—Así que Rose también anda metida en esto, ¿eh?— dilo Laura—, ¡oh, Hughie! ¿Es que nadie está libre de esta espantosa pesadilla? —No te parecerá tan espantosa— respondió Hugh con voz alegre—, cuando el trabajo de anoche rinda sus beneficios. Tuve que alojar a Chard en mi cuarto, porque su chimenea echaba humo suficiente para ahogara cualquiera. Cuando comprobé que ya se había retirado, salí a ver qué estaba sucediendo. Supe que habían recuperado todo el alijo y ordené a Rose que me preparase este cuarto para cuando volviera. —Pero no se te ocurrió avisarme a mí del cambio...— le reprochó Laura y empezó a relatarle lo sucedido la noche anterior—, Hughie, no podemos seguir así— dijo al concluir. —No digas tonterías. Todos estamos metidos en esto hasta el cuello. No hay modo de retroceder.