Hasta el último lujo

1397 Words
Delfina llegó a un trato con el jeque, ese mismo día se puso en marcha todo, ella volvió a su piso y terminó la maleta, en cuestión de horas estaría en el avión privado que la llevaría a Argelia. De pie, mirando la puerta, empieza a sentir dudas, miedo, intriga... "Estoy perdiendo la cabeza", piensa tomando aire y reuniendo valor para seguir, abre la puerta y baja a la calle. Nada más recibir la luz del día ve un coche n***o aparcado a ras de la acera, se acerca titubeante. —¿La señorita Delfina de Ojuel? —le pregunta el chófer. —Sí, soy yo. —Perfecto, permítame la maleta y póngase cómoda —le ofrece muy amable. Entra en el coche, cada vez más estupefacta, a un lado hay una especie de mesita auxiliar anclada a una puerta falsa, ahí hay agua en botella de cristal, botellines de champán, cerezas, refrescos, bombones. —Sírvase lo que desee, ya está pagado —le informa sonriente el chófer. —Nunca había estado en un taxi así —responde ella. —Porque esto no es un taxi, señorita de Ojuel, es transporte privado, disfrútelo —la anima con un guiño. —Lo haré, gracias —sonríe ella. Observa el camino mientras come unas cerezas, el sabor dulce llena su boca y tiñe sus labios, entonces se percata de que hace rato han pasado el desvío hacia el aeropuerto. —¡Disculpe!, se ha saltado el desvío —informa al chófer nerviosa. —Su avión no despega de ese aeropuerto —responde sin mirarla. Poco podría hacer si fuese una trampa, por su cabeza pasan ideas descabelladas, que el tal Gabriel se haya enterado del plan y decida deshacerse de ella, o secuestrarla para que le haga el trabajo a él. Justo cuando valora la idea de abrir la puerta del copiloto y saltar, ve un aeropuerto al lado de la carretera, también puede ver de lejos a Zarif Teiyan rodeado de guardaespaldas. Baja del coche cuando el chófer le abre la puerta. —Ha sido un placer traerla, señorita —se despide. —Seguro que eso se lo dices a todas —bromea ella sonriendo, y por ende, sacando otra sonrisa del hombre, el cual habitualmente lleva gente altanera, egocéntrica y silenciosa. Delfina se acerca al jeque con piernas temblorosas, no sabe dónde se está metiendo, que está haciendo realmente. —¿Ha ido bien el viaje hasta aquí? —le pregunta el jeque. —Sí, muy bien, gracias —le responde ella. —Perfecto, sube al avión, llegamos tarde —le ordena con autoridad, muy serio y frío. —A sus órdenes —susurra Delfina arrepintiéndose de cada paso que da para subir al avión. Pero lo hace, sube, camina hasta el asiento que le indica una bonita azafata y se acomoda mientras observa cada detalle. —¡Un momento, mi maleta! —grita al darse cuenta de que no la ha cogido. —La han cogido mis hombres, comportate, espero silencio en el vuelo —le reprocha el jeque. Delfina se pone colorada, siente el calor en sus mejillas, siente vergüenza y rabia a la vez. —Solo una pregunta más, ¿Cuánto tardaremos en llegar a Argelia? —Catorce horas, así que relájate. —¿Catorce horas? —exclama, ese pequeño dato no lo había buscado. Una mirada de desaprobación de Razif la hace callar y encogerse en su asiento. Mira por la ventanilla el despegue, poco a poco cogen altura, puede ver todo tan pequeño, alejándose, alejándola a ella de su país. —¿Qué desea beber, señorita? —le pregunta una azafata. Piensa un instante en como la ha tratado el jeque desde que llegó al aeropuerto, mirándola por encima del hombro, y decide vengarse sutilmente. —¿Champán podría ser? —le pregunta a la joven. —Por supuesto, tenemos el mejor del mundo, ¿Desea algo más?, ¿Algo de comer? —No, solo eso —le sonríe. Mira hacia delante, donde está Razif, esperando su expresión fría y llena de ego, pero él no la está mirando, habla por teléfono con alguien. Media hora más tarde se pone nerviosa, está aburrida. —Ya solo quedan trece horas y