer. Aunque fuera precisamente aquel nombre que acabara con la paz y la vida de la mayoría de sus habitantes. Efectivamente estaba a medio paso de la muerte, su alas estaban inservibles, debilitadas, quemadas y atrofiadas, tardarían demasiado en sanar por si solas. A base de tónicos lo mantuvo entre la vida y la muerte por semanas hasta que abrió sus enormes ojos grises y gimió. Desorientado trato de moverse y fue inmovilizado de inmediato mientras al anciano con mirada sombría posaba sus siete ojos en él explicándole brevemente lo que había sucedido y en donde se encontraba. Alcanzo a entenderlo antes de volver a desmayarse.
En Boltag los protectores en un circulo de auras violetas informaban a Korgam que Eniel seguía con vida, aunque débilmente podían sentirlo. Por dentro se encendía de rabia por no contar con su inminente muerte y en secreto redoblo su búsqueda con ordenes de asesinarlo.
Los tres fieles hombres que continuaban a su lado luego del rescate estaban en constante alerta velando por su recuperación, y aun mas por no ser encontrados por los lacayos de Korgam. Eran cuidadosos, aunque evidentemente no pertenecían allí y algunas miradas se desviaban ante su paso como si no vieron nada, pero eran consientes de que la información sobre el paradero de Eniel era muy valorada por el nuevo regente. No faltaría quien a cambio de una buena recompensa vendiera su posición.