El jeque

1996 Words
Vuelve a su asiento tras recobrar la compostura, al pasar cerca del jeque siente un escalofrío recorrerla entera, ignora la sensación y se acomoda en su asiento, mira por la ventanilla fingiendo que está ausente, aunque en realidad está de lleno en ese avión. Acaba quedándose dormida sin darse cuenta, Razif se percata de ello al mirar de reojo, se levanta y se acerca, con un gesto de la mano pide a la atenta azafata una manta. La joven se la lleva tan rápido como puede, acostumbrada ya a esos viajes en los que debes decir sí, a sea lo que sea que te pidan. Observa como el jeque tapa a su acompañante con la manta de color blanco, como pasa los dedos por la mejilla enrojecida y delinea los labios, suspira, excitada, ese hombre es un cliente al que le diría que sí, y no precisamente porque así se lo exija su jefe. Entonces Razif vuelve a su asiento, la mira mientras camina, la azafata vuelve a suspirar, su estómago se contrae y los pezones se vuelven sensibles. —Una copa de whisky por favor —le ordena mientras se sienta pensativo. La azafata obedece y va a buscar lo que le ha pedido, entra en la pequeña cocina y sirve en un vaso el mejor whisky que tienen, mira de reojo hacia la cabina donde ese hombre está esperando su bebida, nerviosa, toma un trago con cuidado de que nadie la vea, segura de que eso la ayudará a superar ese vuelo. Le lleva el pedido y se lo entrega sonriente, sintiendo mucho calor al estar tan cerca, teniendo la necesidad de desnudarse para aliviar la temperatura. —¿Cómo te llamas? —le pregunta el jeque mirándola y para su sorpresa, de un modo informal. —Estefanía, señor. —No me llames señor, no soy tan mayor. —Lo siento, no quería decir que..., desde luego no lo es. —¿Tienes novio, Estefanía? Duda un momento si decir la verdad, o mentir, si tuviese la oportunidad de estar tan solo un rato con este hombre a solas, y hacer cosas sucias, lo haría don dudar. —Sí, tengo novio —le responde finalmente, fiel a su relación. —¿Cómo se llama? —Jorge. —Dime una cosa, ¿Jorge no tiene miedo de dejarte sola en un avión con un desconocido? —Bueno, es mi trabajo, señor. Razif le hace un gesto con la cara por su forma de llamarlo, no es de queja, ni un gesto serio, sino amable. —Yo no dejaría que volvieras a estar sola con un hombre si fueras mi mujer. La azafata, acalorada, y enrojecida, sonríe y decide entrar en su juego. —Si fuera su mujer, es posible que no quisiera estar con nadie más —contesta mordiéndose el labio, sabiendo qué viene ahora. —Estoy seguro de eso, te follaría cada día, así no buscarías otra polla que lamer. La conversación subía de tono muy rápido, la azafata sin pensarlo dos veces se desabrocha un par de botones de la blusa, el lazo en su garganta la asfixia. Razif extiende la mano para acercarla, la joven se sienta en sus piernas aceptándola, coloca las manos alrededor de sus hombros y se acerca para probar sus labios. Él acaricia la mejilla, es suave y está muy caliente, examina a la joven que tiene en sus rodillas, baja la mano por el cuello, por el escote de su uniforme y finalmente por su trasero, acerca la boca al cuello de la chica, provocándole un estremecimiento. —Deberías dejar a tu novio, está claro que no te da lo que mereces. —Lo haré en cuanto baje del avión —susurra ella. —Avísame cuando seas libre, te enseñaré como se trata a una mujer —le responde metiendo la mano por dentro de la blusa y acariciando su pezón. La joven gime y se mueve muy excitada, nunca, jamás en su vida, ha sentido algo así, tan intenso. —Muestramelo ahora —le ruega mirándolo a los ojos. —No puedo, debes estar soltara, es una norma —le responde sonriendo, pensando que en ese momento se la saltaría, lo gracioso es que no es por ella que se encuentra así, sino por la joven hacker que duerme muy cerca de ellos, si ella no lo hubiera parado, ahora sería la que estaría en el lugar de la azafata y seguramente, su m*****o dentro de ella. —Por favor —le ruega la joven necesitando aliviar la tensión s****l. —No, pequeña, no, vuelve a tu trabajo —le ordena Razif empujándola suavemente del trasero. La chica, caliente, avergonzada, y a partir de ese momento, aunque no lo sepa, obsesionada con el jeque, obedece y se pone de pie, vuelve a la pequeña cocina y se sirve un café bien cargado. —¿Estás bien, Estefanía? —le pregunta el copiloto del avión que justo entra en la cabina. —Sí, muy bien, solo tengo un poco de sueño. —Descansa un rato, aún quedan un par de horas. —¿Y si el cliente necesita algo? —No te preocupes, yo me haré cargo —le propone amablemente. —Vale, pero solo un rato, despiértame. —Tranquila, lo haré, una hora y te despierto —le promete. La joven entra en una cabina más pequeña con un par de asientos muy cómodos con respaldo reclinabe para dormir, al principio no puede, pero tras relajarse, consigue dormirse. Delfina sigue fingiendo que está dormida, no quiere que él lo sepa, no quiere tener que entablar conversación con ese hombre, es peligroso, poderoso y endiabladamente sexy, justo lo que no necesita ahora, mucho menos después de ver que consigue todo lo que se propone, "esa pobre azafata dejará a su novio, lo buscará y tras una noche de pasión, será otro pañuelo más que tirar a la basura, los tipos como él solo conocen esa funcionalidad de la mujer", piensa Delfina. Según entra en sus propios pensamientos y