Un paseo por la costa

1698 Words
Razif asesina con la mirada a su prima, deseaba quedarse a solas con Delfina. —Sí, ¿Qué quieres? —Nada, solo disfrutar un ratito de tu compañía —le responde la mujer acercándose y empezando a masajear sus hombros. Delfina sonríe, "Se le ve el plumero desde Japón", piensa, ahora entiende por qué odia su presencia en la casa, está enamorada de Razif. —Creo que estoy de más, subiré a mi habitación a darme una ducha —les dice Delfina buscando dejar claro que no está interesada en él. —Cuando termines, baja, vamos a salir —le responde él mirando a la nada. —Como ordene, señor —se mofa por el tono que ha usado. Mientras sube las escaleras los escucha hablar. —¿Cuándo se irá?, no me gusta esa mujer, te traerá problemas —le dice su prima. —Tal vez quiero problemas, Aicha —le responde Razif. Al llegar a su habitación se sienta en la cama y suspira, tiene la impresión de que Razif le oculta algo, a veces la trata como si ya la conociera de antes, como un ex obsesionado. Cortando el análisis general que está llevando a cabo, se mete en el baño y se ducha, un rato más tarde, después de dejar que el agua caliente se llevase el estrés, se reúne, tal y como le ha ordenado, con Razif. Al encontrarse en el vestíbulo ninguno dice nada, él comienza a caminar hacia la calle y ella lo sigue intrigada. —Hoy puedes tomarte el día libre, conduciré yo —le dice Razif al chófer vestido con traje. El hombre asiente y se aparta dándole las llaves del automóvil. —Sube —le ordena a Delfina. —Por favor —añade ella. —No era una petición —aclara Razif. La joven suspira exasperada y obedece, al estar ya en el interior lo mira. —¿Dónde me llevas? —A que conozcas mi país, no me gustaría que te marcharas sin conocerlo. —¿Por qué? —pregunta extrañada. —Porque amo mi país —responde con calma. Ya no sabe cómo continuar esa conversación, ni siquiera responde a la pregunta directa, se desvía, ella quería saber por qué se lo enseña a ella. Conduce callado y serio, Delfina lo mira de reojo cada ciertos segundos, buscando cualquier cambio en su expresión, "pues qué bien lo vamos a pasar", piensa con sarcasmo. Llegan a la costa, Razif detiene el coche en el aparcamiento y baja sin decir nada, así que la joven se apresura a salir. —¿Ya has comido algo típico de mi país? —le pregunta el jeque. —No, excepto lo que serviste en el almuerzo, a decir verdad, apenas he comido desde que llegué —se sincera al darse cuenta de que todo ha sido muy rápido. —Ven —le ofrece dándole la mano. Delfina la mira y camina a su lado rechazando el gesto, intrigada por ese cambio de actitud tan repentino. Entran en un restaurante, huele a especias, el camarero los guía a una mesa en la terraza con vistas al mar. Ya acomodados leen la carta, Delfina lo intenta más bien, ya que no entiende apenas lo que está escrito, alguna palabra suelta en francés. —¿Por qué hay platos en francés? —pregunta curiosa. Razif levanta la mirada feliz de recibir una pregunta por parte de su invitada, ha sacado un tema de conversación, eso lo hará más fácil, no sabía cómo hacerlo él, cuando la tiene delante le cuesta pensar con claridad. —Argelia es en parte francesa, las dos culturas se mezclan por el pasado —le responde. —¿Quieres decir que aquí vivían franceses? —Sí, en la época colonial se hicieron cargo de mi país, aunque para nosotros eran enemigos, hicieron mucho por él. El camarero regresa a tomar nota cortando su conversación. —Yo, no sé qué pedir, no entiendo nada. —Yo pediré por tí —responde con su seriedad habitual Razif. Delfina lo observa al hablar con el camarero, parece tan poderoso a simple vista que la hace sentir una niña pequeña, hasta pidiendo comida parece que esté haciendo algo importante. —Cuéntame, ¿Cómo haces tu vida en España? —pregunta Razif de inmediato cuando el joven camarero los ha dejado solos. —¿Cómo hago mi vida?, no entiendo tu pregunta. —Sí, qué haces en tu tiempo libre, si tienes muchos amigos, alguien que te haga sentir más... —No suelo tener mucho tiempo libre, pero me gusta ir a la montaña, al cine, estar con mis amigos, mis padres, respecto a eso, no tengo muchos, pero sí buenos amigos, y no, hubo alguien, pero se acabó, no pienso volver a creer en el amor. —¿Por qué?, ¿Qué pasó? —No es asunto tuyo, Razif —le responde recuperando la rabia con la que llegó. —Tienes razón, perdóname. —No importa, pero prefiero que no sepas mucho de mí, haré mi trabajo y volveré a casa. —Claro —contesta según se le oscurecen los