¿Amor?, esto no es amor.

959 Words
—No soy una niña por la que puedas decidir, hasta ahora me he encargado yo de mis exámenes médicos, y así va a seguir siendo —se niega la joven cruzándose de brazos con voz tajante. Razif la mira amenazante, está furioso, nadie, absolutamente nadie, le lleva la contraria, disimula como puede, con ella no puede ser tan autoritario, lo sabe desde que la conoció. —Por favor, mi amor, haz esto por mí, creo que me lo merezco, te estoy dando todo —le ruega con tono suave y dulce acariciándole la mejilla. —No te lo he pedido —responde suplicando con el mismo tono de voz que él. —Por favor —le vuelve a repetir tomando sus labios con dulzura. Delfina no quiere acceder, no puede permitir que Alzo la toque de nuevo, que esos sentimientos vuelvan a surgir como cuando estaba convaleciente, se siente atrapada, de repente se asfixia, el aire se ha vuelto pesado. —Está bien —accede con tal de acabar rápido con la situación, es muy consciente de la mirada del médico sobre ellos. —Gracias, mi amor —le dice Razif sonriendo, sin saber los verdaderos motivos de su negativa y posterior aceptación. —Si hace el favor... —le señala Alzo la puerta para poder empezar el chequeo. Razif asiente con la cabeza y se marcha. Ya solos, Delfina mira a Alzo, quiere decirle muchas cosas, mas no lo hace, ya es demasiado tarde, y ella, ha tomado una decisión. —Tumbate en la cama —le ordena fríamente Alzo. Delfina obedece, se tumba en la cama y mira el techo mientras crea un muro entre su cuerpo y su corazón. Alzo se coloca a su lado, saca de su maletín varios cachivaches médicos, levanta la camiseta y le examina primero el latido cardiaco y los pulmones. Según está ahí colocado siente la tentación de ir más allá, de volver a saborear los pezones rosados que ya están duros con ese contacto. Llevado por ese deseo, pasa la mano por las costillas cerca del pecho y escucha la respiración de Delfina cortándose y el vientre encogerse. —Te follaría ahora mismo, aquí —le dice entonces con ojos lujuriosos mientras baja la mano al principio del pantalón. —Haz tu trabajo y márchate, es mejor así —le responde ella muy seria intentando controlar a su cuerpo. —Sé que no me has olvidado, es imposible, te ponías cachonda sin tocarme, sin verme, y cuando te toco —dice desabrochando el botón del pantalón y jugando con las braguitas al borde de su perdición —.Te mojas —acaba, llegando a la zona más sensible. —Alzo, por favor —le ruega con la voz cortada cogiéndole la mano que la masturba con suavidad. —Por favor, ¿qué?, estás tan húmeda, lista para mí —le contesta él metiendo un dedo en la v****a. Delfina hace fuerza con su mano para intentar sacarlo de ahí, dentro de ella juegan dos bandos, el sensato y el lujurioso, uno tira de él, el otro gime y provoca más lubricación en su centro. A Alzo le empalma verla así, levanta la camiseta para liberar los pechos y verla completamente dominada, acaricia los pezones según continua masturbándola. Delfina se sujeta con fuerza a la colcha cuando el orgasmo llega a su cuerpo, es consciente de la mirada de Alzo en su v****a soltando el flujo de la felicidad. Y así es, él está hipnotizado por esa imagen, el agujero y los pliegues brillantes con la corrida de Delfina, no deja de estimular, moviendo los dedos y esparciendo el líquido espeso. —Para, para... —le ruega sintiendo un espasmo. —No puedo parar, no sabes lo que me has hecho, no puedo olvidarte —le confiesa Alzo, el cual se quedó destrozado cuando supo que se había ido, que había regresado al lado del hombre poderoso, no imaginó que sería ese tipo de chica, tenía fe en ella. —Yo... lo siento. —No me vale con que lo sientas, quiero que recuerdes lo que te hago sentir, que no te queden ganas de follar con el jeque —la amenaza volviendo a meter un dedo dentro de ella. —Podría entrar en cualquier momento —le dice Delfina pensando en ello de verdad. —Me da igual —contesta poniéndose de pie y bajándose el pantalón mientras la mira furioso y excitado. —Alzo... —susurra, sin saber ni ella lo que significa, ni el tono de su voz, lo desea, lo admira y a la vez teme lo peor. El médico se coloca encima y la penetra con fuerza, se mueve rítmicamente mientras gruñe, Delfina aprieta su espalda sintiendo la estimulación en su interior. Cuando Alzo se corre se abraza con fuerza a ella, la huele y retiene las ganas de suplicarle que vuelva con él. —Te odio, y te amo a la vez —le dice en cambio. Delfina se mantiene en silencio, nada de lo que diga podrá arreglar o deshacer lo hecho. Alzo se incorpora y se arregla la ropa, su silencio le duele más que si le hubiese negado cualquier sentimiento. —Vístete, tu dueño no tardará en venir —le ordena con desprecio. —No es mi dueño. —¿No?, ¿no se llama así cuando te vendes por un puñado de joyas? —¡No me he ...! —grita Delfina siendo interrumpida por un toque en la puerta. Se viste rápido y da paso con un grito. Razif entra y los observa, justo lo que imaginaba, es inconfundible el olor a sexo, las pupilas de ambos dilatadas, la ropa mal colocada y el rubor en las mejillas de Delfina.
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