Lástima, primero la obligación primero

1108 Words
—¡He dicho que te vayas! —le vuelve a gritar Razif a su madre. —Hijo, escúchame, te lo ruego... —¡No! La coge del brazo y la saca fuera a pesar de los gritos de compasión. —¡No la trates así! —le grita Delfina sintiéndose impotente por las maneras. Razif se gira y la mira, una mirada que promete que le pagará caro si vuelve a darle orden. —Razif, por favor —insiste su madre aún sintiendo la presión de los dedos de su hijo en el brazo. La empuja hacia fuera provocando que casi se caiga al suelo, la mira con desdén. —Vete, y no vuelvas, ya no tienes hijo —son sus últimas palabras antes de dar un portazo. —¡Cómo puedes tratar así a tu madre! —suelta Delfina furiosa. Razif paga toda la rabia con ella sin pensarlo, la coge del brazo y la lleva a su despacho, allí la empuja al interior cerrando la puerta tras de sí. —¿Te gusta el peligro?, ¿Jugar con cosas que no entiendes?, muy bien, juguemos entonces... —dice con una mirada que asustaría hasta a un ciego. Delfina se queda muda ante sus palabras, sin saber qué va a hacer ahora, a qué se refiere, su cuerpo decide no reaccionar a los gritos de su cabeza que le piden que salga de allí. Razif cada vez está más cerca, es como si todo fuese a cámara lenta, el mundo se ha detenido, al menos dentro de ese despacho. Ambos se miran a los ojos, él con deseo e irá, ella con temor, un temor que se disuelve en cuanto los labios del jeque se apoderan de los suyos. No tiene claro qué ha cambiado, por qué del miedo a pasado a la lujuria, por qué los besos de ese tipo tan narcisista y machista la hipnotizan y le saben tan dulces. Una mano de Razif acaricia la mejilla caliente, él también esperaba más agresividad por su parte, pero en vez de eso, se encuentra sintiendo ternura, deseando que se entregue voluntariamente, para hacerle el amor sin prisas, para sentir sus manos recorrer su cuerpo y para escuchar palabras dulces de sus labios femeninos. Un toque en la puerta corta el momento de dudas y pasión, se separa de ella despacio, mirando los ojos brillantes, bajando a los labios húmedos e hinchados. —¡Ya hemos llegado! —escuchan al otro lado de la puerta la voz de Guadalupe. —Lastima, primero la obligación... —susurra Razif —.Acabaremos esto después —termina dando un suave beso a Delfina antes de apartarse y abrir la puerta. Delfina intenta despejarse, volver a la realidad, le cuesta salir de esa nube extraña, sonríe cuando Razif abre y Guadalupe los mira extrañada, "tal vez así no parezca lo que es", piensa. —Ya estamos listos —repite la mujer. —Muy bien, vamos entonces —responde Razif muy serio adelantándose. Guadalupe espera y se coloca al lado de Delfina. —¿Estás bien? —le pregunta al notar su cara de confusión. —Sí, solo era una discusión —miente sonriendo. —Sé que es difícil resistirse al encanto brutal de Razif, pero hazme caso, no entres en ese rodeo, luego no podrás salir —le aconseja Guadalupe dejándola aún más intrigada. —¿Qué quieres decir? —¡Chicas, vamos! —interrumpe Pablo entrando. Guadalupe sale del despacho sin darle una respuesta, Delfina los sigue decidida a hayar la respuesta. En el salón están rodeando la mesa, repasando el plan una vez más, asegurándose de que cada cabo esté atado. —Tú te encargarás de que Delfina entre y esté segura —le dice Razif a Guadalupe. —Muy bien. —Yo me encargo desde el coche de anular las cámaras, el tiempo estará limitado, así que por favor, ser rápidas. —¿Y él? —pregunta Delfina señalando al otro hombre, el que nunca habla. —Él os seguirá, si todo se tuerce os sacará de allí —aclara Razif. Todos asienten y toman aire, saben que corren un riesgo muy grande, entran en una propiedad privada, de un hongre rico y poderoso, seguramente no se apoye en la justicia para hacerles pagar, sino que los juzgará con su propia ley. Suben al coche, Razif se queda en tierra, Delfina lo mira confusa. —¿No vas a venir? —No, yo me reuniré con Gabriel, haré de cebo. Asiente entendiendo el plan y entra sentándose en su sitio. Al llegar a su destino miran por la ventanilla el gran edificio, lo han estudiado al milímetro, cada cuadrado de baldosa. —¿Vamos? —rompe el silencio Guadalupe. Todos asienten, Pablo les desea suerte mientras abre su portátil y empieza con el plan. Delfina sigue un par de pasos por detrás a los expertos, ahora es real, ahora sí se siente asustada, pero le gusta esa sensación, la de estar viva, la sangre ardiente corriendo por sus venas. Entran por una puerta trasera de personal, el alto ego de Gabriel ha sido su bendición, esa costumbre suya de separar clases, esa puerta es la de entrada de las mujeres de limpieza y cocina. Una vez dentro, continúan despacio, el tipo que nunca habla se encarga de dormir o noquear con un movimiento a los hombres de seguridad. Siguen con éxito hasta llegar a la planta donde está su objetivo, el ordenador personal de Gabriel. Guadalupe guía los pasos de Delfina, está asombrada de lo fácil que ha resultado todo, teme decirlo por no asustar a la hacker, pero algo no le cuadra, mira de reojo al hombre silencioso empezando a sospechar de él. —¡Mierda!, ¡Corre Delfina, sal de aquí! —grita en cuanto se da cuenta de que ese hombre es un traidor, un topo. Delfina obedece e intenta huir mientras Guadalupe lucha con todas sus fuerzas por retener al traidor y darle tiempo, pero cuatro hombres armados se colocan justo delante de ella impidiendo que pase. —¡Guadalupe! —grita aterrorizada. La mujer mira a Delfina, y al hacerlo recibe un golpe que la deja inconsciente en el suelo. Los hombres golpean a Delfina dejándola del mismo modo, dormida y manejable, uno se la coloca en los hombros para sacarla de allí. Poco a poco se despierta, está todo oscuro, le duele la cabeza y nota las cuerdas presionar sus muñecas, cuando reacciona se da cuenta de que tiene una bolsa en la cabeza, entran rayos de luz por pequeños agujeros. —Por favor —susurra con voz débil temiendo lo peor.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD