En un sueño erótico y confuso

886 Words
Delfina no tiene claro cuánto tiempo ha pasado, hace ya varios días desde que Razif la llevó a su casa, está confusa, ya que sigue siendo la prisionera del jeque, pero no se siente desdichada, al contrario, la pequeña jaula, la habitación de Razif, se ha vuelto un lugar para el placer, no solo por el sexo, también por las delicias que le lleva cada día, estimula sus sentidos al completo, tacto, gusto, olfato y vista, a veces con la lengua, otras con fresas, frambuesas y nata. Han hecho el amor tantas veces y de tantas formas distintas que la idea de que se acabe la disgusta, sin darse cuenta se ha vuelto adicta a él. —Buenos días, preciosa —la saluda recién abre los ojos. Delfina llevaba un rato despierta, ordenando todo en su mente, pero sin querer reconocerlo, haciéndose la ciega. —Buenos días —le responde sonriendo y acariciando la mandíbula masculina. Razif mete la mano debajo de las sábanas y busca su sexo, solo el tacto de la yema lo humedece, acaricia la rajita volviendo a poseer a Delfina por completo. Ella se mueve y gime dejándose de llevar por sus caricias, un gemido más alto nace de la garganta de la joven cuando su amante mete un dedo con fuerza, la embiste sin piedad. —Hoy saldremos, quiero que te arregles para mí —le ordena Razif sin detener el movimiento en su interior. Delfina asiente con un sonido extraño según llega el orgasmo, es una muñeca, un títere de ese hombre poderoso sensualmente. El jeque se coloca encima de ella y la penetra, ésta vez con el m*****o, lo hace con suavidad, disfrutando de las sensaciones de la pequeña cueva que lo acoge, admirando la boquita rosada que se abre sin poder evitarlo. Al acabar se da una ducha y sin mediar palabra con Delfina, se viste y se va, dejándole dicho que en cuatro horas debe estar perfecta. Obediente está lista a tiempo, ha elegido un vestido fresco, de un azul celeste y liso que se amolda a su cuerpo sin asfixiarla, se ha recogido el pelo en un moño y acentuado sus rasgos con un toque de maquillaje. Razif abre la puerta de la habitación y la mira deslumbrado, deseando quitarle ese vestido y volver a capturarla en la cama, pero no lo hace, hoy necesita cerrar un asunto muy importante, debe asegurarse a Delfina en su cama, en su casa y en su vida, lo que queda de ella. —Estás deslumbrante —le dice acercándose y besándola. —Vas a lograr que se corra el pintalabios. —No importa. —Me iré a retocar. —No, me gusta verte así, pareces inocente y lujuriosa a la vez. —Pero tengo que tener los labios... —¡Sh!, así está bien —la corta pasando el dedo por sus labios para recoger lo sobrante de color y llevarlo dentro de la boca de Delfina, ella lame su dedo con picardía. —Te follaría ahora mismo —le cuenta Razif sintiendo el bulto en su pantalón crecer. —Hazlo —le responde ella impaciente. —No, tendremos que esperar, vamos, nos esperan. La coge de la mano y bajan las escaleras juntos, antes de salir la sujeta del brazo y mirándola fijamente le deshace el moño dejando el cabello caer por sus hombros. —Mejor así —dice satisfecho con lo que ve. Salen y suben al coche, un chofer los saluda y arranca. Tras unos segundos después, Razif se desabrocha el cinturón y se acerca a Delfina, acaricia los pechos por encima del vestido, viendo como un granito aumenta su tamaño tras la tela. Delfina se deja llevar, gime y lo mira a la cara mientras la toca, entonces ve como la mano baja más, sube el vestido y le quita las bragas, vuelve a llevar el vestido a su sitio y las huele. —Las guardaré yo —le informa muy serio. Ella no lo detiene, ni se niega, jugaría que sigue dentro de un sueño erótico en el que ella es la protagonista principal, y no quiere despertar. El coche se detiene, Razif se apresura a bajar, le abre la puerta deteniendo al chófer, y lanzando una mirada de desaprobación al mismo, ha sido muy consciente de su mirada en los pechos de Delfina, mas detenerlo no estaba en los planes. Entran en un restaurante, ya hay dos hombres en una mesa, Delfina no los conoce, les sonríe y se sienta donde me indica Razif, aceptando después una copa de vino que le trae un camarero. Se le eriza la piel al escuchar una voz conocida, cierra los ojos con fuerza, rezando para sus adentros porque no sea él, pero cuando los abre, ve que sus plegarias han sido en vano, sí es él, Alzo, ¿qué hace él aquí?, ¿y por qué se reúne con Razif? Un nudo en la garganta la ahoga, la sensación de los ojos húmedos, el corazón latiendo con fuerza, surgiendo más preguntas, ¿se puede amar a dos hombres a la vez?, ¿o uno solo es deseo?, porque ahora mismo se encuentra en una encrucijada, arrodillarse ante Alzo y rogar su perdón, o callarse y obedecer a Razif, para poder seguir en ese sueño tan placentero.
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