Una mujer actual

1138 Words
—Gracias por atenderla, ya se puede ir, mándeme el informe médico por email —despide Razif a Alzo. Este asiente con la cabeza y tras lanzar una última mirada a Delfina, sale de la habitación. —¿Te has corrido? —pregunta directo al grano en cuanto están solos. Delfina lo mira, entonces entiende por qué escogió a Alzo, era una trampa, una artimaña, un propósito. —Sí, es bueno con las manos, y con la lengua —le responde levantando la cabeza con orgullo. —Y lo dices así, como si nada... —No sé cómo quieres que lo diga, has traído a mi amante, al único hombre con el podría confundirme, olvidarte, ya sabías lo que pasaría, ¿o me equivoco? —Te equivocas, ¡esperaba que no cedieras a tu sexo! —le grita Alzo acercándose. —¡Suéltame!, ¡yo no pedí esto!, ¡tú me trajiste aquí! —Porque respondes a mis besos, a mis caricias... —continua él volviendo a sujetarla y besándole el cuello mientras con una mano recorre su espalda. —Eres bueno, muy bueno, pero yo no soy una mujer que puedas manipular, soy una mujer actual. —¿Y el amor? —¡Amor!, ¡esto no es amor, es solo sexo!, en cuanto te canses buscarás a otra, el amor no existe —le responde fríamente apartándolo y mirándolo a los ojos. —¿Qué haces? —le pregunta al verla recogerse el pelo y meter en una mochila su ordenador. —Me voy, así que dame mi pasaporte, sé que lo tienes tú. —No lo tengo, se lo debió quedar Damián. —¡Qué me lo des!, ¡Razif, no soy idiota! —Está bien, como desees, pero piensa bien en lo que vas a hacer, si sales, no volverás a entrar. —Dámelo, por favor —repite muy seria. El jeque camina hasta su despacho, Delfina lo sigue, espera en el hueco de la puerta hasta que se lo entregue, no quiere estar cerca de él, que vuelva a tocarla, ha cogido el valor y fuerza para huir de ese exquisito paraíso de placer, paraíso, sí, pero al fin y al cabo, también una cárcel, está segura de que Razif no tardaría en manipularla como a un muñeco, y no ha estudiado y trabajado tanto para ahora depender de la voz y las órdenes de un hombre. —Aquí lo tienes —le informa el jeque estirando ligeramente el pasaporte. Desconfiada se acerca para cogerlo, pero al tocarlo con las yemas de los dedos, Razif estira el otro brazo y la acerca a él, la pega a su cuerpo y la mira a los ojos. —Suéltame, por favor —le pide tragando saliva. —Dame un último besa, y te dejaré ir. Delfina empieza a temblar, sus fuerzas flaquean cuando está tan cerca, cuando se pierde en los ojos oscuros y poderosos. Se acerca a él, y lo beso, mantiene la mente ocupada con todas las decisiones tomadas esos días, para llegar a la final, volver a España y alejarse de los dos hombres que han robado mucho más que su corazón. Tras unos segundos con los labios unidos, en los que ha luchado para no ceder a la lengua de Razif queriendo entrar en su boca, se separa. —Adios, Razif —se despide saliendo. Camina segura mientras que en el despacho queda Razif mirando al hueco de la puerta, ahora vacío, esperando que vuelva arrepentida, excitada. Pero Delfina no vuelve, llega a la puerta de salida donde se encuentra con Aicha. —¿Te vas? —le pregunta viendo la mochila y el pasaporte en la mano de Delfina. —Todo tuyo —le responde ella con desprecio, sabiendo que al irse, seguro se casan en unos meses, solo ella era el impedimento para ese enlace. No necesita mirar para saber que la mujer está sonriendo satisfecha, decir que le da igual, sería mentir, tiene un nudo en el estómago, Razif se ha vuelto importante para ella, no solo por sus habilidades en la cama, sino también por esos ojos que hace un instante le rogaban que se quedase. Un coche de Razif la está esperando, sube y le indica al chófer que vaya al aeropuerto, quiere estar lejos de allí lo antes posible. Todo sale según lo esperado, en cuestión de una hora y poco más, se encuentra sentada en el avión admirando Argelia desde las nubes, se siente de tantas maneras, feliz por conseguir su cometido, pero aunque suene estúpido, decepcionada, en el fondo de du corazón esperaba el final de una película romántica, que el amor de su vida apareciese corriendo, desesperado por perderla, declarando su amor, el problema y a la vez el motivo de su salida, era ese, que no sabía a cual esperaba, si a Alzo, o a Razif. Ya en España llega a su casa y se tira en el sofá. —¡Hogar, dulce hogar! —suspira dejándose envolver por los cojines. Al instante suena el teléfono fijo, se levanta y lo coge. —¿Diga? —pregunta confundida. —¿Delfina?, ¡así que es cierto que has vuelto!, ¡no te haces una idea de la falta que haces en la empresa!, ¡estoy rodeado de cafres! —Acabo de llegar, ¿no puedes dejarme descansar un rato? —le pregunta a su jefe entre molesta y contenta, sigue siendo necesaria. —¡Sí, sí, claro!, ¡tómate un par de horas y ven, me arrodillaré si es necesario! —No lo será, estoy deseando volver al trabajo, pero necesito darme una ducha y comer algo, en dos horas estaré ahí —se despide Delfina. Tal como ha prometido en una par de horas está en su puesto de trabajo, su jefe es un exagerado, no está todo tan desmadrado, si bien es cierto que hay pequeños detalles sin arreglar desde su ausencia, pero nada grave. Las horas, los días, las semanas y los meses pasan como por arte de magia delante del ordenador, entre ducha y ducha, entre masturbación con los recuerdos de esos dos hombres y sandwiches fríos. Poco a poco esos recuerdos se van borrando, y con ellos, los sentimientos, vuelve a ser la antigua Delfina, pero esta vez, sin prometido, sin amantes, ni aventuras, sin amor, sin vida. Uno de esos días, con el plato en el cual apoya el sándwich enfrente, y la mente perdida entre números y códigos, suena una notificación. La abre y se queda pensativa, a estas alturas no lo esperaba, es un mensaje de Alzo, un simple, hola. ¿Qué debería hacer?, ¿abrirlo y volver a poner su corazón en modo cronómetro?, ¿o dejarlo pasar?, finalmente se decide a responder, esta vez muy consciente de con quién está hablando.
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