ojos, cualquiera diría que tienen una tormenta encima por ello, pero no, está dentro de él. La conversación es escasa durante la comida, salen y caminan por la costa, cada vez se alejan más del coche, pero a Delfina no le importa, al contrario, por primera vez desde que llegó a Argelia, no ha pensado en su estafador, ni en su ex, siente calma escuchando el mar, viendo cómo van cambiando las tonalidades del cielo. Razif siente algo parecido, su idea era enseñarle Argel, su interior, los museos, el jardín botánico, todo lo que tiene que ofrecer, pero al verla tan relajada, caminando con calma y sonriente, caminaría días a su lado si fuese necesario con tal de sentirla así, tan cercana. —Vi a mi prometido una semana antes de nuestra boda comiéndose a otra —confiesa Delfina de repente, ha salido solo, sin pensar. —¿Comiéndose? —Besándola con pasión —aclara. —¿Cómo? —Por un vídeo, con unos desconocidos, fue humillante, nunca había sentido tanta vergüenza y rabia a la vez, llevábamos mucho juntos, creí que... me quería. Razif, al percatarse de la tristeza en su voz, la coge de la mano y la obliga a mirarlo. —No deberías, él debería sentir vergüenza por perderte, rabia por ser un imbécil. Delfina lo mira a los ojos, sin estar segura de si ha sido por su voz, por la expresión dulce de su cara, o por el contacto de sus manos, lo besa. Se abalanza sobre él y lo besa, él continua con el gesto, es apasionado, intenso, las manos nerviosas e impacientes buscan más posesión. Razif la agarra de la nuca y la mejilla, ella se sujeta de su camisa para no caerse. Con agilidad, la empieza a guiar para tumbarla en la arena, él se acomoda a su lado y vuelve a besarla, después se aparta y la mira. El pecho de Delfina sube y baja por la excitación, sus labios se abren ligeramente y están hinchados por la presión que ha hecho con su boca. Posa la mano en su mejilla y la acaricia con suavidad. —Eres fascinante —le dice muy serio, con ojos como cristales por la emoción. Va bajando con la mano por su cuello al no recibir una respuesta, no hay negación, no hay oposición. Llega al pecho, lo acaricia por encima de la camiseta, continua hasta llegar al borde e introducirse en el interior, toca directamente la piel, suave y cálida. Delfina tiembla pero lo desea, mantiene la vista fija en él, está hipnotizada, suspira y gime al notar el sujetador apartarse, su pezón está siendo estimulado por Razif. —No quiero parar, pero nos van a ver —le dice sonriendo, lleno por completo de deseo, pero pensando en ella. Eso provoca que ella reaccione, se levanta con rapidez, sacando con brusquedad la mano de su camiseta. —¡Lo siento, no se qué me ha pasado! —explica confusa de verdad. —No te disculpes, no lo hagas —le ruega Razif decepcionado, esperaba cualquier cosa, pero no que se sintiera tan mal por dejar que la toque y la bese. Delfina lo mira con frialdad. —Es hora de volver, se hará de noche pronto —le dice seria. —Está bien —accede él caminando delante de ella con prisa, está furioso y no quiere que se dé cuenta. Llegan al coche, la vuelta, a diferencia de la ida, ha sido una agonía, Delfina no camina tan rápido como él. Suben, de nuevo en silencio, regresan a la mansión del mismo modo, Delfina se toca los labios a veces intentando averiguar en qué estaría pensando. En cuanto para el coche Delfina sale huyendo, corre y entra en la casa, después en su habitación, Razif, la sigue a un ritmo más lento, sin pretender detenerla. —¿Cómo ha ido el paseo?, está aquí tu madre —le informa Aicha. —¿Qué quiere? —pregunta furioso. —No lo sé, no quiere hablar conmigo. Razif entra más cabreado, va directo al salón donde espera su madre, la ve sentada en un sofá con mucha calma. —¿Qué quieres? —pregunta directo al grano. —Hablar contigo, hijo. —¿De qué?, ya está todo hablado, prefieres seguir con tus aventuras antes que seguir viva, conmigo. —¿Siendo una mantenida como tu prima? —¡Tienes ese derecho, mamá!, ¡Es lo que esperaba papá! —¡Qué le den a tu padre!, ¡El no está aquí! —Cierto, murió, por tu culpa. —Sabes que no fue así. —Prefiero que te vayas —le dice muy serio. —Hijo, por favor, escúchame —le ruega. —¡No!, ¡He dicho que te vayas! —le grita furioso. Delfina, al escuchar los gritos, baja corriendo las escaleras, primero se topa con Aicha cotilleando la conversación, después mira lo mismo que ella y se queda en shock. "Es la mujer de la pensión, ¿Qué tiene que ver ella con Razif?", piensa.
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