media —se dice a sí misma. Vuelve a observar al jeque, esta vez lo estudia, reconoce que tiene cierto atractivo, seguramente es un hombre que se preocupa por su físico y su apariencia, las venas de sus muñecas y sus manos fuertes indican que hace deporte, cuando se quiere dar cuenta se está relamiendo excitada. Saca el ordenador portátil de su bolso, ha cogido uno grande para poder llevarlo con ella, puede prescindir de pintalabios, de una lima, de un cepillo del pelo, pero nunca de su ordenador. Entra en Google, pero no quiere que nadie se entere de lo que busca y es muy probable que a ella también la estén vigilando, así que lo hackea para poder navegar sin ser rastreada o que alguien sepa lo que hace. Ya con seguridad, escribe su búsqueda, Razif Teiyan, quiere saber más de ese tipo del que depende un tiempo, no tardan en salirle fotos rodeado de políticos, con personas desconocidas, y como no, eso ya lo esperaba, con preciosas mujeres. Vuelve a mirarlo desde lejos, no es consciente del efecto del alcohol en su organismo, mucho menos en sus sentidos, acalorada, se desabrocha un botón de la blusa y se suelta el pelo. Antes de ser demasiado tarde, reacciona, se pone de pie y va al baño, o al menos lo intenta. —¿Cuántos grados de alcohol tenía el champán? —pregunta en alto sin darse cuenta al sentirse mareada. —Si nunca has bebido champán de calidad, es lógico que te afecte, siéntate —le responde Razif cogiendola de los brazos y sentándola a su lado. —¡No, yo quería ir al baño!, necesito refrescarme, ¡Uf, que calor hace aquí! —exclama moviendo las manos hacia su pecho para recibir aunque sea un poquito de aire. El jeque se ríe, y se pone de pie. —Está bien, vamos, te acompaño por si te caes. —No es necesario, puedo yo sola —niega ella justo cayéndose al incorporarse. Las manos de Razif la cogen de la cintura con rapidez, esas manos le queman a Delfina, suben y mueven la tela de la blusa, peligrosamente cerca de su pecho, le cuesta respirar, los latidos de su corazón van rápido, tanto que él puede darse cuenta de como la hace sentir, se miran a los ojos, entre abren los labios, ambos excitados. —Vamos —le ordena de nuevo él guiándola al baño. Cuando va a entrar sola, Razif la mueve y entra también, la atrapa contra la pared, como si el espacio no fuese ya pequeño de por sí. —¿Qué está haciendo? —le pregunta nerviosa. —Tú que crees —le susurra ronco, después la besa apasionadamente, metiendo la lengua en su boca, poseyendola. Delfina se deja llevar por esos besos increíbles, son fuertes y sensuales, siente su entrepierna humederse, sus senos rozar la tela del sujetador, hasta que ésta, es sustituida por la mano de Razif, el cual, desesperado, desabrocha la blusa para desnudarla. La abre y acaricia el vientre subiendo por las costillas, coge un pecho en la palma de su mano y sigue devorándola con la lengua. Con un dedo baja la tela, alcanza un pezón y Delfina gime con ese contacto, reacciona, de nuevo, al encontrarse pensando en que el único hombre con el que ha estado, había sido David, solo conocía sus manos, sus besos, su... m*****o. —¡Para!, ¡No! —le grita según le da un bofetón sonoro. Lo mira llevarse la mano a la mejilla colorada, aún con el tono moreno de su piel, puede verse, traga saliva, segura de que la a matar. —Lo siento, no quería... —No necesitabas pegarme, solo tenías que decirlo, estabas excitada y quería saciarte, no necesito obligar a nadie a acostarse conmigo —le responde muy serio, se gira, abre la puerta del baño y se va cerrando tras él. Delfina respira agitadamente, el calor sigue ahí, la excitación que el jeque a nombrado, latente, se acaricia el pecho por encima del sujetador, sintiendo su piel arder. —¿Qué estás haciendo, Delfi? —se pregunta suspirando.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD