Secuestro

1580 Words
—Gracias —se despide de la joven de turismo con prisa. En la calle camina deprisa, tomaría un taxi, pero al precio que le cobró el anterior, acabaría vaciando su cuenta bancaria y aún tiene mucho por delante en ese país. Tras dos horas y el GPS guiándola, llega a la pensión, tras saludar con la mano y una sonrisa a Akram, sube las escaleras, entra a su habitación y saca de la maleta su portátil. Teclea rápido, debe ser precavida, así que crea cortafuegos y barreras para ocultar su ubicación por si la están siguiendo. Una vez hecho, entra a i********:, escribe a Alzo, el estafador, con la esperanza de poder dar con él, siendo ella la espía en la red. "Hola Alzo, cómo estás?" No recibe respuesta, tras unos minutos se pone nerviosa, el tiempo no está a su favor, tarde o temprano deberá reunirse con Razif para realizar su trabajo, quiere dar con él antes. Se pone de pie y camina por la habitación, se muerde las uñas, algo que lleva mucho intentando dejar, pero la ansiedad no me permite, mira por la ventana, ve a la gente pasar, algunos deprisa, otros más despacio, solos o acompañados. Se extraña cuando ve a dos hombres pasar lentamente en un coche n***o, los cristales están tintados, pero llevan las ventanillas bajadas, el coche se detiene y bajan, ¡Tin, tin!, suena el ordenador, saliendo de lo que llamaba su atención, vuelve a la cama y mira la pantalla. "Hola bebé, yo bien, y tú?, no has escrito estos días, ya te echaba de menos", el supuesto Alzo le ha respondido. "Bien también, lo sé, he tenido mucho trabajo, perdona, pero me acordé de ti", contesta ella sonriendo acompañando la frase con el emoji de un guiño. "Sí?, y cómo te acordabas?" Delfina vuelve a sonreír, necesita alargar la conversación para poder localizarlo, así que continua en su juego. "Pues te imaginaba desnudo, en mi cama, me gustaría tanto estar cerca de ti", lo provoca. "A mí también me gustaría, pero debo terminar mi tesis, quiero ascender, si no fuera por eso estaría allí, lamiendote", contesta él, seguido de una foto temporal. Delfina se muerde el labio al abrir el archivo. —Qué lástima que no seas tú, perdería la cabeza —se dice en voz alta empezando a excitarse. En la foto el hombre real está sin camiseta frente al espejo, sus músculos definidos, el cuello fuerte, los brazos musculosos y las manos grandes la ponen a mil. "Me encantas", le escribe, eso es cierto, aunque lo debería recibir el real, no ese estafador, seguramente un hombre delgado, bajito y sin ningún tipo de atractivo, ni físico, ni mental. "Quiero verte", le pide él. Delfina lo piensa un momento, mira la barra con rallitas que indica el tiempo que falta para completar la búsqueda, más o menos dos minutos más. Se pone de pie, se quita la camiseta y se coloca frente a una pared blanca, intenta salir sexy, es una locura, pero le gusta esa sensación con él. Revisa la foto, la descarga y saca otra. —Ahora mejor —opina. Entonces la puerta de la habitación se abre de un golpe, los dos tipos que hace un rato había visto bajarse del coche n***o están ahí. —¿Qué hacéis?, ¡Fuera de mí habitación! —les grita intentando taparse, segura de que no la buscan a ella. Sin dirigirle la palabra la cogen de un brazo cada uno y se la llevan, justo cuando está pasando por al lado del ordenador ve que se completa la barra sin que pueda alcanzar a ver la dirección. —¡No, maldita sea!, ¡No, soltarme joder! —grita furiosa. Los tipos la ignoran y se la llevan a la fuerza. Al pasar por la entrada Akram ve como la sujetan y escucha las protestas de Delfina, suelta algo en árabe pero ella no entiende su idioma, por la expresión de su rostro intenta ayudarla. Al alcanzarlos recibe un puñetazo que lo tira al suelo de uno de los tipos y un par de palabras en ese mismo idioma. —¡Lo siento, Akram! —grita ella preocupada sintiéndose mal por él. Los hombres la meten en el asiento de atrás de un empujón, uno se sienta a su lado, el otro conduce, ambos muy serios, inmutables. —¿Dónde me lleváis?, ¿Quiénes sois?, ¡Os estáis esquivando de persona! —sigue intentando hacerles entender, no sabe si la ignoran o no la entiende —¿Habláis español? —pregunta, pero no recibe respuesta. El coche se detiene poco más de media hora más tarde, Delfina se ha arrinconado en una esquina tapándose los pechos, mirándolos asustada. El que se sentó a su lado la coge de un brazo y la arrastra fuera. —¡Por favor! —ruega empezando a llorar. No sabe quiénes son, ni qué quieren de ella. La vuelven a agarrar con fuerza, uno de cada brazo, entran en una gran mansión, Delfina no se había detenido a mirar su alrededor. Entran en una sala enorme, los hombres siguen sujetándola, una mujer entra. —Todavía no ha llegado, llevarla a una habitación —les ordena a los hombres. —¿Quién tiene que llegar?, ¿Qué queréis? —le pregunta a la mujer al ver que ha hablado en español. Cuando van a pasar por su lado la mujer los detiene, se coloca frente a ella, su mirada fría y oscura asusta a Delfina, así que decide callarse. —Pronto lo sabrás, Delfina de Ojuel —le responde acariciando la mejilla. La joven aparta la cara con desprecio, por alguna razón, no le gusta nada esa mujer. Los hombres la suben por una escalera de mármol blanco, aunque en sí, todo es blanco, el suelo, las paredes, hasta los muebles. Camina por un pasillo, ese color deja de predominar, ahora es todo n***o, qué clase de persona haría ese juego de colores, ¿Por qué es diferente abajo y ahí?, ¿Qué significa cada color? Abren una puerta y la empujan dentro, escucha la llave girar desde fuera, lo primero que se le ocurre es correr hacia la ventana y escapar por ahí, "solo es un piso", piensa Delfina. Corre la cortina y va a abrirla, pero la ventana no cede, la observa detalladamente. —Mierda —susurra al ver que tiene cierre de seguridad. Se da la vuelta y examina la habitación, aparte de la de entrada hay otra puerta, corre hacia allí, es un baño, no, no es un baño cualquiera, es de lujo, tiene una ducha enorme rodeada con cristal, suelos estilo de piedra con tonalidades grises y negras, un mueble elegante del mismo color, un gran espejo y todo lo necesario para una mujer. Ve la ventana e intenta abrirla, pero también tiene el mismo cierre, vuelve a la habitación, abre el armario con la esperanza de que haya algo con lo que golpear el cristal, mas solo hay ropa, y casualmente, de mujer también, ¿Será la habitación de esa mujer?, eso la asusta más todavía, ¿Dónde está? Cómo respuesta a su pregunta se abre la puerta y entra dicha persona, camina con aires de grandeza, despacio, como si flotase. —¿Qué queréis de mí? —pregunta Delfina intentando mantener las distancias. —Yo no quiero nada de ti, pero por lo visto mi primo sí, no sé qué será, me pareces tan... insignificante. —Me da igual lo que te parezca, quiero irme de aquí, ¡Esto es un secuestro por el amor de dios! —¿Dios?, Dios no está aquí, querida, nadie va a ayudarte. Esa frase hace estremecer a la joven, empieza a temblar, por la cara de satisfacción de la desconocida sabe que es justo lo que esperaba, así que decide no darle ese gusto. —Pronto me encontrarán y te arrepentirás de esto —le dice muy seria. —No lo creo, estás en mi país, aquí no eres nadie —sonríe la mujer marchándose con una sonrisa triunfal. Una vez sola, Delfina golpea cabreada la cama, con tan mala pata que da en la pata y se hace más daño a ella misma que al mueble. Es consciente de que no tiene más remedio que esperar, no tiene escapatoria, resignada, se tumba en la cama, gritar no le servirá para nada. Se despierta, no sabe cuánto lleva dormida, solo que debía de estar realmente agotada, pues no tardó en dormirse, mira hacia la ventana, ya es de noche, pero no quedaba mucho para eso, así que puede ser cualquier hora. Va al baño y se lava la cara, se percata de que sigue en sujetador, estaba tan enfadada que llegó a olvidarlo, va al armario y busca algo que ponerse, pero entonces se detiene, esa mujer es mala, si llegase a ser su ropa y se enfadara, a saber lo que le haría. Va a la ventana y mira al exterior, un par de hombres vestidos con trajes negros vigila la zona, por lo demás, no hay ni un alma. Se mete en la cama de nuevo y se duerme, solo deseando despertar y darse cuenta de que era una pesadilla. Abre los ojos con los primeros rayos de sol, se frota los ojos y bosteza, se estira y vuelve a bostezar, se acomoda en la cama, entonces lo ve, él está sentado en un sillón a su lado.
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