Sin voz, ni voto

1016 Words
—Perdón por la demora —se disculpa Alzo con Razif. "¿Por qué se disculpa con él?, ¿qué tiene que ver Razif con Alzo?", piensa preocupada Delfina. —No pasa nada, he estado bien acompañado —responde este mientras acaricia el muslo de Delfina. Ella no entiende nada, esa actitud posesiva, la presencia de su amante en la red, más falsas sonrisas entre ellos. Por alguna razón desconocida Alzo finge que no la conoce, incluso le sonríe como a una desconocida de verdad. Ya sentados todos y con una copa en la mano, se entera del motivo que lo lleva allí, una propuesta de Razif, desea que sea su médico personal, a cambio le ofrece mucho dinero al mes, más de lo que cobraría en un año. Alzo lo acepta, Delfina quiere decirle que no lo haga, contarle quién es Razif, los riesgos del empleo, pero se mantiene en silencio. —Trato hecho entonces —sonríe Razif extendiendo la mano para sellar el contrato verbal. Alzo hace lo propio, después mira de reojo a Delfina, se pregunta en qué momento se volvió una mujer florero, si tanto lujo le dará ese jeque para que se haya vendido, está resentido, desapareció sin despedirse, sin una explicación, y cuando averiguó que había sido para irse con un hombre más rico, el mismo que la había traído, su rabia creció. —Hemos de irnos, lo espero mañana en mi casa —se despidió Razif haciendo un gesto a Delfina para que se levante también. Le extrañó que ni siquiera probaron la comida que les sirvieron en el plato, pero tampoco preguntó, estaba agradecida por salir de ahí. —Pensaba que habíamos venido a comer —dijo en el coche. —Así es, pero lo único que quiero comerme ahora, es a ti —le respondió Razif atrapando su boca. Las manos del jeque hicieron un excelente trabajo, consiguieron que la mente de Delfina se dejase a su voluntad, acariciaba los muslos por debajo del vestido, subía por los pechos, la inspeccionaba muy concienzudamente mientras lamía su cuello. —Me vuelves loco, nunca me canso de tu sabor —le dice ronco al oído mientras observa la boquita rosada abrirse y emitir un gemido. Los dedos juguetean debajo de las bragas, la humedad lo excita. Rompe el vestido y la coloca encima de él, aparta las braguitas y penetra con fuerza, Delfina tiene los ojos blancos de deseo, es suya, solo suya. Se mueven rítmicamente, ambos buscan lo mismo, el clímax, fuera de si arranca los tirantes del vestido y muerde los pezones, en cuanto el escalofrío recorre el cuerpo de Delfina, el flujo empapa el m*****o de Razif. Ella clava las uñas con fuerza en la espalda del jeque, no se explica cómo puede sentir tanto, cómo la manipula con tan solo un par de besos y caricias, sus pensamientos se nublan en cuanto el orgasmo toma el poder en cada célula de su cuerpo. Cuando el coche se detiene ella está abrazada a él, extasiada y satisfecha, sin importar los daños en la ropa, ni lo que pensarán los que la vean bajar del automóvil. Razif no permite lugar a las malas miradas, ¿qué lo hayan pensado?, es muy posible, pero en los rostros de los espectadores no hay ni la más mínima señal de ello, coge a Delfina de la mano con fuerza, diciéndole que está ahí. En cuanto llega a la habitación se tumba en la cama tal y como está, con el vestido hecho girones y despeinada, la sensación de un sueño profundo la invade y se queda dormida, no puede notar el beso en la frente, ni la caricia en su mejilla mientras Razif la mira locamente enamorado. Podría sonar contradictorio, amar a alguien y tratarla así, ella al menos ni lo supone siquiera, solo es sexo, puro y duro, pero para él sí tiene sentido, la naturaleza bruta y masculina se adueña de su ser cada vez que la ve, que la escucha o la huele, los celos en cuanto la miran, el deseo latente aunque ella no esté, necesita expresarlo, ser dulce está permitido, pero en menor cantidad, porque, según Razif, eso podría llevarlos a la rutina que al final destroza cada pareja. Por la mañana, cuando Delfina se despierta, parece que haya dormido durante días, su cuerpo está relajado, su mente en blanco, como en un sueño. Razif no está a su lado, tampoco sabe qué hora es, tal vez sí ha dormido durante días, piensa, después de lo ocurrido en el coche no le extrañaría, un toque en la puerta la saca de sus cabilaciones. —Han venido a verte —le dice Aicha, la prima de Razif, asomándose por la puerta. Ella no responde, hacia mucho que esa mujer no iba a su habitación, espera cualquier puñalada trapera de ella. Detrás de ella entra Alzo, lleva un maletín y va vestido con su característica bata. —¿Qué haces tú aquí? —le pregunta Delfina avergonzada levantándose para cubrirse. —Tu prometido me ha pedido que venga —le responde frío como el hielo. —No es mi prometido —aclara con rapidez. —Ahora ya no es mi problema. —Yo, quería... —intenta disculparse y contarle lo sucedido, pero Razif entra en la habitación cortando la conversación. —Gracias por venir —lo saluda el jeque con una sonrisa y un apretón de manos. —Usted dirá —le responde correspondiendo al gesto Alzo. —Necesito un examen exhaustivo de mi prometida, físico, ginecológico y analítico. —¿Y no me consultas a mí eso? —pregunta enfadada Delfina, pasando por alto su estado civil futuro. —¿Debo hacerlo? —le pregunta Razif muy serio. —¡Claro!, ¡es mi cuerpo! —No pensé que te importaría, solo es un examen rutinario, hemos hecho el amor sin protección. La joven se enrojece al instante, si él supiera que Alzo es el verdadero motivo por el que vino a Argelia, y sobretodo, lo que vivió con él, no le estaría pidiendo esto.
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