cambia de tema con el que distraerse, como planificar la búsqueda de su estafador, siente una caricia en la pierna, sigue fingiendo que duerme, así que no se mueve, pero esa mano sube más, hasta acariciar el pezón por encima de la blusa. Delfina intenta con todas sus fuerzas no temblar, sabe que es él, la mano se coloca en su escote y desabrocha un botón. —¿Qué cojones crees que estás haciendo? —le grita levantándose rápido y alejándose de él. —Comprobar una sospecha. —¿Qué sospecha? —Que no estabas dormida, ¿Cuánto tiempo llevas escuchando? —El suficiente para saber que debo estar lejos de usted —le responde levantando la cabeza. —¿Es la única conclusión a la que has llegado?, porque por la dureza de tus senos, o tienes frío, cosa que dudo, o te ha gustado mi conversación con la azafata. Delfina se ríe con sarcasmo, al menos para él eso debe parecer, ríe para no llorar. —Escúcheme bien, he venido ha trabajar, así que mantenga la distancia conmigo, haré mi trabajo, nada más, no espere que me meta en su cama. —Como desees —le responde él sonriendo, da media y vuelta dando la conversación por acabada. Delfina respira agitada, vuelve a abrocharse la blusa y se acomoda en el asiento, el copiloto se acerca para ver si alguno necesita algo. —Nada, gracias —le contesta Razif. —¿Podría ser un vaso de leche caliente? —le pregunta ella en cambio, por dos razones, la primera, piensa que la ayudará a relajarse, dos, quiere vengarse del jeque por jugar con ella de esa manera. —Claro, señorita —le sonríe el empleado. Unos minutos después llega con el pedido, un vaso de leche caliente en una bandeja de oro, se lo coloca en su mesa auxiliar y se va. Delfina pone las manos alrededor del vaso y sopla para que se enfríe un poco, es consciente de la mirada de Razif a través de la pantalla del móvil, la espía. Mueve las manos por el exterior del vaso, dando la imagen que un hombre imagina, después se lo lleva a la boca y bebe despacio, al quitarlo pasa la lengua por sus labios. Sonríe cuando Razif se remueve en su asiento, segura de que ahora, el incómodo, es él. Lo repite hasta acabarse el vaso, exagerando los gestos, pareciendo algo tan normal como es beber un vaso de leche, una escena completamente s****l. De repente el jeque se levanta rápido de su asiento y va hacia ella. —¿Qué vas a hacer? —le pregunta levantándose asustada, pensando que tal vez ha ido muy lejos. —Darte lo que me estás pidiendo a gritos —le responde dándole la vuelta y sujetándola fuerte de la cintura. —No lo hagas, Razif, ¡Lo siento, no sabía que te afectaría tanto! —le ruega disculpandose. —Es demasiado tarde, necesito tenerte —se niega metiendo las manos por dentro de su blusa y abrazando sus pechos por encima del sujetador. —Razif... —susurra excitada, ya no es un ruego, ni una negación, las manos del jeque le queman la piel, siente las braguitas húmedas debajo del pantalón. Se da la vuelta y lo besa, no sabe si en este momento habla la lujuria, la necesidad o la desesperación, pero también desea eso, introduce la lengua en la boca del jeque queriendo más, dándole su permiso para tomarla. Las manos del jeque abren la blusa para liberar los senos, acaricia con impaciencia el cuerpo femenino. —Por favor, hazlo ya —le ruega completamente perdida. Justo cuando Razif va a darle lo que quiere, se escucha en el altavoz la voz masculina del piloto informando de la llegada a su destino, ninguno de los dos lo escuchan. —¡Ejem!, ¿Señor?, disculpe pero ya hemos llegado y debemos desembarcar —le informa. Razif se paraliza en los brazos de Delfina, maldiciendo al piloto, al copiloto, al avión entero, la mira antes de separarse de ella, tiene los ojos chispeantes, los labios hinchados y un pezón a la vista, un pezón que estaba deseando lamer. —Muy bien, ya vamos —responde finalmente, muy serio y frío. Sube el sujetador acariciando, con toda la intención, el pezón al subir la tela, sintiendo como Delfina vuelve a estremecerse, abrocha la blusa de nuevo y la besa. —Esto no ha acabado —le dice dando un último sorbo de sus labios. Bajan del avión, completamente en silencio, Delfina todavía tiembla, no imagina que pensaran los trabajadores del avión, tampoco es que le importe mucho, si es sincera. Unos guardaespaldas los están esperando frente a un coche n***o, con cristales tintados y seguramente, muy muy caro. —Sube —le ordena a Delfina. —Prefiero ir por mi lado, iré a su oficina cuando tenga todo listo. —No, sube —vuelve a repetir Razif. —Soy española, así que usted no me da órdenes, ¿Quiere que lo ayude con su problema?, muy bien, pues deme respeto y lo haré. —¿Y a dónde vas a ir? —le pregunta confuso, el creía que estaban de acuerdo en acabar lo que habían empezado. —Ese es mi problema —le responde Delfina empezando a caminar —.Cualquier cosa me llama al móvil —es lo último que dice al alejarse de él. Una vez en el interior del aeropuerto, sonríe orgullosa de si misma, reconoce en su interior que si el copiloto no los hubiera interrumpido, habría llegado hasta el final, pero lo ha hecho y ha podido recapacitar. La sonrisa está llena de satisfacción, iba a Argelia para atrapar a un estafador y así desquitarse del dolor que su prometido le causó, y resulta que el gran jeque, con todo su dinero y poder, también estaba pagando por ello, por ser un hombre.
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